Amigos queridos:
Lejos de todo lo que se pueda pensar de una obra estudiantil, ésta me pareció un espectáculo impecablemente montado, que no se deberían perder. Hasta a mí me resultaría empalagoso el panegírico que escribiría en torno al montaje… así que mejor lo dejo así.
Rescata todos los elementos de la clásica tragedia griega, en la que el destino de los hombres depende de los caprichos divinos. Por si esto fuera poco, retoma el espíritu de las obras de cabaret de los años cincuenta, logrando una fórmula fresca y divertida.
Tal vez, muchos de ustedes sepan qué fue el Maracanaço, ya sea por vivencia propia o cultura general. Sin dármelas de muy joven y sí, tal vez de poco culta, nada sabía al respecto, por lo que a raíz de ver esta obra, me puse a investigar.
En 1950 se jugó el Mundial de Fútbol en Brasil. Para dicho evento, se construyó en menos de dos años el monumental estadio Maracaná de Rio de Janeiro; las reglas del torneo eran muy distintas a las que conocemos hoy en día. En aquel entonces, los cuatro* mejores equipos se enfrentaban en una ronda final, todos contra todos. Dada la combinación de resultados, el último partido definiría al campeón. Al anfitrión le bastaba con el empate, mientras que su adversario, Uruguay, necesitaba la victoria.
El marcador quedó en ceros durante la primera mitad del partido. Al inicio del segundo tiempo, Brasil abrió el marcador y todo era fiesta. Al minuto 21 cae el empate y, ¿por qué no? Sigue el festejo… hasta el minuto 34, en que Ghiggia finta un centro, burlando al arquero Moacir Barbosa, para anotar el tanto que daría la victoria a la escuadra charrúa.
Cuenta la leyenda que silenció a los 200,000 espectadores hasta el final de la contienda. Tal fue el desencanto, que se suspendió la ceremonia de premiación y la copa se entregó discretamente, casi a escondidas. Esta tragedia para el pueblo brasileño, es conocida bajo el nombre de Maracanaço y fue tal, que ni siquiera celebraron el carnaval ese año.
Dicho mundial estuvo plagado de resultados improbables y los eventos extraños se dieron desde antes. La selección favorita era la italiana, pero la tragedia de Il Grande Torino (El famoso avionazo en donde falleció todo este gran equipo) dio al traste con la Forza Azzurri, pues 10 de los seleccionados perecieron en el accidente y, para no correr riesgos innecesarios, el viaje trasatlántico se efectuó en barco.
Todos estos eventos históricos, encuentran una explicación lógica y contundente bajo la pluma del ingenioso dramaturgo Ernesto Anaya: todo fue un terrible juego de los dioses. A primera vista resulta una interpretación simpática, pero bajo una óptica más analítica, creo que tiene toda la razón. Por alguna rara causa, tal vez el gen del hado grabado en nuestra memoria atávica, tendemos a pensar que nuestros infortunios son causados por una fuerza superior. Hay quienes lo ven como pruebas de vida, otros con una visión más judío-cristiana… castigo divino bien merecido. El caso es que no hay responsabilidad de nuestra parte. ¿No sería más reconfortante pensar que los eventos simplemente ocurren y que es nuestra decisión la actitud con la que vamos a vivir dicha experiencia? ¿Acaso no nos sentiríamos menos vulnerables sabiéndonos responsables de nuestra felicidad?
Por otro lado también creo que tenemos una necesidad de tener héroes, hombres extraordinarios a quienes admirar. Ciertamente ya nadie recuerda a Orión, Aquiles u Odiseo y para algunos Iron Man o Supermán resultan demasiado fantasiosos. Así pues, encontramos consuelo en Pelé y el Chicharito. No veo mal admirar a estos deportistas, creo que nos enseñan grandes lecciones de disciplina y entrega; pero también sería lindo mostrar esta misma deferencia por genios de otros ámbitos. Pienso quizás en Steven Hawking, quien pese a padecer esclerosis múltiple, ha redescubierto el Universo. ¿Acaso tienen idea los chicos, de quién es este maravilloso físico? Y no es sólo culpa de los medios; me parece que nosotros, como sociedad, debemos darnos a la tarea de rescatar a otros héroes modernos y no sólo a los deportistas.
No me malinterpreten. Me encantan los deportes y siendo mexicana, obvio tengo gusto por el fútbol. Sufrí, gocé y celebré rodeada de tres generaciones, la reciente victoria del Tri en las olimpiadas. Sí. ¡Una de oro, en nuestro deporte nacional y contra Brasil! Nada más que pedir. La neta estaba chinita cuando vi ondear nuestra bandera y escuché el Himno Nacional… pero creo que debemos salvar distancias y no perder de vista que sólo se trata de un deporte y hay asuntos en nuestra vida personal y como nación, de mucho más peso e importancia.
Les mando un fuerte y apretado abrazo,
Claudia
*Brasil, Uruguay, España y Suecia
Se presenta en el teatro Juan Ruíz de Alarcón del Centro Universitario ubicado en Insurgentes Sur 3000. Funciones: mi, ju, vi 19 hrs; sa 11 y 19hrs; do 11 y 18hrs. Acaban temporada el 26 de agosto, pero la estarán reponiendo durante el resto del año. Para mayor información www.cut.unam.mx