“Ingrid” y “Manuel”

México vive una emergencia nacional por los efectos catastróficos ocasionados por los fenómenos meteorológicos “Ingrid” y “Manuel”.

El saldo al día de hoy es de más de 115 personas muertas y decenas de desaparecidos en diferentes Estados del país, donde las lluvias han sido inéditas. Lamentablemente los más pobres son los más afectados.

Ciudades arrasadas por las lluvias, poblaciones desesperadas, cerca de 17 carreteras federales cerradas, 43 mil escuelas dañadas. Son 14 Estados y 300 municipios declarados en contingencia y los daños materiales son por ahora incuantificables pero la reconstrucción llevará varias decenas de miles de millones de dólares. Los gobiernos federal, estatales y municipales y el Congreso de la Unión deben evaluar los daños y negociar mayores montos presupuestales para la inversión en infraestructura carretera y obras públicas en zonas  urbanas y rurales.

Ante la magnitud del desastre, para el presidente Enrique Peña Nieto ha sido una prioridad coordinar y supervisar personalmente las tareas de apoyo a la población. Por ello,  lo vimos ofrecer una disculpa por retirarse de la cena de gala del 15 de septiembre y anunciar la cancelación de su participación como orador principal en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas a celebrarse esta semana en Nueva York.

Desde el primer momento, el presidente  instruyó a los miembros de su gabinete a trasladarse a los estados afectados y en su representación llevar a cabo las medidas necesarias para ayudar a sus habitantes.  Además, hizo de Acapulco, una de las ciudades más afectadas, el centro de operaciones del gobierno federal, y desde ahí,  por ejemplo, se trasladó a la comunidad de la pintada, en Coyuca de Benitez, donde un alud de tierra sepultó varias viviendas y a decenas de personas.

En esta misma zona, la tripulación de un helicóptero de la Policía Federal perdió la vida luego de que la aeronave se accidentará debido a las condiciones climatológicas adversas;  mientras cumplían con su deber y realizaban tareas de ayuda y rescate.

Este tipo de tragedias hace surgir el sentimiento de solidaridad que caracteriza a los mexicanos, de anteponer al prójimo sobre uno mismo. Al igual que hace 28 años cuando los terremotos de 1985, hoy somos testigos de una gran movilización de la sociedad civil, niños, jóvenes, familias enteras, que buscan aportar su granito de arena, ya sea donando o como voluntarios, en las decenas de centros de acopio, que se han abierto a lo largo y ancho del país.

A pesar de la contingencia, esta es una gran oportunidad para volvernos a mostrar a nosotros mismos y al mundo, que tenemos el carácter y la sensibilidad para unirnos cuando la patria y nuestros hermanos lo necesitan; que somos una sociedad unida capaz de mover a México y superar los desafíos; pues como lo ha dicho el propio Peña Nieto: el desarrollo y el paso firme del país no se pueden detener.

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