Opacidad y corrupción

Uno de los argumentos principales de los partidos de oposición contra el hasta entonces invencible tricolor, era la corrupción. Era de todos conocido que ganar un puesto de elección popular, o ser parte del gabinete y en general tener algún puesto en el gobierno en sus varias versiones y poderes era una licencia para hacer dinero.

Cuando la competencia arreció era casi una exigencia, ya que había que pagar costosas campañas electorales y hasta prácticas no ortodoxas para convencer a indecisos y otros de la conveniencia de votar por el partido.

En ese entonces decían los teóricos de la política (¿?), que la alternancia de partidos en los puestos garantizaría la transparencia, rendición de cuentas  y eliminaría la corrupción.

Bueno, hoy en día hemos vistos suficiente alternancia en una buena cantidad de puestos y cargos de elección y a menos que el respetable tenga argumentos desconocidos para esta risueña columna, las cosas, hoy en día, ¡están peor!.

Hasta el inmaculado IFE hace guardaditos que no devuelve, supuestamente para ahorrar en sus gastos de inmuebles. Es más, ahora algunos sabihondos??? de la política, que no teóricos, dicen que con reelección de legisladores habría incentivos para portarse bien, a efecto de que el electorado decidiera mantener su apoyo a los buenos.

Esto nos lleva al tenebroso tema de las crisis financieras, cuando la sociedad exigía mayor y mejor regulación de los intermediarios y un teórico de la economía, que abundan, dijo que eso sería una labor inútil ya que la imaginación de los financieros no tiene límites.

Bueno, aceptando que hoy en día los partidos políticos son el mejor negocio del mundo y que los políticos y funcionarios tienen las mayores ganancias en el país, cualquier tipo de regulación enfrentará no sólo la oposición de los beneficiarios, actuales y potenciales, sino la imaginación de todos ellos al unísono.

Para ir preparando las carcajadas, remontémonos a la época de las llamadas reformas políticas y la clase de basura que aprobaron, que ahora pagamos en la forma de spots estúpidos con contenidos para retrasados mentales y que ni los personajes de las inocentes historias infantiles creerían.

Nada más como ilustración, mencionamos eso de que gobernando vamos a dar las respuestas a las preguntas de México. Ufff, en ese partido se olvidan de su historia; o eso de los de oposición, de que en este partido no hemos cometido errores garrafales. Bueno, dirían los puristas, eso depende de qué consideramos como garrafal.

Para cerrar esta parte, nada más tratemos de imaginar al gobierno amoroso, vistiendo de cupidos a los recogedores de basura, para que nos demos cuenta de que amorosamente les importamos un bledo, o el envío de información clave, en folders de corazoncito, a las reservas y el amoroso mandado al diablo a la institución que amorosamente presume que transparenta y garantiza el acceso a la información.

Realmente como sociedad estamos en una situación muy difícil, ya que los propios partidos y políticos, el sistema como decíamos antes se está blindando desde dentro y a nosotros sólo nos quedará callar y seguir pagando impuestos y si acaso, retirarnos a lo oscurito a reírnos de nuestra propia estupidez, en lugar de ponernos las pilas y exigir que las cosas cambien.

Dicen otros analistas políticos que las redes sociales jugaron un papel muy relevante en esto de las revoluciones en el mundo Árabe y nosotros nos preguntamos, ¿Tendremos esa opción a nuestro alcance? Al parecer no; los pre candidatos decidieron abrir sus cuentas con la esperanza de que cada seguidor fuera un voto y hoy las cosas parecen diferentes.

Todo indica que los partidos y el cuarto de guerra de cada precandidato ha contratado a sus mensajeros y contestadores oficiales, echando a perder una vía que prometía ser útil. En todo caso, pensamos, nadie sabe a ciencia cierta cuántas personas tienen cuentas en las redes sociales; cuántas son políticamente responsables y cuántas verdaderamente irán a votar el día de las elecciones.

Para no caer en la depresión extrema, ya que lo que toca es reír, mejor no preguntamos cuantas de esas personas pasarían con calificación elevada las pruebas de comprensión de lectura. O sea, mejor echémonos a reír.

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