El mundo asocia comúnmente a los pacientes que sufren depresión con una infinita tristeza ¿podríamos estar más equivocados?
Ciudad de México.- La depresión, de acuerdo con la máxima autoridad clínica para estos casos, el DSM-V, corresponde a un trastorno del estado del animo -aquellos que mantienen a los afectos como principal fuente del problema- y se presenta en el 20% de la población mexicana, según cifras de la Secretaria de Salud Pública.
No obstante, se sabe que México alcanza el primer lugar del ranking de depresión en mujeres a nivel mundial -y el noveno cuando hablamos de hombres- y los trastornos depresivos son muchas veces mal diagnosticados debido a sus síntomas convergentes, además, la depresión suele ser la consecuencia sintomática de algún trastorno más fuerte y la cifra real de las personas que padecen depresión sin saberlo asciende a muchos más.
La depresión se divide en muchos, y muy variados, desordenes; desde aquellos episodios únicos y aislados, hasta los que duran más de cinco años, pasando claro por aquellos tipos de depresión que se conjuntan con alguna que otra manía.
¿Cómo saber si tengo depresión?
Principalmente, deberás asegurarte que las personas que te rodean ‘no sean un montón de imbéciles’, como diagnosticaría la popular frase adscrita por Freud.
En segundo lugar, debes cumplir con al menos cinco de los siguientes síntomas, y diferir así, entre una depresión real y un caso de tristeza o melancolía fuerte:
1. Estado de ánimo depresivo (se siente triste o vacío, presenta conductas de llanto) la mayor parte del día, casi cada día. En adolescentes, niños y personalidades infantiles, esta tristeza, puede aparecer en forma de irritabilidad.

2. Disminución acusada del interés o de la capacidad para encontrar placer en las actividades que realiza (aún cuando antes si lo hallaba).

3. Pérdida o aumento importante de peso (más del 5% del peso corporal en un mes).

4. Insomnio o hipersomnia casi todos los días.

5. Agitación o enlentecimiento psicomotor (estas deben ser observables por los demás y no meras sensaciones de inquietud o enlentecido).

6. Fatiga o pérdida de energía casi cada día.

7. Sentimientos de inutilidad y culpa excesivos o delirantes.

8. Disminución de la capacidad para pensar o concentrarse; existe indecisión.

9. Pensamientos recurrentes de muerte (no solo temor a la muerte), ideación suicida sin un plan específico o tentativas.

**Y además haberlos presentado por un periodo mínimo de seis meses.
¿Una vuelta a la depresión?
De acuerdo con el neurólogo austriaco, Sigmund Freud, la depresión en los pacientes que la sufren no es otra cosa que sentimientos de ira reprimidos y sentimientos de culpa generados por sentir esa ira.
Uno de los rasgos detonantes en los depresivos es, de acuerdo a su corriente teórica, la reacción a la perdida de un ser amado o de una abstracción equivalente. En su trabajo ‘Duelo y melancolía’ explica como el duelo resulta de la pérdida por muerte mientras que la melancolía surge por la pérdida de otro tipo.

Existen entonces perdidas reales y otras conocidas como pérdida del objeto. La depresión para el psicoanálisis es una manifestación de hostilidad contra la persona amada a la que se perdió en el plano de lo simbólico. Existe así una reacción de odio contra el objeto de amor perdido, por haber desaparecido. Este odio a la persona amada provoca excesivos sentimientos de culpa y, para defenderse contra la culpa, el individuo revierte contra si mismo los sentimientos hostiles.
El paciente deprimido es sumamente crítico consigo mismo y experimenta, al mismo tiempo, sentimientos de amor y hostilidad. Cuando el paciente pierde un ‘objeto’ amado (real o simbólicamente) se desespera, y así, cualquier sentimiento hostil vinculado a este objeto se dirige en contra del paciente mismo, como un autorreproche.

El duelo y la tristeza son estados normales por la perdida del objeto de amor en la realidad; la diferencia esencial para crear una patología, descansa en el narcisismo del melancólico, cuya intolerancia a experiencias de perdida lo llevan a la identificación con el objeto perdido, para poseerlo subjetivamente en su ausencia real, pero al mismo tiempo, la ambivalencia amor-hostilidad le hacen además de extrañar al objeto, atacarlo; al habernos constituido como el objeto el ataque llega directamente a uno mismo.
Para comprobar la teoría de Freud, expertos de la Universidad de Manchester encontraron que las personas con años depresión clínica obtenían diferentes resultados en las radiografías tomadas a sus cerebros pues las zonas que mantienen la culpa y los autoreproches eran visiblemente más grandes que aquellos participantes que nunca sufrieron de depresión en su vida.

Este mecanismo logró explicar gráficamente la clásica observación freudiana de que la depresión difiere de la tristeza normal debido a la tendencia a exagerar los sentimientos de culpa y autoreproches en el individuo.