Hace un mes la Franja de Gaza se convirtió en un cementerio de civiles, las alarmas antimisiles detonaron del lado palestino e israelí, la tregua entre ambas naciones se había roto, y el genocidio tomó una vez más lugar en Medio Oriente, en un eterno conflicto que no es político, sino humano.
Una guerra irreconciliable se desató al finalizar la Segunda Guerra Mundial, cuando las víctimas del Holocausto decidieron establecer un Estado judío, en la tierra que los romanos habían nombrado Palestina, ocupada por los árabes desde antes de la Primera Guerra Mundial.
Se trataba de un asunto de reivindicación para los judíos quienes reclamaban a la ciudad de Jerusalén como suya, tras la fundación de Israel el 14 de mayo de 1948, el conflicto involucró a países como Egipto, Jordania, Siria e Irak que invadieron ese territorio.
A partir de ese momento, surgió la primera guerra árabe-israelí, han pasado más de seis décadas, y lo que en principio fue una lucha por territorio, ahora obedece a un conflicto humano, que reclama la atención del mundo, en el mayor genocidio que la humanidad ha experimentado.
Hace unas semanas Israel y Hamas (el grupo islamista que encabeza las ofensivas palestinas) habían acordado una tregua de 72 horas para detener las hostilidades luego de varios intentos fracasados días antes.
Este semana mil 717 palestinos y 67 israelíes han muerto, de las víctimas palestinas, mil 176 eran civiles, 377 niños y 196 mujeres, mientras que los israelís perdieron a 64 soldados, dos civiles y un extranjero.
Las ofensivas también han repercutido en quienes siguen sosteniendo una guerra milenaria, según cifras de Naciones Unidas 373 mil niños han recibido asistencia psico-social, 485 mil personas se han convertido en desplazadas en refugios de emergencia o en hogares de otras familias palestinas.
Un millón y medio de personas que no viven en refugios no tienen acceso a agua potable, recientemente un misil israelí destruyó la única central eléctrica de la Franja de Gaza.
Una espiral de violencia y odio
Hasta la Primera Guerra Mundial, las naciones alrededor del mundo saldaban sus diferencias a través de la guerra, en 1918 se prohibió su uso como un recurso legítimo, pero nunca dejó de convertirse en el arma más poderosa para la resolución de conflictos.
La guerra entre palestinos e israelís es asimétrica, los judíos cuentan con el respaldo de Estados Unidos, la razón: Israel es uno de los mayores receptores de ayuda estadounidense y la mayoría llega en subvenciones para la compra de armamento, mientras que los palestinos no tienen el apoyo abierto de ninguna potencia.
Egipto dejó de apoyar a Hamas, tras la deposición del ejército del presidente islamista Mohamed Morsi, la dimensión más cruda de esta guerra es quizá que los ataques israelís se realizan con misiles, los palestinos responden con cohetes.
La causa palestina ha ganado la simpatía y el apoyo de la comunidad internacional, que hasta el momento no se ha traducido en hechos, incluso la Organización Mundial de las Naciones Unidas (ONU) ha sido rebasada por la situación humanitaria de la región.
A finales del 2012, Palestina dejó de ser considerada como “entidad observadora” para ser reconocida por la ONU como “Estado observador no miembro”.
En contraste, al declararse como Estado en 1948, Israel solicitó ser miembro de Naciones Unidas, estatus que se le concedió un año después.
El 70% de los miembros de la Asamblea General de ONU (134 de 192) reconoce a Palestina como Estado, 83% de ellos reconocen a Israel (160 de 192).
El cambio de nomenclatura que recibió Palestina hace apenas dos años, le permitió participar en los debates de la Asamblea General e incrementar sus posibilidades de convertirse en miembro de agencias de la ONU y otros organismos.
Sin embargo, el voto de los países miembros en la ONU no bastó para crear una nación palestina, en 2011 el país intentó alcanzar su reconocimiento como Estado, pero el Consejo de Seguridad les negó la oportunidad.
Nacer y vivir en medio de la guerra
“En este momento, están explotando aproximadamente unos treinta misiles por día, lanzados por los terroristas de Hamas, y lo terrible es que uno nunca sabe dónde caerán”, declaró ante los recientes ataques, el alcalde del Consejo Regional Eshkol.
Este distrito se encuentra en el sur de Israel, en la línea fronteriza con la Franja de Gaza, uno de los lugares más afectados en los últimos días.
“Puede ser en una escuela, en un hogar de ancianos o en cualquier lado”, detalló el alcalde.
La Franja de Gaza, tiene sólo una extensión de 360 kilómetros cuadrados, de ancho cuenta con cerca de 10 kilómetros, este territorio que ante la mirada internacional pudiera parecer minúsculo, es quizá la zona más hostil del planeta, al albergar a 1.8 millones de personas, con altos niveles de natalidad, contaminación de agua, tierra y atmósfera, todos ellos producto de la guerra.
Las ofensivas entre el Estado israelí y la región de Palestina, tienen un punto común, el daño que han dejado a su paso.
Los habitantes de ambas regiones han aprendido a vivir en medio de la guerra, con la incertidumbre de que el próximo ataque sea el último, las generaciones que han nacido en medio del conflicto traen consigo una “cicatriz de guerra”.
La pacifista israelí Nurit Pelet-Elhanan, declaró “no sé cómo habría sobrevivido yo a tales humillaciones y a tal falta de respeto por el mundo entero”.
“Este no es un conflicto político, sino que es un conflicto humano, entre dos pueblos, cada uno de los cuales está profundamente convencido, con una firmeza aparentemente irreconciliable, de que tiene derecho a poseer el mismo y pequeño trozo de tierra, mientras que el otro pueblo no”, ha declarado sobre el fuego cruzado, el mensajero de la Paz de Naciones Unidas, Daniel Barenboim.
Por Vianey Pichardo