Un posicionamiento que data de hace un siglo continúa marcando la política exterior en el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, sin importar las críticas que ha generado alrededor del mundo.
En 1930, Genaro Estrada, Secretario de Relaciones Exteriores durante la Presidencia de Pascual Ortiz Rubio, redactó y publicó mediante un comunicado la llamada “Doctrina Estrada”, documento en el que México se manifiesta en contra de que los países decidan si un gobierno extranjero es legítimo o ilegítimo, particularmente en caso de que provenga de movimientos revolucionarios.
Casi un siglo después, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador ha recuperado dicho documento para justificar su posición en torno a la crisis en Venezuela.
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Para el mandatario, la doctrina Estrada es el eje de la política exterior del país porque mantiene como elementos rectores de la diplomacia los principios de libre autodeterminación de los pueblos y de no injerencia en los asuntos internos de otros países.
AMLO y Maduro
Desde que asumió el poder, Obrador ha sido duramente criticado por no expresar una posición dura en contra del criticado presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. Esos reclamos no han hecho más que escalar, especialmente tras un proceso electoral que llevó a un nuevo mandato de Maduro y que ha sido desconocido por gran parte de la comunidad internacional.
La semana pasada, Juan Guaidó se declaró “presidente encargado” de Venezuela y contó casi de inmediato con el respaldo internacional de Estados Unidos, el llamado “Grupo de Lima” y diversos países europeos.
Sin embargo, el gobierno mexicano anunció que sigue reconociendo a Nicolás Maduro como presidente de Venezuela, bajo el argumento de no intervención contenido en la citada Doctrina Estrada.
La doctrina Estrada en concreto
Con una edad de un siglo, la doctrina Estrada, afirman muchos, no tiene razón alguna para mantenerse vigente, mientras que otros consideran que el documento sigue siendo relevante hasta nuestros días. ¿Pero qué es lo que se dice en este documento?
“México no se pronuncia en el sentido de otorgar reconocimientos, porque considera que ésta es una práctica denigrante que, sobre herir la soberanía de otras naciones, coloca a éstas en el caso de que sus asuntos interiores puedan ser calificados en cualquier sentido por otros gobiernos, quienes, de hecho, asumen una actitud de crítica al decidir, favorable o desfavorablemente, sobre la capacidad legal de regímenes extranjeros”, se afirma en el texto.
Cabe destacar también que el documento restringe las acciones que puede tomar el gobierno mexicano a lo siguiente:
“Mantener o retirar, cuando lo crea procedente a sus agentes diplomáticos, y a continuar aceptando, cuando también lo considere procedente, a los similares agentes diplomáticos que las naciones respectivas tengan acreditados en México, sin calificar, ni precipitadamente ni a posteriori, el derecho que tengan las naciones extranjeras”.
Esas son las principales directrices que, afirma AMLO, el país deberá seguir en su política exterior.
AMLO tiene razón, porque de otra manera cualquier traidor y/o vende patrias se declararía presidente con un grupo igual de lacayos, sin más. Y con sólo agrandarle al imperio sería reconocido presidentr