En una entrevista concedida a El Semanario Sin Límites, Javier Valdez, autor de “Con una Granada en la Boca” explica lo que es ser periodista en tiempos violentos. ¿Qué le sorprende? “Todo, sigo sufriendo mucho con las historias”.
Ciudad de México.- Cuando a un periodista de Culiacán, Sinaloa se le ocurrió dedicarse a la profesión considerada por unos como una de suela, sudor y saliva, nunca imaginó que se convertiría en la voz escrita de los que sufren y nadie los ve, tampoco imaginó que jamás volvería a dormir tranquilo o sin visitar a un sicólogo tras imbuirse en la época más riesgosa para ser periodista y aún más, atreverse a hablar de violencia.
–¿Por dónde comenzar a editar Con una Granada en la Boca. 275 páginas de horror parecen una empresa difícil?
-A la hora de escribir uno busca contar la historia lo más apegada a la realidad; despertar la voz de las víctimas, darles su importancia y lugar porque creo que se ha manoseado o minimizado, incluso ocultado sobre todo por parte del gobierno, y me pareció muy importante rescatar este trajín de hospitales y panteones, porque a la hora de escribir tienes que aprender a editar, porque no vas a publicar cualquier cosa si quieres seguir escribiendo, ya que hay mucha gente que es afectada por estas historias, o que no les gusta porque son denunciadas en mis textos. Entonces, tienes que ubicar qué vas a difundir para seguir escribiendo, pero ante todo, apegándome a la versión de las víctimas y de los testigos para contar este dolor y tragedia.
-¿En tu trabajo periodístico, qué buscas lograr, llegar a conclusiones, descubrir irregularidades o solamente contar historias?
-Al principio no tenía yo claro que me proponía, yo solo me ponía a escribir, pero a la distancia puedo decir que, quiero trasladar la emoción, los sentimientos que a mi me generan cuando he visto a las víctimas de mis historias; que mis textos tengan esa capacidad de trasladar al lector a esa vivencia, entonces si eso se logra, si el lector pone los atajos, se va a solidarizar, a condoler de estas páginas siniestras, terribles y escandalosas; entonces puede asumir una postura crítica, lejana de la indiferencia, se puede recuperar el ejercicio ciudadano con mis historias (lograr) que la gente vuelva a encabronarse por lo que está pasando alrededor de sus vidas.
Volver a la observación, a oler, palpar, a saborear, contar las lágrimas; volcarnos debajo del sol, partir de lo que estamos viendo y captando.
-¿Fue difícil encontrar a los personajes de tu libro?
-Están a la mano, a veces escondidas en páginas, dentro de notas minúsculas, en notas policíacas de los periódicos. Están a la vuelta de la esquina, lo que hay que hacer es ubicarlas, muchas de estas historias están gritando por ser contadas y yo creo que esa es la tarea de los periodistas, están en la orilla, en la calle, la banqueta, están más a la mano de lo que nosotros pensamos y es como un fuego que crece y nos atrapa, aunque nosotros queremos ignorar porque es doloroso.
-¿Reportar desde la tragedia?
Yo he aprendido al abordar estas historias, a hacerlo con más estructura y más extensión. No sólo con la prosa, se tiene que hacer buen uso de éstas, de los datos, incluso cito especialistas en mi libro, gente que ha estado viendo estos temas desde la academia, desde el periodismo, dentro del activismo.
-¿Cómo ha venido abordando la prensa internacional los hechos de violencia de los que adolecen la mayoría de las regiones en el país?
-La prensa internacional ha desaprovechado la comodidad con la que puede moverse. Viene haciendo una cobertura epidérmica de lo que está pasando. Están cayendo en este conteo de muertos, eso no está explicando lo que pasa en nuestras calles. Si nosotros medimos la violencia en función del número de ejecutados, estamos mal, es una visión tramposa incluso cercana a la del gobierno federal. Entonces, a eso contribuyen, a esa percepción equivocada y errónea; desgraciadamente muchos comparten de fondo su forma trabajo; deben de echarse un clavado a las arenas movedizas de la vida cotidiana que son todo un reto. Uno vive en el norte y los corresponsales internacionales están ahí un par de días y creen ser especialistas, entonces no contribuyen a que la gente de otras partes del país y del mundo sepan lo que ocurre en México, porque reproducen este discurso gubernamental de muertos y buenos contra malos. La violencia se vive de muchas maneras, nosotros estamos empapados de esa agresión.
“Nosotros debemos asumir el reto de contribuir al ejercicio de la ciudadanía, yo veo un déficit de ciudadanía en México, cuando digo esto es que hace falta que la gente salga a las calles, que proteste y se vuelva a indignar. Los hemos machacado, indignado con esto del ejecutómetro y no estamos contando las historias de las víctimas y los victimarios”.
-¿Cuál crees que es el perfil del nuevo periodista en México?
-Siento que están formando periodistas para la burocracia, para llenar páginas. Están olvidándose de la calle, la narración; del oficio. Veo muchas deficiencias en la formación de nuevas generaciones de periodistas y esto incluye el aspecto de redes sociales y de la protección, porque no basta con ser valiente y querer tu trabajo, sino hay que ser prudente, saber qué suelo estás pisando. Debe adaptarse la educación periodística a este panorama de globalización, redes sociales y violencia. Volver a lo básico y alimentar los sentidos para contar historias más completas, historias con sentimientos. Estamos contando historias de oficina y nos sentimos muy bien porque traemos la opinión del gobernador sobre determinado tema, cuando en realidad nos hemos olvidado de la calle, ese es un riesgo muy grave en la formación de las generaciones nuevas de periodistas.