A propósito de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, hoy quiero dedicar estas líneas precisamente a las mujeres, en especial a mis colegas ingenieras. Lo anterior desde el reconocimiento y admiración que me representan por el terreno que han conquistado, aunque me parece absurdo que hayan tenido que conquistar algo que por una simple cuestión de igualdad siempre debió haber sido de ellas.
Hablando de mi profesión, durante muchos años era algo insólito ver mujeres que tuvieran el interés de estudiar ingeniería. Cómo imaginar a una muchacha llenándose los zapatos de tierra, conviviendo con los albañiles o haciendo largos recorridos de reconocimiento en las sierras o planicies del país. En la actualidad, cada vez es más común encontrar ingenieras desempeñando papeles realmente destacados en su ejercicio profesional como jefes de frente, directoras de área, gerentes o incluso dueñas de sus propias empresas.
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), en 2003 el 6.4% del personal ocupado en la industria de la construcción eran mujeres, cifra que subió al 9.6% en el año 2008. Si bien pareciera que el incremento no fue significativo, me parece que dicho porcentaje tiende a seguir subiendo, con la constante incorporación de la mujer en actividades propias de la industria.
En lo personal tengo la fortuna de haber tenido condiscípulas, compañeras de trabajo y alumnas. Todas ellas con grandes méritos, el primero, haberse enfrentado a un medio todavía sexista y machista. El segundo, haber destacado en el nivel que les ha correspondido, convirtiéndose además en formadoras de nuevas generaciones de ingenieros.
Como lo dije al principio, mi reconocimiento a todas ellas, no solo por el Día Internacional de la Mujer, sino por todo lo que representan para el país.