Nunca he escuchado que nosotros los oncólogos, como comunidad internacional, seamos en parte responsables de éste fenómeno.
Es del conocimiento público que la mayoría de las drogas nuevas contra el cáncer prolongan la vida en días a un costo de miles y miles de dólares. Esto conduce a que algunos oncólogos de los mejores centros de Estados Unidos se nieguen a usarlas (http://nymag.com/news/features/cancer-drugs-2013-10/.). Cito esto porque el problema del acceso a los medicamentos oncológicos no se limita a los países con “recursos limitados para la salud” como el nuestro, sino que es un problema global.
Los oncólogos estamos conscientes de este problema y es un tema recurrente de análisis, sin embargo nunca he escuchado que nosotros los oncólogos, como comunidad internacional, seamos en parte responsables de éste fenómeno.
De acuerdo al Dr. Deep Ramachandran, la industria farmacéutica internacional (Big-Pharma), para el año 2004 situó sus cifras de investigación y desarrollo en 29.6 mil millones de dólares mientras que 2.7 mil millones se gastaron en “marketing“. No obstante, estimaciones independientes indican que el gasto en la comercialización pudo haber sido entre 47.9 a 57.5 mil millones de dólares, lo cual con mucho excede a lo gastado en investigación y desarrollo.
La cifra más dura es que “Big-Pharma” gastó 61 mil dólares en cada oncólogo al año. En otro informe, las compañías farmacéuticas gastan 19 veces más en la auto-promoción que en la investigación básica. En 2012, la industria farmacéutica gastó más de 27 mil millones de dólares en la promoción de medicamentos; más de 24 mil millones de dólares en marketing para los médicos y más de 3 mil millones en publicidad para los consumidores. Todo esto para promover ” prácticas de prescripción” de los medicamentos.
Nosotros como comunidad médica debemos contribuir a reducir el precio de medicamentos contra el cáncer con las siguientes acciones entre otras:
1. Evitar o reducir la asistencia a reuniones durante la cual algunos oncólogos son pagados por la industria para discutir el uso de las drogas en ciertas indicaciones. De acuerdo con un análisis realizado por ProPublica, una organización de investigación independiente de noticias, ocho compañías farmacéuticas proporcionaron más de 220 millones de dólares en pagos a los médicos por impartir conferencias en 2010. Frecuentemente además, las empresas a menudo albergan estos eventos en lugares turísticos e incluyen pasajes aéreos, hotel y restaurantes a los médicos invitados.
2. Evitar o reducir la asistencia a cursos de educación médica continua. En el 2011, las industrias farmacéutica y de dispositivos médicos proporcionaron el 32% de toda la financiación de cursos de educación continua médica en Estados Unidos, 752 millones dólares.
3. No aceptar materiales promocionales no solicitados, que promocionan los beneficios de un fármaco y describen positivamente los resultados de los últimos ensayos clínicos.
A nivel nacional, sería recomendable que el Sector Salud hiciera un análisis de éste fenómeno. Sería útil saber a cuantos congresos, conferencias y otras reuniones “científicas” pagadas por la industria, acude el personal médico anualmente, por supuesto con goce de sueldo, y como repercute dicha actividad en la atención hospitalaria. También sería importante conocer el porcentaje de los oncólogos que acuden a los principales congresos internacionales de la especialidad con sus propios recursos.
El evitar esto está lejos de resolver el problema, pero al menos podría favorecer la disminución de precios en cierta medida. En otras palabras, la comunidad oncológica debe ser consciente de que por lo menos parcialmente, es parte y solución del problema.