En estos días de lluvia es difícil distinguir entre las que suceden al aire libre y las que se cuajan al interior de los corredores del poder.
Mientras los huracanes se forman en el mar y tienen la mala costumbre de entrar a tierra sin invitación alguna, a los planes reformistas en materia energética y fiscal pareciera que se les da la bienvenida sin miramiento.
Sin duda ambos eventos traen desgracia.
Lo que ha sucedido a los Estados ubicados en la costa del Pacífico, es una crisis. El dolor de los ciudadanos ante la impotencia para solucionar sus problemas es una fuente de cólera que será difícil de controlar. No hemos visto nada aún en relación a la respuesta de los ciudadanos más afectados.
Sin duda la ruta de escape de los gobernadores de estos estados por su evidente falta de preparación y la construcción de infraestructura de baja calidad, será la de culpar al huracán primero y posteriormente al gobierno federal por la lentitud en la entrega de Apoyos.
La pregunta que esta columna se hace es ¿qué papel juegan estos gobernadores ante estos retos? No se ve para nada una actitud de atención y reacción rápida, eficiente y oportuna ante la crisis.
En este sentido, los gobiernos estatales cada vez más demuestran su poca o limitada relevancia. No pueden ofrecer seguridad a sus ciudadanos, no son capaces de crear oportunidades para el desarrollo económico, educan mal y ofrecen servicios raquíticos de salud.
No que el gobierno federal sea mejor. La diferencia es que el gobierno federal cuenta con recursos financieros y humanos, lo que los estatales no son capaces de generar.
Hasta ahora esta columna nunca había considerado que la eliminación del pacto federal sea una solución a los problemas de México. Pero después de observar la ineficacia, indiferencia y hasta la mezquindad de los gobernantes estatales y municipales ante la crisis que viven sus gobernados me pongo a pensar sobre una relación costo-beneficio de contar con estados independientes.
Hay muchas democracias modernas que no tienen pacto federal, Francia es una de ellas. En Francia, el Presidente es Jefe de Gobierno para todos los territorios franceses. No hay gobernadores propiamente dicho, sino que tienen un cuerpo administrativo llamado “Consejo Regional” y este a su vez nombra un presidente que no tiene un mandato popular.
Adicionalmente, estas regiones no cuentan con legislaturas propias. Es decir, el gasto a nivel federal cubre las necesidades de los ciudadanos de todo el país y no existe un gasto adicional para el nivel estatal.
En el caso mexicano, no solo tenemos el gobierno estatal, un gasto enorme sino también las legislaturas estatales.
El presupuesto total de los Estados de México, según un estudio publicado por Sergio Aguayo, fue de $83 mil millones de dólares en 2009, lo que representa 10% del PIB de ese año.
Pero este 10% del PIB no es el total del costo a la sociedad de tener Estados que no resuelven nada. A esto debemos sumarle la corrupción a nivel estatal que si bien no tiene una medición exacta, algunos expertos la ubican en 3% del PIB. Eso quiere decir que los Estados cuestan a la sociedad un total de $143 mil millones de dólares.
Ahora bien, el ahorro total por la eliminación de los Estados no sería este total, ya que aún debería considerarse el costo de la seguridad y la salud, sin embrago el ahorro no dejaría de ser considerable.
México tiene una tradición federalista desde su independencia. Sin embargo este esquema de gobierno claramente está dejando mucho que desear a los ciudadanos del país. Solo falta ver el desempeño, o mas bien la falta total de desempeño, de los gobiernos de Guerrero, Oaxaca, Sonora, Nayarit, Jalisco y en general todos los afectados por las fuertes lluvias.
Ninguno estuvo a la altura de las circunstancias y su mejor respuesta fue extender la mano y pedir el “apoyo de la federación”. Para que queremos líderes electos si no son capaces de responder a sus ciudadanos justamente en tiempos de crisis.
Vaya Ruta de Evacuación para un grupo de gobernantes. Es una pena.