Tristemente el primer capítulo del libro titulado “tan cerca y tan diferentes” toma a Nogales como su ejemplo de por qué unas naciones son prósperas y otras pobres. Nogales, dicen los autores, es una misma ciudad dividida únicamente por la frontera. No obstante, la vida en Arizona es muy diferente a la vida en Sonora.
En Nogales, Arizona el ingreso promedio del hogar se calcula en 30,000 dólares al año, la mayoría de los adultos tienen como mínimo preparatoria terminada, la población tienen una alta expectativa de vida, los servicios públicos funcionan, y la ley y el orden imperan. En Nogales Arizona las personas pueden realizar sus actividades diarias sin miedo por su seguridad y/o su vida.
En Nogales, Sonora, aun estando en una de las regiones más ricas del país, el ingreso promedio del hogar se calcula en 10,000 dólares, la mayoría de los adultos no tienen preparatoria terminada y muchos adolescentes han abandonado la escuela. En términos de salud la expectativa de vida es menor y la mortalidad infantil mucho mayor. Evidentemente los servicios públicos son muy deficientes y ni qué decir de la seguridad.
El ejemplo de Nogales puede ser extendido a múltiples regiones actuales o del pasado, Corea del Sur vs. Corea del Norte; Botswana, que registra una de las tasas de crecimiento económico más altas del mundo, vs. ZImbabwe, Congo o Sierra Leona que son imagen de pobreza y violencia; o Alemania occidental vs. Alemania oriental antes de la caída del muro de Berlín.
Los autores descartan que las causas de las diferencias sean el clima, la geografía o los tipos de enfermedades prevalecientes. Lo cual queda claro en el ejemplo de Nogales. También descartan que las personas sean muy diferentes, o tengan por decirlo así, un origen diferente. De hecho, aclaran los autores en Nogales además de que los ciudadanos comparten los mismos ancestros, también comparten la música y hasta la cultura.
La diferencia entre Nogales, Sonora y Nogales, Arizona son las instituciones, económicas y políticas. Instituciones que generan diferentes incentivos para los ciudadanos, para los emprendedores, para los inversionistas. En concreto, la razón principal que explica las diferencias de prosperidad económica entre los países son los incentivos creados por las instituciones prevalecientes en cada nación. Instituciones que tienen sus raíces en el pasado, en el caso de los dos Nogales inclusive en la fundación del periodo colonial.
Los autores van más allá y argumentan que si bien las instituciones económicas son críticas para definir los incentivos que llevan a que una nación sea pobre y otra próspera, es la política y las instituciones políticas las que determinan qué tipo de instituciones económicas tienen los países.
Los autores encuentran además que aún cuando se reconozca que las instituciones determinan el progreso de los países esto no necesariamente lleva a que se llegue a un consenso sobre la necesidad de cambiar las instituciones. En efecto, es posible que el arreglo institucional, aún cuando no el mejor para promover el crecimiento económico y el progreso, favorezca a grupos de interés que controlan la política y las instituciones políticas.
Para ilustrar su argumento los autores toman otro ejemplo del caso de México. Mencionan que aunque es claro que mayor apertura y competencia en las telecomunicaciones beneficiaría a millones de mexicanos, Carlos Slim tiene el poder para definir las políticas y moldear las instituciones políticas. En palabras traducidas de Acemoglu y Robinson “Carlos Slim tiene el poder para conseguir lo que quiere”. Bill Gates, como contraejemplo, tiene un poder mucho más limitado. Este tipo de situaciones explica porque las pobreza y la desigualdad persisten en el tiempo, aún cuando se reconozca y sea públicamente un objetivo abatirlas.
Este impecable análisis positivo, incluyendo sus atinados ejemplos ¿dónde nos deja? Parece ser que en este contexto es la sociedad civil la que puede cambiar las cosas. No es fácil, pues como indican los modelos de regulación de la escuela de Chicago, son los grupos pequeños, cohesionados y con mucho en juego los que definen la regulación, más que los grupos grandes, no cohesionados y con poco en juego por persona.
Si hemos de tener éxito en cambiar las instituciones políticas y entonces las instituciones económicas para promover mayor progreso, la sociedad civil debe entonces dejar de ser un ente abstracto para convertirse en múltiples grupos específicos de ciudadanos con demandas puntuales.