Evocan figura de Porfirio Díaz en Veracruz

Entre honores militares y un posible deterioro de la memoria histórica nacional, la develación de una estatua de Porfirio Díaz ha levantado el vuelo de la protestas y la voz de un sector que lleva algunos años intentando reivindicar la figura porfiriana.

Ciudad de México (elsemanario.com).- El día de ayer trascendió la noticia de que el cabildo de Orizaba, Veracruz, develó, en la Plaza Bicentenario, una estatua de Porfirio Díaz; de cinco metros de alto, en presencia de los bisnietos del aludido, entre honores militares y toda la parafernalia para la ocasión, además, de rechiflas y protestas de ciudadanos que se oponían a tal acto.

Exiliado a Francia desde 1911, Porfirio Díaz abandonó la nación después del comienzo de la lucha revolucionaria en 1910. La figura del dictador o del que modernizó y ayudó al país choca constantemente cuando se evoca al personaje oaxaqueño que gobernó, por 31 años, con puño de hierro y utilizando el ejército para su beneficio, del que también fue general, protagonizó uno de los peores momentos antes de que estallara la llamada Revolución Mexicana: la matanza de Río Blanco, mejor conocida en la historia como la Huelga de Río Blanco, donde aproximadamente 400 (algunas fuentes hablan de más) obreros que se manifestaban murieron por la represión gubernamental.

Como bien recoge un reconocido diario español, la figura de Díaz fue algo modificada durante la gestión de Carlos Salinas de Gortari; en los libros de texto desapareció la palabra: dictador para beneficiar al expresidente mexicano, a quien se le alababa por la construcción del sistema de ferrocarriles mexicanos (hoy prácticamente desaparecido) y por mantener su administración abierta para el capital extranjero.

Entrar en la clásica dicotomía del héroe y el villano no sirve mucho para comprender lo que significó el gobierno del General Díaz que, si bien es cierto, contribuyó de manera importante para posicionar a Benito Juárez como presidente apoyando al bando liberal en la llamada Guerra de Reforma.

Después se unió nuevamente a las filas en contra de la denominada “invasión francesa” y tiene un papel preponderante al lado de Ignacio Zaragoza en la batalla del 5 de mayo.

El camino consecuente con estas acciones es, literalmente, historia, y nos habla de cómo el joven Díaz llegaría a la Presidencia después de la queja del reeleccionismo de Juárez y posteriormente de Sebastián Lerdo de Tejada. Curiosamente, este hombre parece ser totalmente distinto al Díaz en el poder de 1876 a 1911.

El país creció económicamente; claro, ese crecimiento y prosperidad sólo fueron resentidos por aquellos que tenían dinero para invertir; sólo un mínimo porcentaje local fue beneficiado, además de muchos extranjeros. Se dice que Díaz industrializó al país y trajo beneficios varios; lo que puede ser cierto si se toma en cuenta que ayudó a posicionar a la entonces clase emergente que hoy subsiste en la hegemonía local. Siendo justos, también impulsó otra clase muy presente en la actualidad. En ese entonces, una gran desigualdad se hizo presente en el territorio mexicano. Los ricos se hacían más ricos y los pobres cada vez lo eran más.

Con los datos que nos ofrece la historia, entre honores militares y un posible deterioro de la memoria histórica nacional, a unos cuantos kilómetros de Río Blanco, hay quienes buscan evocar la figura de Porfirio Díaz en pleno 2015; no sólo eso, desean reposicionarla en el imaginario colectivo de una manera distinta.

Mátalos en caliente” y todo lo que significa en la historia de México esa frase, es otra de las palabras que acompañarán por siempre el régimen de Don Porfirio, hoy traído nuevamente al ojo público bajo una vestidura que pretende la santificación y no el juicio histórico del pueblo mexicano.

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