¿En dónde estriba la locura?

Amigos queridos:

Aprovechando el feriado me fui al teatro con mi madre y el querido Beto Juárez a ver Diario de un Loco, de Nikolai Gogol. Debo confesar que en mi mente, esta obra no era ya tanto el cuento del ucraniano como el monólogo de Carlos Ancira (sí, lo sé, mi cerebro está lleno de extraños recovecos y las sinapsis no siempre son de lo más lógico). Temía encontrarme con una pálida imitación del actor que la puso en escena treinta años.

Me lleve una gratísima sorpresa al presenciar la versión de Mario Iván Martínez, quien logra hacer suyo el texto, más allá de eso, lo hace divertido (cuestión nada sencilla tratándose de los rusos). El hombre es un artista de lo más completo, proyecta que se está divirtiendo y realizando sobre el escenario. No me gusto tanto la escenografía, sobretodo una pared que se mueve sin mucho sentido, haciendo que el pobre haga acrobacias para “aprovecharla”. Lo demás: estupendo, sobretodo la iluminación.

El cuento narra la historia de un burócrata de bajo nivel que se enamora de la hija del director, quién nunca se fijará en él. Poco a poco, día tras día, el protagonista va desvariando para escapar de la rutina, de las humillaciones, de su miserable vida, hasta creerse el rey de España. Es una crítica ácida contra la estructura clasista de la Rusia de principios del siglo XIX. Lo más conmovedor es que no busca acabar con ella, sino incluirse, y nada menos que como un rey para así ejercer poder, convertirse en el amo que puede humillar y hacérselas pagar.

La locura de este hombre estriba en irse creyendo alguien que obviamente no es y gritarlo a los cuatro vientos, pero ¿cuántas veces no hemos hecho esto? Ciertamente no un personaje tan singular como el rey de España, pero ¿qué tal otros más moderados? Los hemos ido modelando a lo largo de los años, siguiendo pautas del comportamiento que esperan nuestros padres, sociedad, iglesia, etc. Nos hemos ido adecuando para ser aceptados, queridos, valorados. Nos hemos puesto máscaras para sobrevivir en esta sociedad que crítica y rechaza al diferente, al que cuestiona, al rebelde. Lo que me parece más triste es que muchas veces ya ni notamos la diferencia entre ese ser inventado y el real. En general no cuestionamos valores, creencias, pensamientos, simplemente los damos por sentado y actuamos en consecuencia. ¿No será esta una mayor locura?

Les mando un fuerte y apretado abrazo.

Claudia

Teatro Helénico, Av. Revolución 1500 Col. Guadalupe Inn, lunes 20:30 hrs.

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