En mis tiempos de estudiante preparatoriano, recuerdo que mi maestro de Literatura Universal nos pidió leer “La Metamorfosis”, la famosa obra publicada por Franz Kafka alrededor de 1915, la cual, confieso, no es de mis preferidas.
En aquellos entonces, asumí que no era que la lectura del libro fuera complicada (como en realidad lo es), sino que la traducción hecha del alemán al español era de tal manera mala, que la esencia de lo que en realidad el autor quería expresar en su obra, se había perdido en la traducción.
Mi conflicto intelectual surgió, cuando de la noche a la mañana, el personaje principal de la obra amaneció convertido en una especie desconocida de insecto, combinación de escarabajo con mosca, alebrije y quién sabe qué otra creatura surgida de la espeluznante imaginación de Kafka, fruto de lo que en un principio pensé era el consumo consuetudinario de alguna droga heroica por parte del autor durante el proceso de escritura de libro.
Reconozco que como no le estaba entendiendo bien a los conceptos del libro, le pregunté a mí maestro si durante el curso tendríamos acceso a los estupefacientes requeridos para ponernos a la altura del autor, porque la verdad, me parecía que estaba muy fumado cuando lo escribió.
Con toda la paciencia del mundo, me explicó la interpretación que los letrados le daban a la obra de Kafka, la cual se basaba en el trato de una sociedad autoritaria, propia de la época de esplendor del Imperio Austrohúngaro, en donde el individuo común y corriente se encontraba indefenso ante la brutalidad de una burocracia abrumadora y en donde, ni el Estado comprendía al individuo, ni el individuo entendía al Estado.
Fue entonces que entendí el significado del concepto “Kafkiano”, que desde la muerte del bueno de Franz, se utiliza para describir situaciones absurdas, surrealistas, aberrantes y angustiantes, surgidas entre gobernantes y gobernados, así como las surgidas en las relaciones de los individuos con la sociedad y la familia.
Si no supiera yo que la obra de Kafka se escribió y publicó a principios del siglo pasado, pensaría que en realidad sus relatos descriptivos de los intrincados laberintos de la burocracia, la pasividad de la sociedad y el egoísmo humano, son anécdotas tomadas del acontecer que a diario estamos viviendo en nuestro querido México.
Es por eso que ahora, con plena seguridad, puedo afirmar que es totalmente Kafkiano, el hecho que integrantes de los denominados Caballeros Templarios, se hayan aventado la puntada de ingresar a la sede del Senado de la República, haciéndose pasar por jornaleros del Estado de Michoacán, con el pretexto de exigirle a nuestros ínclitos Senadores, resolución al tema de seguridad en ese Estado.
Por la forma en que se dieron las cosas, si bien es entendible que la comisión de Senadores que en caliente fue nombrada para atender la petición de los rijosos, cumpliendo con las directrices que existen en el Senado para atender a la ciudadanía, no tenían porqué saber que dos personas, del grupo de diez jornaleros nombrados por los más de 400 manifestantes que se encontraban afuera del recinto legislativo, según la Senadora Luisa María Calderón (senadora del Estado de Michoacán), pertenecían a los Caballeros Templarios.
Lo que no me parece entendible, es la razón por la cual, con el conocimiento de causa que en teoría tiene la Senadora Calderón respecto de esas dos personas que se colaron al Senado de la República, quienes para entrar al recinto legislativo tuvieron que identificarse previamente, en su momento, no se tomaron las providencias necesarias para que las autoridades competentes actuaran en consecuencia.
La PGR dice que ya tomó cartas en el asunto y habrá de esperar resultados.
Otra cuestión por la cual, estoy seguro que el mismísimo Kafka palidecería al conocerla, son las declaraciones de los líderes del CNTE, quienes en pleno festejo del centésimo aniversario del Ejército Mexicano, para la entrega de la Plaza de la República, exigieron la rendición incondicional del Zócalo capitalino para volver a plantar ahí su mugrero de campamento.
Ante tales declaraciones, el Gobierno de la República respondió con un improvisado desfile militar, que originalmente había sido cancelado.
No conformes con el caos y las pérdidas económicas que les están causando a los comerciantes y vecinos en los alrededores de su campamento, los letrados miembros de la CNTE (quienes seguramente son fieles lectores de los escritos Kafkianos), sistemáticamente marchan libre y cínicamente a lo largo y ancho de la capital, sin que ninguna autoridad los ponga en orden.
Para cerrar con broche de oro, yo creo que ni siquiera en los sueños más guajiros de Kafka, se hubiera imaginado las recientes declaraciones que hizo el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas en una entrevista radiofónica, en la que declaró que México no debe de vender sus hidrocarburos al extranjero, porque cuando se nos acaben, después ¿qué vamos a hacer?
Yo creo que Kafka era mexicano.