A la mexicana

Uno de los principios básicos para hacer eficientes a los mercados y favorecer el bienestar de los consumidores es que exista y se garantice la libre entrada y salida de empresas para trabajar en todas las actividades, en todo momento. Sobran los ejemplos en nuestro país de los impedimentos que existen en demasiadas actividades para que entren, sobre todo para entrar a muchas empresas para competir. El resultado es que el consumidor termina pagando precios muy elevados por productos y servicios que normalmente no están actualizados tecnológicamente y no les permite utilizarlos con eficiencia para ser más productivos.

La reforma que se hizo en el país a la ley de quiebras, ahora denominada de concursos mercantiles, tuvo como objetivo precisamente agilizar el proceso de salida de empresas ineficientes, que por diversas razones cayeron en incumplimiento de pagos y deben ser liquidadas, dando paso así a otras empresas, que tomen el ejemplo y no repitan los errores que llevaron a su antecesor a la quiebra.

Con esto en mente, es motivo de risa que “un juez” decida ampliar casi ad infinitum el plazo para que la línea aérea en desgracia sea declarada en quiebra, se liquiden sus activos y entren otras a suplirla. Han pasado varios “interesados” que al darse cuenta que el gobierno no va a entrar al rescate y a las quitas, y que el sindicato no modificará los términos de su contrato, simple y sencillamente se van a buscar otras opciones.

Todavía de más risa es el hecho de que los integrantes de la comisión permanente desperdicien su tiempo, como si no hubiera cosas mucho más importantes que hacer por el bien de todos, en proponer que el gobierno otorgue una carta de crédito para que la empresa sea rescatada. No han terminado de entender el argumento de que con esos pasivos y ese contrato colectivo, la empresa sólo es viable si trabaja en mercados sin competencia; esto es, en las rutas en las que nadie más vuele y pueda ofrecer precios astronómicos, como de hecho hace la otra línea que hasta la entrada de las de bajo costo, vuela a destinos en los que la autoridad no ha dado permiso para que todos vuelen.

El efecto de la mayor competencia en ciertos mercados, o rutas, ha sido que las tarifas se hayan reducido, hay más frecuencias, vuela más gente, los aviones son más nuevos y seguros y, en una palabra, ha sido un juego de ganar-ganar. Neceando para que reviva el muerto y cerrando la entrada a más competidores a ciertas rutas, lo único que se logra es que se mantenga la mediocridad en el servicio, se paguen precios más elevados, se utilicen equipos viejos y se reduzca el tamaño del mercado. Muy buen logro, por ahí vamos seguros de que nuestra competitividad seguirá a la baja y ni qué decir del índice de libertad económica, al impedir sistemáticamente la entrada de competidores a los mercados.

Otro de los aspectos que es en verdad de risa es esto de que en este año electoral el gobierno haya decidido ir por el mercado de los no afiliados a las instituciones de seguridad y vivienda, léase a los informales y les otorguen créditos a la vivienda. La escena cómica se completa con el anuncio del financiamiento a la educación, como si el argumento para que los jóvenes no estudien fuera que no pueden pagar las colegiaturas y cerramos con broche de oro con el anuncio de la ampliación del programa 70 y más. Al parecer nada hemos aprendido de la crisis en Europa, y posiblemente nuestras aguzadas autoridades nos digan que aquí no tenemos déficit elevado ni deuda. La respuesta en automático es que eso es ser miopes de visión, ya que el verdadero problema de los programas sociales mal fondeados se presenta en el mediano y largo plazo. Claro, siempre puede más el argumento de yo me beneficio hoy y mañana que pague quien siga en turno.

Sugerimos opciones: bajar las cuotas de afiliación a las instituciones para que más empresas e individuos se afilien y paguen y tengan derechos; buscar ocupaciones en actividades propias a los de 70 y más para que sus recursos sean a cambio de una labor productiva, por ejemplo vigilar que los narcos y los vendedores de comida chatarra no se instalen en los alrededores de las escuelas públicas y, para que los egresados de las escuelas ganen más y haya más atractivo para estudiar, hacer que las universidades gratuitas se vuelvan lugares de excelencia, promoviendo mayor competencia para ingresar y exigiendo un desempeño superior en términos de promedios. ¿Qué flojera no? Mejor sigamos tirados de la risa.

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