El Salón de “La Lolis”

Amigos queridos:

 

Como ustedes saben, gozo de la fortuna de vivir en el Centro de Coyoacán, para mí uno de los barrios más bellos de toda la ciudad. Ciertamente tenemos ambulantes, visitantes, tráfico y una delegación de lo más corrupta; pero aún así lo disfruto.

Me refiero a barrio en su sentido más amplio: subdivisión geográfica de una ciudad o pueblo,que suele tener identidad propia y cuyos habitantes cuentan con un sentido de pertenencia.Tal vez la aclaración esté de sobra, pero en varias ocasiones cuando me preguntan en dónde vivo, la gente suele desorbirtar los ojos ante mi respuesta y sentenciar con vehemencia: ”Coyoacán es una colonia bonita, ¿por qué le dices, barrio?” Como si de una vergüenza se tratare, cuando por el contrario le llamo así, con todo el orgullo que esto conlleva.

Nunca he dado a pensar que la gente elija su lugar de residencia de manera casual o arbitraria; pero sí creía que la decisión estaba fundamentada en razonamientos lógicos y jerarquizados tales como: ubicación, medios de transporte, vías de acceso, espacios recreativos, escuelas, etc. Amén de factores económicos. Sin embargo acabo de estudiar un tema de lo más interesante: las taxias.

Taxia:Movimiento de un organismo como respuesta a un estímulo, cuando aquel se orienta en la dirección de procedencia de dicho estímulo.

 

Por lo que puede haber taxias positivas cuando te acercas y negativas cuando por el contrario, te alejas. Según el estímulo, la clasificación que reciben por ejemplo: fototaxia desplazamiento hacia o en contra de la luz;las hay por gravitación, agua, químicos, presión atmosférica, corrientes eléctricas, en fin cuanto estímulo puedan imaginar hasta las más recientes tecnotaxias por la adaptación tecnológica.

 

Lo más curioso de esto, es que para nuestra especie, generalmente pasan desapercibidas a nivel racional, peroinfluyen más de lo que creemos en nuestra toma de decisiones de manera bastante más instintiva, de la que tendemos a imaginar.

 

Calibrar esto me estremeció. ¿Cuántas veces, ni siquiera conoces a tu vecino? sin considerar que pese a las aparentes diferencias de la forma, en el fondo son animales tan similares que acabaron compartiendo un espacio común.

 

Afortunadamente cuento con la Estética Lolis, un pequeño y acogedor saloncito,  como los cientos que hay por la ciudad, uno de estos lugares carente de pretensiones en donde te puedes acicalar. La Señora Maria de los Dolores Muciño, mejor conocida como La Lolis, sí, así, con artículo y todo, es la mujer orquesta del lugar. Con una buena destreza manual y una mejor en su extraño trato personal, se las ingenia para atender a todo el mundo, sin conceptos tan complejos como las citas o el orden de llegada.

Esta buena mujer, y lo digo en el sentido ontológico más profundo, es querida por todos y considerada una buena amiga por algunos, entre los cuales me siento honrada de incluirme. Se ha dado en desarrollar más que una estética, un lugar de parroquianos, en el que propios y extraños pasan a realizar menesteres de su arreglo personal; pero en el que los de casa pasan a saludar, entregar la tanda, hacer algún encargo, cerrar negocios, tratar temas de amores y desamores. Lugar en que se fomentan encuentros y desencuentros de toda índole y de los que ella, discreta, contrario de lo que se pudiera pensar dada la mala reputación de su oficio, “se da color” con una aguda intuición. A veces creo que es mejor terapeuta que muchos que cuentan con dicha profesión.

Aquí he tenido la oportunidad de conocer a todo tipo de personas, desde Rodrigo que con sus catorce años y audaz bicicleta, está dispuesto a realizar cualquier mandado y pronto a pedir consejos en cuestiones del amor, hasta La Chiquita,mote que se habrá quedado de la infancia, pues es una octogenaria encantadora. He entablado conversaciones de todo tipo, hasta una de las más interesantes de mi vida, aprendiendo de octavas que se dividen no en doce sino en trece, confluyendo con teoría de cuerdas de física cuántica, con un afinador de pianos profesional.

He encontrado un grupo heterogéneo de amistades, que se “netean” al calor de unas cervezas o una taza de café, que flotan al son de una cumbia, que te ofrecen ayuda como buenos vecinos, pero sobretodo, que saben estar para contenerte cuando la vida te sorprende con un giro. A veces te guiñan el ojo regalándote un perro abandonado, para que encuentres compañía.

Huelga mencionar sus nombres, baste decir que les quiero y estoy agradecida de tenerlos en mi vida.

Con una dedicatoria especial a Virgilio, cuyos ojos melancólicos fascinan.

 

 

Les mando un fuerte y apretado abrazo,

Claudia

Diccionario Manual de la Lengua Española Vox. © 2007 Larousse Editorial, S.L.

 

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