Amigos queridos:
Nada más regresé de viaje y el entrañable Beto Juárez ya tenía entradas para llevarme a ver Sedientos de Wajdi Mouawad, dirigida por Hugo Arrevillaga. Varios artículos han sido dedicados en esta columna a otras puestas en escena de dicha mancuerna, que para mi gusto es una de las más exitosas en el teatro contemporáneo nacional.
Varios serán los motivos, pero tras pensármelo un rato encuentro tres fundamentales:
El profundo conocimiento que tiene el director acerca del autor, tras varios años de poner sus obras, más que adaptar y montar, me da la impresión de lograr una íntima complicidad.
Mouawad denuncia a una civilización opresora que juzga y alinea a sus miembros, a una sociedad con escalas axiológicas cuestionables, que buscan promover la convivencia a costa de la realización del individuo; pero todo esto lo hace a través de historias conmovedoras que aunque fantásticas, plasman nítidamente la profundidad del alma humana y entonces se convierten en reales, tan reales que pueden ser la tuya propia. Y lo hace así, sin intención, no busca educar sólo cuestionar y justamente ahí radica su fuerza.
Arrevillaga resuelve en escena tiempos y espacios que se mezclan casi sin fronteras, concibiéndolo de tal modo que el espectador no se pierda, sublima la capacidad histriónica de sus actores a tal grado que la escenografía es casi nula y a veces, pienso que pudiera prescindir de ella.
Sedientos es la historia de tres personajes que pierden sus sueños, perdiéndose a sí mismos; es la historia de tres adolescentes que se sienten avasallados ante una sociedad que no los entiende, a la que se enfrentan valientes y vulnerables al mismo tiempo. También es un himno de esperanza que enarbola la capacidad de rescatarnos a nosotros mismos.
Más allá de esto y tal vez sin quererlo, te lleva a reflexionar sobre el sentido de tu vida. No pude dejar de cuestionarme ¿qué tan fiel he sido a mis sueños, a esa voz interna que desvela el llamado de mi alma? No pude dejar de cuestionarme ¿De qué estamos sedientos? Y por única respuesta resuena en mi rumor craneano: de nosotros mismos. Es tan fácil perderse en las falsas exigencias de la vida, es tan fácil dejar de ser el que soy por convertirme en el que se espera que sea o en aquél que me han hecho creer que debiera ser… huelga decir que la obra me encantó. Y ustedes ¿De qué están sedientos?
Les mando un fuerte y apretado abrazo.
Claudia
Teatro La Capilla ubicado en Madrid 13 Coyoacán vi 17:00 hrs. sa 19:00 hrs hasta el 4 de mayo.