Retratos de lo inasible

 

“Sólo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos”.

 

Antoine de Saint-Exupéry

 

Que se llamara así me complicó las cosas.  Me confundió.  Me hizo pensar en la diosa del pulque de los mexicas y pensé que algo habría que investigar al respecto.  La ignorancia lo invita a uno, muchas veces, a aventurar teorías; pero también puede ser acicate punzante para corregir la propia causa de la curiosidad.  Luego entendería que el nombre significaba “tigre” en lengua mapuche, y todo me parecería más sensato.

 

Cuando me perdí entre su compleja obra retratística, amén de vincularlo con aquellos artistas con quienes él mismo se siente identificado (Berni, Giotto, Dix y Baselitz, por citar algunos cuantos), me imaginé que posiblemente hubiera conocido la obra de Ángel Zárraga y que quizá, a pesar de su poco prolífica carrera, hubiera visto algo de Abraham Ángel.  Con Zárraga la relación la encontré por “sifonazo”: Giotto había sido referente tanto para el duranguense como para el argentino.

 

Giotto
Giotto

 

Finalmente conocí su último proyecto y entendí que su vinculación con México, a pesar de la distancia física que separa a su taller porteño de la tierra de los volcanes, no era fruto del azar.

Nahuel Vecino (Buenos Aires, 1977) abreva en muchos momentos históricos, en diversas latitudes y en distintas corrientes artísticas repartidas por el mapa de la historia del arte.  Y no sólo no lo niega, sino que lo sostiene orondo.  Y es natural: absurdo resultaría pensar en que uno puede generarse espontáneamente sin abrevar en escuelas o en corrientes, y sin aprender (y aprehender), consciente o inconscientemente, de quienes antes que nosotros se asomaron al mundo.  Su obra está llena de Giotto, de Ucello y de Boticelli; pero también de Berni, de Spilimbergo, de Guttero y de Kuitca; en su obra se refleja el conocimiento del trabajo al fresco de Pompeya, de los azulejos de Bizancio y del arte helénico de Afganistán.  El artista se yergue como una síntesis de tendencias dispuestas en una brújula imaginaria.

 

Sin título

 

 

 

Cabezas cercenadas.  Para nosotros, en este país bañado en sangre, el tema es ya incluso tedioso (¿cómo puede uno de pronto mostrarse indiferente y aburrido ante el espanto?).  Pero veámoslo desde la óptica de un hombre ajeno a nuestra tragedia: el extranjero se asombra ante la brutalidad desconocida, de forma inversamente proporcional a como el matancero se hace inmune a los chillidos de los marranos que despacha diariamente por docenas.

 

La serie “Orfeos de Michoacán” no se concibe sin la comprensión de la importancia que parece tener para Vecino la representación de testas, tanto en algunas culturas asiáticas (Kaibo Konishusu, por un lado, y los escultores griegos de Gandhara, por el otro), como en la cultura olmeca.  Las cabezas colosales de esta cultura mesoamericana dan la impresión de haber fungido de fuente de inspiración para Vecino.  Y luego, como obligado cierre, dos mil años después, acontecimientos relacionados con cabezas sueltas que rodaron por las mismas tierras darán al argentino el ingrediente que le permitirá atar cabos para generar su último proyecto.

 

Konishusu
Konishusu

 

Gandhara
Gandhara

 

Cabeza planta
Cabeza planta

 

Pero para efectos de no quedarnos con una lectura superflua de elementos, hay que leer lo que el propio artista dice sobre su experiencia temprana con el dibujo, y de cómo le nació el interés por tratar de representar, con la muleta de un imaginario comprensible, la “realidad del alma”, que él afirma (con Goethe) que es “territorio exclusivo de lo poético”:

 

 

“…  Así, entonces, de forma espontánea e inocente, intenté narrar estos mundos de magia y abstracto fulgor avasallante”.

 

Y es en este punto que podemos disponernos a entender: Vecino no retrata cabezas cercenadas salvajemente; Vecino no pinta tal cual cabezas que rodaron sobre planchas de cemento, que fueron arrojadas entre magueyes para convertirse en grotescos polvorones, que sangraron a borbotones al desprenderse de cuerpos desprovistos ya de rostro y que conocieron momentos más felices.  Vecino retrata un sentir.  En su confesada intención de reproducir la realidad del alma, esa realidad que – con Antoine de Saint-Exupéry – entiende invisible para los ojos, Nahuel Vecino, en las expresiones azoradas de los rostros sin cuerpo, nos enseña el vivo reflejo de su propia expresión: el gesto incrédulo del azoro ante el terror.

 

Cabeza volteada
Cabeza volteada

 

Nahuel Vecino dibuja metódicamente y crea pintura y escultura con la humildad de quien se sabe el heredero de un mundo que ha producido arte siempre para poder legitimarse y soportarse, si recordamos a Nietzsche.  Pero sobre todo, Vecino trabaja como el niño que fue, con ese candoroso y genuino deseo de eternizar en un lienzo o en una hoja de papel una realidad inasible, aquella misteriosa dimensión que sólo es asequible para el alma.

 

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