El turismo, ni duda cabe, es una de las actividades que mayor crecimiento tiene y tendrá en el futuro próximo. En eso no se ha equivocado esta administración, en apuntar que el turismo puede ser una de las actividades que saque a México del marasmo económico en el que se encuentra desde hace 10 años.
En lo que se equivoca la administración federal es en creer que por declarar su interés en el turismo, éste se da por añadidura. El desarrollo de un sector es cuestión seria: hay que conocer, hay que saber de dónde partimos, a dónde vamos, cómo vamos a llegar a donde queremos y qué instrumentos necesitamos para caminar en ese sentido.
La aviación puede ser un instrumento de competitividad que se ponga al servicio del turismo. Nótese que decimos “puede” y en este “puede” se incluye el hecho de que actualmente no lo es, al menos no de la manera como se convertiría en un verdadero instrumento al servicio del país y con un sentido estratégico, de largo plazo, generador de divisas que contribuyan al desarrollo nacional.
Creer que platicar con mucha gente, invitarlos a que vengan a México y abrir indiscriminadamente los cielos es tener un apolítica de turismo y de aviación, es una equivocación rotunda y es, si se nos permite decirlo, casi una desviación conceptual.
Y el problema es que –al final- nuestro país está tomando el papel del hermano pobre, ese que todos miran con conmiseración, que suscita la compasión de los demás y al que muchos quieren ayudar “con algo”, pero que no juega verdaderamente en el concierto de los que cuentan. Veamos qué nos depara el futuro si las cosas siguen así.
Estímulos a la economía
De acuerdo a las cifras de la Organización Mundial de Turismo (OMT), en el 2012 viajarán 1,000 millones de turistas, lo cual da esperanzas a la economía global de paliar al menos las secuelas de la gran crisis económica que mantiene a Europa y en parte a los Estados Unidos con el cinturón bien apretado.
Pero el hecho de que la séptima parte de la población mundial vaya a cruzar al menos una frontera internacional en este año, no es sólo una buena noticia para la recesión de este inicia de la segunda década del siglo, es también un buen augurio para el futuro de la economía mundial.
Por una parte, este sector de la economía terciaria es un factor multiplicador del empleo con buena repercusión en los ámbito social, económico y ambiental, además de promover el intercambio cultural, según lo hizo ver el secretario general de la OMT en la reciente feria de turismo de Berlín hace un par de semanas.
Por poco que sea lo que los turistas extranjeros gasten en una economía, habrá, al menos, venta de servicios, de productos o contratación de servicios locales, parece ser el razonamiento. Y ese es el peor de los casos (aunque nuestros funcionarios del turismo quieran formarse en esa modesta fila).
El mejor de los casos –y es la estrategia que siguen los países más avezados- es tener aerolíneas de primer nivel que transporten hacia el país receptor la mayor cantidad de turistas, que se hospedan en hoteles de inversión local y que traen divisas para que se queden en casa, no para se repatriadas inmediatamente (o para ni siquiera “divisarlas”).
Sin embargo, merced a los problemas de inmigración ilegal y de ataques terroristas, aún existen muchas barreras al turismo, lo que impide que el crecimiento de esta actividad pueda proyectarse con un crecimiento sostenido.
Las barreras de visado y las formalidades de entrada en muchos países, hacen que las visitas de ciudadanos de países emergentes –que son la mayoría y un mercado creciente- se dificulten y eso desalienta el turismo.
En ese sentido, hay un grupo importante de asociaciones y de organismos internacionales, entre los que se encuentran los vinculados con el sector transporte aéreo, como la Asociación Internacional del Transporte Aéreo (IATA) y la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), que trabajan en el asunto con el fin de profundizar en la facilitación y agilización de trámites y operaciones de aeropuertos y líneas aéreas.
Sufrir de sed junto a la fuente
En México, ya se sabe, que la entrada de divisas se ha visto afectada por varios factores. Las divisas más importantes y generosas, las que provienen del petróleo, han descendido debido a la declinación de los campos petroleros y debido a que la balanza energética (la diferencia entre lo que se genera por producción de crudo y lo que se gasta en adquirir productos refinados) cada día es más desfavorable.
Otra de las fuentes importantes, las remesas de los paisanos que trabajan en Estados Unidos, también ha descendido debido a la recesión y su futuro se ve comprometido merced a las restricciones cada día más duras para la entrada de paisanos a los Estados Unidos.
Visto así, México tendría que enfocarse a generar mayor cantidad de divisas por turismo y comercio. En el caso del comercio hemos visto cómo hacia los países desarrollados la recesión ha tenido un impacto negativo, en el caso de los países llamados emergentes contamos con la Secretaría de Relaciones Exteriores y la Secretaría de Economía para deshacer los acuerdos comerciales y modificar –a la baja, desde luego- las proyecciones de ventas externas (señaladamente los ingresos por exportaciones del sector automotriz hacia Brasil).
Y así llegamos al sector turismo. Sabemos que la mayoría de los turistas provienen de los Estados Unidos y aún así son pocos los que se aventuran a cruzar la frontera por variados motivos. Uno de los que últimamente se ha puesto en boga es el tema de la seguridad pero no es la única razón.
De acuerdo con la Administración Federal de Aviación (FAA), el sector aéreo estadounidense genera 1,300 millones de dólares anuales, implica 10.5 millones de empleos y aporta el 5.2 por ciento del PIB de los Estados Unidos.
Debido a la reestructura que se ha vivido en los últimos diez años (que implica, sobretodo, un cambio tecnológico de alto impacto) se eliminó el 25 % de su fuerza laboral y, debido a los problemas estructurales de la economía aérea, se alcanzaron pérdidas de 62,500 millones de dólares.
Todo ello no ha impedido que el gobierno de los Estados Unidos siga respaldando con fuerza a sus aerolíneas, ya que sí constituyen una herramienta de política económica y de competitividad que nadie pone en duda.
Y una de las cosas que se han promovido es la penetración cada día más amplia en mercados emergentes, especialmente de América Latina. No sólo las aerolíneas estadounidenses han aprovechado ampliamente el espacio que dejó Mexicana de Aviación, sino que han afianzado su penetración en rutas de ciudades de playa y otros beneficios que se obtuvieron con la múltiple designación en el último bilateral.
Pero, más allá de esta coyuntura que parece haber sido el mejor manjar que los funcionarios mexicanos le han servido a la economía estadounidense, existe entre los operadores aéreos de esa nación la convicción de que la región de América Latina se está volviendo más apetitosa.
La razón es clara. Frente al raquítico crecimiento de 1% en 2011, la recuperación del gigante es aún incierta. Las economía madura (léase Europa), dicen los especialistas, tardarán aún en recuperarse de la recesión.
Pero en América Latina el crecimiento regional es del 5% del PIB y la capacidad de crecimiento para las aerolíneas es del 11%, destaca un análisis de UBM Aviation, lo cual abre a las aerolíneas estadounidenses una ventana de oportunidades inmensa.
Y es que regionalmente las empresas aéreas que crecen más son las de bajo costo. Este segmento crece de forma sustancial, pero también abre ventanas interesantísimas para las aerolínea de Estados Unidos que han ido adaptando sus servicios a estos segmentos y que cada día se hacen con mayor parte del mercado.
En el inter, México aún no ha recuperado el nivel que tenía en 2008, pues aún está 4% por debajo del nivel de pasajeros que se transportaron en ese año.
Lo que queda claro es que la oportunidad la están aprovechando las empresas extranjeras y que, en medio de las declaraciones oficiales, todavía hay mucho por hacer para que el país realmente entre al mundo de las ganancias. Ni hablar.