La aviación de bajo costo y el modelo de país

Uno de los problemas del subdesarrollo es considerar que se pueden hacer las mismas cosas que los países de grandes ligas pero con métodos caseros, “como si” fueran lo mismo. Es la filosofía del doctor Simi: “lo mismo, pero más barato”, aunque lo similar no sea de la misma calidad y aunque al final, el resultado sea sólo algo parecido a lo que se buscaba.

El peligro de ir regateando con las expectativas de la población, o ir degradando la normatividad, las exigencias, la realidad, es que la sociedad termina siendo un remedo de sí misma.

Los gobernantes hacen como que gobiernan, los empresarios hacen como que pagaran a sus empleados, los comerciantes hacen como que despacharan kilos y litros completitos, la policía hace como que investiga, los empleados terminan haciendo como que trabajan y todo el mundo simula.  Desde luego, esto no puede llevar a un auténtico desarrollo. Pero, como dirían los clásicos, habría que ver qué fue primero, si el huevo o la gallina.

Y como dirían las abuelitas, en el comer y el rascar, el trabajo es empezar. Hace años empezamos a rebajar las expectativas y los estándares, tanto en el contenido de las medicinas como en la educación o la tabla básica de nutrientes o el salario mínimo que debería ser suficiente para cubrir las necesidades de la familia pero que, todos lo sabemos, es imposible de cubrir con el escaso salario mínimo que se aprueba cada año.

De esta forma, pasamos de ser un país con aspiraciones de llegar a ser de primer mundo, para “adecuar” la promesa a la realidad de lo que los grupos gobernantes realmente estaban haciendo y hacernos “país emergente”, ya sin deseos de dar oportunidades, casa, vestido, sustento, educación, empleo y hasta recreación a todos los habitantes del país.

En el caso de la aviación nos está pasando algo semejante. Comenzamos siendo un país innovador, hasta pujante. En nuestro país sucedieron por primera vez muchas cosas en el sector aéreo a nivel mundial. Creamos el primer correo aéreo, tuvimos a los primeros sobrecargos y algunos de los primeros motores y hélices que se construyeron.

Después fuimos país fundador de la Organización de Aviación Civil Internacional, firmantes del Convenio de Chicago y nuestras aerolíneas fueron de las primeras a nivel mundial, co-creadoras de al Asociación Internacional del Transporte Aéreo (IATA).

México fue la nación anfitriona del primer Centro de Adiestramiento de Aviación Civil en América Latina, el llamado CIAAC, y nuestra normatividad profesional era estricta en razón del nivel de excelencia que deseábamos proyectar.

En los años 60 México construyó una serie de aeropuertos que en pocos años nos colocaron como la tercera red nacional de aeropuertos (no aeródromos: aeropuertos), sólo detrás de Estados Unidos y la Unión Soviética.

Y ni hablar del nivel de nuestros técnicos, mecánicos, controladores de tránsito aéreo, tripulantes, auxiliares técnicos de vuelo (sobrecargos), categoría ésta que en México se tomó tan en serio que se reglamentó antes que en muchos países. Entre otras cosas, México tiene un “Estatuto Jurídico del Comandante” que fue ejemplo a nivel internacional.

Las aerolíneas mexicanas también estuvieron entre las primeras, incluso como fundadoras de las nacientes alianzas globales, en su momento Star Alliance y Sky Team. No olvidemos esfuerzos vanguardistas a nivel América Latina, como “Alas de América” donde Aeroméxico y Mexicana fueron punta de lanza para lograr la conectividad regional.

Pero después, al parecer, comenzamos a importar el modelo del bajo costo que utilizan algunos países para potenciar sus aerolíneas de nicho, pero lo adoptamos  como modelo para el país. Un exsecretario de Comunicaciones y Transportes que para más señas es dirigente de un centro de estudios en un partido político hoy de oposición, creía que toda la aviación de un país podía construirse sobre este tipo de modelo.

Nadie la explicó nunca que la aviación de bajo costo es posible porque existe la otra aviación, la tradicional, que con sus excedentes posibilita que otras aerolíneas de nicho se beneficien de ello.

A contrapelo, se adoptó esta filosofía de sobrevivir con el mínimo, de acabarnos la casa de los padres trabajadores sin seguir construyendo, de aprovecharse de los bienes heredados para remediar los males, pero sin contribuir a crear nuevos bienes para las próximas generaciones.

Ahí está el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. En su escasísimo espacio de 753 hectáreas (menos terreno que el que tenía el primer aeródromo de servicios generales de Balbuena de los años 20) hemos sacado hasta el último reducto y estirado la liga a más no poder. Ya no hay mucho qué hacer y este aeropuerto se ha convertido hoy en un cuello de botella que impide crecer a la aviación como es debido.

Lo mismo pasa con el estatus profesional de nuestros profesionales. Como no quieren pagarles lo que valen, hoy se ofrecen salarios cada día más magros y se asume que es lo mismo un comandante de mil horas que uno de 15 mil (con todo respeto a quien ha acumulado mil, pero con todísimo el respeto para quien tiene esta riqueza extrema de la experiencia y que en China y en Arabia están dispuestos a pagar por lo que realmente vale).

Y pasa otro tanto con nuestras regulaciones. Hace unas semanas comentábamos aquí que las normas que hoy se quieren imponer suprimen la cédula profesional para otorgar la licencia de piloto aviador. Contrario a lo que se cree, los pilotos colegiados que tienen cédula no pagan un centavo por ello al Colegio de Pilotos, la cédula es un requisito de la Ley de Profesiones y está basada en el precepto constitucional de que quienes trabajan en  actividades que involucran la vida, la salud y la libertad de los seres humanos, deben contar con cédula profesional.

Se ha dicho que lo único que puede hacernos diferentes en el futuro es la educación y un instrumento para que ésta se convierta en un estándar con rigor y que dé certeza a la sociedad, es precisamente la vigilancia de las autoridades en el otorgamiento de tal distinción profesional.

En todo caso, lo que pudiera estar mal no es contar con este requisito, sino el que no tengamos autoridades que lo puedan exigir y vigilar como es debido. Pero no es rebajando nuestras normatividades como lograremos alcanzar las más altas calificaciones, sino precisamente haciendo que se cumplan y que tengamos mecanismos de supervisión más estrictos.

Necesitamos más, no menos. Necesitamos volver a creer que podemos ser un país de grandes ligas porque si el ideal es la mediocridad, no necesitamos seguir trabajando, basta con sentarnos a esperar que todo venga del cielo…. si es que después de estos embates nos quedara cielo para el futuro.

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