Amigos queridos:
Este domingo mi amadísimo Beto Juárez me invitó a ver “La Muerte de un Viajante” que se presenta en el Foro Cultural Chapultepec. Un claro ejemplo de lo que les comentaba la semana pasada, una obra que teniéndolo todo, a mi gusto no acaba de cuajar.
Creo que el mayor desacierto de esta puesta en escena, radica en el audio. El tamaño del foro no amerita el uso de micrófonos; los actores proyectan no sólo con el rostro y el cuerpo, la voz es un elemento primordial para establecer conexión con el público, siento que se pierden los matices.
La producción es bárbara, en lo personal me gusto mucho la escenografía. El reparto de primer nivel, incluso los personajes secundarios e incidentales son representados por actores a quienes les he visto trabajos estupendos. Sin embargo aquí no acaban de lucir.
El actor principal es José Elias Moreno, para mi gusto un poco exagerado. Caben destacar las actuaciones de Silvia Mariscal y Emilio Guerrero; los demás cumplen.
En general la obra está bien. El boleto es caro, afortunadamente fui invitada, así que no hice gran berrinche por la relación costo-beneficio.
Lo que sigue valiendo la pena es el texto de Arthur Miller, considerado por muchos como el mejor dramaturgo estadounidense del siglo XX y máximo representante del teatro del realismo norteamericano, en lo personal prefiero a Tennessee Williams.
Ubicándonos en contexto, al finalizar la segunda guerra mundial el teatro norteamericano giraba en torno a musicales y comedias. Herederos de Eugene O’Neill tanto Miller como Williams, escriben obras de crítica social a través de tramas en donde la psicología de los personajes juega el papel principal. El abordaje es distinto, mientras que Miller se burla del gringo clase mediero; Williams enaltece a los marginados.
La muerte de un viajante es quizás la pieza más conocida de Miller. Se estrenó en 1949 y le valió el Pulitzer de teatro, así como el Tony. Una crítica mordaz al sueño americano a través de la historia de un vendedor que a sus 63 años se encuentra desempleado, fracasado y con deseos suicidas, pues vale más muerto que vivo.
Aún me parece increíble lo sordos y ciegos que podemos ser como sociedad. Desde que se estaba configurando la base del capitalismo ultranza, basado en el consumismo y la deshumanización, había llamados de atención a través de las artes. Y decidimos: no escuchar. No es extraño que aún estemos padeciendo las consecuencias económicas de la crisis hipotecaria norteamericana, que además tuvieron a bien exportarnos a todo el mundo a través de su moneda e instrumentos financieros. No es extraña la crisis de valores que estamos padeciendo como sociedad.
Pese a los grandes temas que aborda la obra, lo que me parece más triste y actual, es que el vendedor nunca vive el presente, siempre está postergando para el futuro y cuando ese futuro lo alcanza, no hay cabida para la esperanza. Me pregunto ¿Cuántas veces he dejado de disfrutar el aquí y el ahora, por mirar al pasado o al futuro? En realidad ¿Cuántos ahoras he matado? Lo cierto es que el presente es lo único que existe y si no lo vives plenamente, se te escurre por instantes que no puedes recuperar.
Les mando un largo y apretado abrazo,
Claudia