No hay retorno

En alguna ocasión, en la carretera de cuota de México a Puebla, me encontré con un letrero que parecía salido de una historia de Borges. El letrero simplemente decía “NO HAY RETORNO”. Hoy todavía no entiendo de donde salió tal mensaje. Hoy me parece que ya no está o al menos ya no lo he visto.

El mensaje, sin embargo, me dejó muy sorprendido y muy pensativo. En un principio pensé que el letrero tenía mucha razón. No hay retorno para nada. El acontecer de nuestra vida es el resultado de nuestras decisiones. Siguiendo este razonamiento pensé que una vez que se toma una decisión es para siempre. Vivimos con las consecuencias para siempre.  Pero ¿es esto cierto?

Es claro que en muchas de las decisiones que tomamos en nuestra vida parecería que no hay retorno, pero la realidad a veces nos dice que no. Nos dice que si hay retorno. Que aunque pensemos que el pasado, pasado está y no hay nada que no regrese al presente, la realidad es otra.

Si no me creen tomen como ejemplo al PRI. El partidazo se ha vuelto cada vez mas una realidad que un espejismo. Cuántos no pensamos que cuando perdieron la elección presidencial del 2000 el PRI estaba acabado.

Cuando Labastida reconoció que el voto de los mexicanos no lo favoreció entonces una pesada carga de historia y corrupción pareció disiparse. Se dijo “nunca mas”, no hay retorno para el PRI. Por eso es importante reconocer que el pasado no está pasado. Que la prueba superada no es definitiva. Que siempre habrá aquellos que busquen, que añoren el pasado y hagan su mejor esfuerzo por resucitar a los muertos. En el caso del PRI el chaman fuimos todos.

Muchos dicen que este nuevo PRI, que se levantó de entre los muertos, es diferente. Que su paso por el inframundo de la oposición lo cambio. Que es otro, mas moderno, mas transparente, mas honesto y mejor calificado para gobernar.

Esta columna no duda que esto puede aún ser verdad (es decir, apenas llevan un año de gobierno). Si a los hechos nos remitimos, lo mas que podemos decir es que las cosas aún no toman su color. Sin embargo, también podemos decir es que la tonalidad del color es mas bien gris.

El sello de la casa cuando el PRI era el partido de la hegemonía, tan reciente como 1998, era la del carro completo. La oposición apenas y estorbaba. La oposición apenas y contaba. La presidencia le daba toda la legitimidad. Una presidencia cegadora. Una presidencia que hizo de los mexicanos unos ciegos.

Pero no hoy. Hoy en día el PRI y su gobierno federal deben tratar con una serie de instituciones que le hacen ruido. El IFE y el IFAI. De hecho, el IFE le ha causado dolores de cabeza a todos los partidos políticos del país. De repente el IFE se volvió demasiado independiente. ¿Cómo que impone multas millonarias? ¿Cómo que califica elecciones? ¿Cómo que me reduce las jugosas aportaciones del Gobierno Federal?

Eso a los partidos, monopolios de las elecciones y del juego político en México, les pareció demasiado. Por eso hoy, con la Reforma Política-Electoral, los partidos han hecho mella del IFE. Le han reducido poder y lo están convirtiendo en un chiste mal contado de su brillante pasado. La lección es que demasiada autonomía puede causar un Reforma.

Pero volviendo al tema que nos ocupa: no hay retorno. Por lo pronto ya quedó demostrado que si hay retorno, al menos en un ambiente de política chicharronera como lo es la mexicana. Lo que también parece estar quedando demostrado es que no todos los retornos son bueno. Ya se dice de las novelas de Dumas: “No es lo mismo Los Tres Mosqueteros que Veinte Años mas Tarde”.

¿Lo mismo tenemos con el PRI? Dicen que las segundas partes nunca son buenas. Pero hay excepciones. La segunda parte de la película del Padrino fue, según cuentan los expertos, mejor o tan buena como la primera. La segunda parte del Quijote es tan buena como la primera, si no es que mejor.

Lo claro es que la segunda parte del PRI se está escribiendo hoy. ¿Es mejor?

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