Iconos Cruzados

Amigos queridos:

En días recientes vi dos películas: La Dama de Hierro y Mi Semana con Marylin.

La primera es una producción norteamericana que nos presentan a una Margaret Tatcher senil recordando los momentos más importantes de su vida. Esperaba un planteamiento más profundo sobre su administración, sus radicales políticas tanto fiscales como monetarias, el importante papel que jugó para terminar con la guerra fría, la mancuerna con Reagan, en fin todos los temas que conocemos en torno a esta controvertida líder del siglo XX. Sin embargo, se queda corta.

Para mi gusto el gran logro de la película radica en mostrar al ser humano, a la mujer que trascendió, tanto origen socioeconómico, como género, para llegar a liderear Gran Bretaña. Una mujer que pudo mantener su fortaleza, pese a la gran presión a la que se vio sometida durante su mandato. Esto se da gracias a la gran actuación de Meryl Streep en la que  todo: maquillaje, vestuario, voz, posición corporal, expresión facial son perfectos.

La segunda es una producción inglesa, en la que nos narran la estancia de Marilyn Monroe en Inglaterra para la filmación de la comedia “El Príncipe y La Corista” desde la voz de Colin Clark, el tercer asistente del director, es decir: el chalán. Aquí de lo que podría ser una historia anecdótica, logran una trama inteligente. El trabajo me parece integral, se nota la mano del director Simon Curtis. Pese a que la interpretación de la protagonista, Michelle Williams, es notable; todos se encuentran fantásticos en sus papeles.

El filme no pretende ser biográfico y sin embargo, te muestra al ser humano inteligente y decidido que lucha contra su propio mito.  Trasciende a la imagen de la boba, rubia platinada cuyo único atributo aparente era la sensualidad. Lo que más me gusto es que  se logra a través de pinceladas sutiles en torno a la historia.

Me gustó la paradoja: gringos realizando una película en torno a la Primer Ministro Inglesa e ingleses en torno a una actriz norteamericana. Ambas encasilladas en sus propios personajes, ambas controversiales y polémicas en sus ámbitos. Creo que la humanización de estas mujeres se debe en gran medida a la distancia crítica que les permite ampliar la perspectiva.

Así, me pregunto ¿a cuántas personas y situaciones he encasillado por no tener la perspectiva adecuada, de cuánta gente maravillosa me he privado por ver solo algunos rasgos?

Tristemente me doy cuenta, que cuando alguien es muy cercano, todo se amplifica, hasta los defectos. He llegado a ser tan injusta que a veces es lo único que veo, sobre todo cuando llevan mis mismos apellidos.

Hoy me preguntó mi querido Luis Alfonso Aldana “ Claudita ¿para qué es el matrimonio? Tras una breve reflexión me sentí calificada (por catorce años de matrimonio que puedo sublevar sin temor a réplica,  debido a mi viudez) para dar cátedra al respecto. Fui una boba obvio que se trataba de una pregunta retórica. Él me miró con sus profundos ojos y afirmó categóricamente: para crecer. Y creo que tiene razón no sólo el matrimonio, cualquier relación humana es para eso: para crecer.

El otro es un reflejo de mí misma, reconozco en el otro mi propia humanidad que a veces de tan cercana, resulta molesta; siempre una gran vía para el autoconocimiento.

Les mando un largo y apretado abrazo,

Claudia

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