La irresistible metamorfosis del diablo

“The only way to get rid of temptation is to yield to it”
Oscar Wilde

“En primer lugar intentó apartarlo de su penitencia susurrándole recuerdos de su riqueza, el afecto por su hermana, el amor al dinero y a la gloria, los variados placeres de la mesa y otras comodidades de la vida y, finalmente, las penalidades de la virtud, sugiriéndole que su cuerpo se pondría enfermo, y la duración de sus sacrificios (…) Y una noche adoptó forma de mujer imitando sus actos para seducirlo.”

Atanasio de Alejandría, Vida de San Antonio

Parecería lógico – nos dice Umberto Eco – que de acuerdo con la tradición el diablo habría de ser feo.  El que encarna el mal debe encarnar también fealdad, repugnancia, monstruosidad, abyección y terror.  Pero a San Antonio el Abad habría que preguntarle su propia experiencia: el diablo que él conoció no siempre fue horripilante.

¿Atrae la figura del santo?  ¿Es llamativa su tozudez, su perseverancia, su determinación?  ¿Es admirable su sacrificio, su abnegación, su compromiso?  ¿Es importante su ejemplo, para fines pedagógicos?  ¿O será que no puede uno sino revisitar el concepto, por la variedad figurativa que implica?  ¿Será, si no, que la iconografía es irresistible?  ¿O más bien que el morbo que el artista siente por la idea de la tentación invita a volver a hacer sufrir al santo, una vez más, con una nueva representación llena de interpretaciones propias?  Las preguntas permanecen sin respuesta.  Quizás todas las suposiciones son correctas.  Quizá ninguna.  De cualquier modo, al final de cuentas, lo cierto es que la imagen vuelve a aparecer aquí y allá, antes y después, hasta la saciedad del espectador y el enloquecimiento por tortura del devoto.

San Antonio es un anacoreta.  Un hombre del desierto.  Se aleja del mundo, que no trae más que depravación.  La vida en soledad abre las puertas a la contemplación del bien.  Cuan más lejos esté de los otros hombres más podrá acercarse a lo divino.  Las tentaciones del mundo son demasiado frecuentes.  Las distracciones impiden alcanzar la santidad.

Hieronymus Bosch.  La tentación de san Antonio
Hieronymus Bosch. La tentación de san Antonio

Por tentación entendemos aquel deseo de llevar a cabo una acción que traerá una inmediata remuneración placentera, para después amagar al alma con arrepentimientos derivados de preconcepciones sociales, religiosas, morales, económicas, legales.  Para Rops, Cristo parece morir y abandonar a su seguidor.  La voluptuosidad de una mujer seductora pretende desde lo alto de la cruz del sacrificio arrancar al ermitaño de su ensoñación mística para llevarle a gozar en la carne.  El diablo, que es maldad y horror, de pronto se ha convertido en paradigma de lo bello y lo deseable.

Félicien Rops.  La tentación de san Antonio
Félicien Rops. La tentación de san Antonio

El abad baja la cara ante la vista que el enemigo le presenta.  Los colores son atractivos.  Las pinceladas cortas y apelmazadas; las formas indefinidas pero perfectamente discernibles.  Las carnes son de luces y de sombras que es preciso acariciar.  La mujer de formas graciosas aparece bajo un velo inmaculado.  Nada malo podrá tener.  Los niños son inocencia, y le acompañan para tranquilidad del pensamiento.  El cuerpo sin manchas de un ser imaginado por Dios, bajo un cielo apastelado que evoca felicidad, no puede sino ser agradable y bueno.  Pero todo es un engaño.

Paul Cézanne.  Las tentaciones de san Antonio
Paul Cézanne. Las tentaciones de san Antonio

Riqueza, triunfo, fama, comodidad.  En el desierto interminable las ofrendas se le presentan a Antonio de manera ritual.  El mundo estará a sus pies.  Los seres que se estiran hacia el cielo lo llevarán a la cima de la gloria montado en sus lomos llenos de oro, mujeres, poder y eternidad.  ¿Puede uno caer en la tentación víctima de confusiones que se transmutan en deseos incontenibles?

Salvador Dalí.  Las tentaciones de san Antonio
Salvador Dalí. Las tentaciones de san Antonio

La representación del artista guanajuatense es ambigua.  Parece echar mano de figuras de Archimboldo.  En realidad – si esto se puede y no se cae en contradicciones -, de lo que nos habla es de temores pesadillescos.  De sueños malos sufridos en ancas de la yegua de la noche que atormenta al hombre bueno en lo etéreo.  San Antonio es un tubérculo.  Satanás está formado por raíces de presencias fálicas.  El ser postrado, que termina siendo humano luego de una segunda vista, sufre en un gesto de dolor ante la amenaza del demonio.

Diego Rivera.  Las tentaciones de san Antonio
Diego Rivera. Las tentaciones de san Antonio

El diablo se ha fastidiado.  La fuerza del abad es inquebrantable.  Escupe demonios, seres incontemplables; le visita con animales nunca vistos que erizan los pelos, que aceleran los pulsos, que invitan a la huida.  Las amenazas no resultan: el hombre es capaz de hacerse fuerte también ante el temor.

Matthias Grünewald.  Las tentaciones de san Antonio
Matthias Grünewald. Las tentaciones de san Antonio

La santidad del abad, después de todo, no se cuestiona: puede resistir a todas las tentaciones que el Maligno le plantee durante los años largos que dure su penitencia.  El pintor, en cambio, vez tras vez, siglo tras siglo, tradición tras tradición, no logra escapar a la tentación de volver a representar al religioso de la fuerza de voluntad férrea.  El diablo se metamorfosea en conceptos que hay que reproducir.  Y mientras esto sea cierto, cada vez que la estética lo reviva, el orante estoico aquel volverá a tener que plantarse de una pieza para hacer frente, hasta el dolor, sin tregua y de manera circular, a lo único que el mundano es incapaz de resistir.

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