Sobre el oscuro abismo en que te meces, sobre el oscuro abismo en que me mezco. Y como si todo fuese cierto te miro en el miedo.
La canción del que fuera vocalista del grupo musical El último de la Fila, me asalta una y otra vez, como consecuencia de la repetición machacona en los medios informativos de todo el mundo, de ese lugar imponente y peligroso en el que podría haber caido la economía mundial antes de que rematase el año: el abismo fiscal de los EE.UU. Y como si de una película de suspense se tratase, nos convidaron a hacer un seguimiento casi al minuto, de las negociaciones entre republicanos y demócratas, nos narraron hasta la saciedad del peligro, una y otra vez, como en una larga escena de estructuras análogas.
Por eso, en este asomarnos por hartazgo al abismo, nuestra obligación no es otra que la de articular una reflexión, indagar, y buscar en definitiva, cual es el relato enmarcado. Porque al igual que en el cine u otras manifestaciones artísticas, la información puede hacerse directamente sin artilugios, sin esconder nada, o sutilmente, no informando de lo que no se considera pertinente, una estructura informativa abismada, que es lo que estamos presenciando estos días.
Es una forma de narrarnos la realidad que nos ofrece un camino laberíntico, que puede engañarnos como en la mise en abyme, por lo tanto, es necesario seguir buscando la verdad no contada directamente, y que está dentro de otra historia.
Pienso que esta podría ser, esa mordaza sobre el verdadero origen de la crisis financiera y que algunos achacan claramente al vínculo entre economía y terrorismo, como lo hizo el activista del movimiento Occupy Wall Street, Teddy Wayne, en su libro Kapitoil. Porque de esa locura que generaron los atentados del 11 de Septiembre, surge en gran medida la actual crisis, según numerosos economistas. Ya que en ese momento, se inició una estrategía económica, que obligó a la Reserva Federal Americana a bajar rapidamente los tipos de interes en un año y medio, del 6.5% al 1.5%, con el fin de poder vender rapidamente su deuda, y poder sufragar así, las guerras de Irak o de Afganistán.
Por eso, después de una década, el resultado de esa política del miedo y el sin sentido, deja cifras y datos irrefutables. En el año 2001 Estados Unidos tenía superávit en sus cuentas fiscales, a finales del 2012 el déficit era de 17 billones de dólares, más del 100% de su producto interior bruto. El número de desempleados en esas fechas, era el 4% de la población, los datos de Octubre del 2012 son del 7.9%. Y si la carrera armamentística parecía haber disminuido una vez terminada la guerra fría, el incremento fué exponencial a raíz de los atentados de New York, y solo el coste de la guerra de Irak se estima en 4 billones de dólares. El barril de petroleo cuyo precio era en aquel momento de 28 dólares hoy es de 113. Así pues, el único abismo que ha generado está economía, es el que separa y hace más profunda la diferencia entre los más ricos y los más pobres, razón por la que hay que tener especial cuidado con el relato escondido en esta narración de la política del miedo, porque parafraseando a Nietzsche:
“Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti”