“Escribe cosas dignas de leerse o haz cosas dignas de escribirse”
Benjamín Franklin.
Ciudad de México.-Una vez más me encontraba ahí, justamente ahí, nuevamente ahí, haciendo cosas dignas de escribirse, viviendo momentos dignos de contarse, experimentando.
27 de junio de 2015 y 27 años después.
Entro de nuevo, tomo el elevador, se abren las puertas y ahí estoy. Piso 18, suite Marco Polo, Hotel Sheraton y el Ángel de la Independencia es nuevamente testigo, erguido como siempre, tal como lo recordaba y yo lista para permitir aflorar los sentimientos, esos que brotan a flor de piel.
Rápidamente me contagio de la energía de la gente, la música entra por mis oídos y mi alma la reconoce, es esa, la que hace palpitar más rápido mi corazón, es una celebración, los que nos encontramos reunidos estamos festejando acompañados, desde el piso 18, junto con miles y miles de personas que caminan bailando por la gran Avenida Reforma. Diana La Cazadora, el Ángel, la palmera y los monumentos importantes presencian año tras año La Marcha del Orgullo Gay.
El asfalto no es gris, se ve de colores, el arco iris no se encuentra en el cielo, ese día baja a la tierra, pinta la avenida, baña de luz y refleja la alegría.

Los coches se detienen, la gente se asoma desde los balcones y terrazas, los establecimientos se han preparado para recibir y apoyar, “Gay friendly” dicen algunos anuncios.

Son casi las cuatro de la tarde, la música en la suite presidencial ha subido de tono y así también en Reforma, los carros alegóricos expanden la energía a medida que avanzan.

El Zócalo empieza a recibir y congregar a todas las personas que han convertido su caminar en una marcha, la marcha que pregona el orgullo de ser gay, de saberse gay, de salir a la calle y vivir felizmente gay.

Mientras tanto, Marco Polo, la suite que nos recibió para ser testigos desde las alturas, empieza a retirar sus charolas donde se sirvió un gran bufete. El banquete ha sido completo: música, comida y bebida; viejos amigos y nuevos conocidos; y yo Juliette, con los sentimientos a flor de piel.
Me dirijo hacia los elevadores, se presenta nuevamente ante mí ese gran y largo pasillo, el del piso 18, recuerdo que la vida es un viaje por la tierra, que soy una viajera así como Marco Polo lo fue una vez también.