En medio de los mucho problemas derivados de la profunda crisis económica que vive Europa, los españoles enfrentan, además, la triste realidad de ver a su aerolínea nacional (la de “bandera”, dirían los retro) en manos de la aerolínea “socia” British Airways.
Si Isabel I de Inglaterra derrotó a la llamada “armada invencible”, British está a punto de engullir a lo que llegó a ser símbolo nacional y una de las principales artífices del “milagro turístico español”: Iberia.
Desde que esta aerolínea decidió unir su destino a British, primero al ingresar a la alianza “One Word” y después con la fusión dentro del Corporativo IAG (International Airlines Group), existe la impresión (bien comprobada con los datos de la realidad) de que la aerolínea británica crece mientras que la española se hace pequeña.
En el año de 2012 el saldo fue negativo para Iberia. En el rubro de pasajeros-kilómetro la empresa cayó un 3.1 por ciento y eso se debe, sobre todo, a que su oferta de asientos disminuyó 3.3 por ciento el año pasado, mientras la carga lo ha hecho en 12 por ciento.
Se podría pensar que esto es resultado directo de la crisis, lo extraño es que British ha crecido al tiempo que su socia se cae pues en el mismo ejercicio de 2012 la británica incrementó en 5.2 por ciento el número de pasajeros transportados y su oferta de asientos en 2.5 por ciento.
Y es que en el global, la situación de la aviación europea no ha sido mala, pese a la crisis. El número de viajeros transportados por las empresas de IAG en el 2012 es de 54.6 millones, 1.8 por ciento más que en el 2011, mientras que su factor de ocupación es de 80.3 (nada malo).
Pero esto, en lugar de beneficiar a Iberia, ha provocado ajustes que están llevando a sus trabajadores a las protestas callejeras cada día más fuertes. El mes pasado, sin ir más lejos, el corporativo IAG solicitó el recorte de 4,500 trabajadores y la reducción del salario de todos los empleados en diferentes escalas. Los de tierra en 18 por ciento, los pilotos 23 por ciento. Los sobrecargos en 28 por ciento.
Los sindicatos presentaron su propia propuesta y el asunto sigue en negociaciones que sin duda pasarán por momentos más complicados conforme se acerque la temporada alta de Semana Santa y el verano, pero la solución no es fácil porque se trata de un problema estructural.
En efecto, como sucede con muchos casos en los que un pez grande se alía con el chico, British ha encontrado en su fusión con Iberia un aliado que le abre mercados y le da rutas, derechos de tráfico y otras ventajas, pero no parece dispuesta a dejar que la aerolínea española crezca, sino que ve con indiferencia como va decreciendo.
Sin ir más lejos, el año pasado British aumentó en total 4 por ciento el número de vuelos mientras que Iberia recortó los suyos un 15 por ciento y se espera que en el primer semestre de este año aún decrezca un 20 por ciento más. Demasiado para un país que paulatinamente pierde competitividad y hoy atraviesa por una crisis que reclama con desesperación planes que le ayuden a crecer para generar empleos y divisas.
Por esta razón, tanto los trabajadores y diversos actores de la sociedad española reclaman echar para atrás el acuerdo de fusión, aunque los directivos de Iberia se niegan siquiera a considerar esa posibilidad que, sin embargo, está prevista en el acuerdo de fusión como salvaguarda en caso de que alguna de las dos empresas tuviera desempeño desigual, como es el caso.
La cosa ha rebasado la propuesta social, hasta el Ministerio de Fomento español está valorando la posibilidad de solicitar formalmente la aplicación de la salvaguarda en caso de que la compañía no aplique un plan de reestructuración viable que garantice que los empleos recortados se volverán a crear, que la aerolínea volverá a crecer y no se permitirá que los destinos españoles se desatiendan.
Aunque los directivos de Iberia han dicho que los costos del personal son demasiado altos y dejan a la empresa sin poder competir con sus rivales de bajo costo, (obviamente) el argumento no se sostiene porque evidentemente Iberia no debería estar compitiendo en el segmento “low cost” sino en el tradicional como lo hace ahora con la misma British o cualquier otra de las tradicionales.
El asunto es que los directivos españoles han aceptado el papel de “segundos” en una negociación supuestamente de iguales, dejando que British utilice a Iberia como su aerolínea de bajo costo cuando no tiene por qué serlo.
Como se ve, en todas partes se cuecen habas, pero en este caso se espera que el gobierno español logre, incluso en medio de la crisis, defender a sus ciudadanos. No sólo es la autoridad, también posee un saludable 12 por ciento que puede poner en juego. Ojalá.