Nuestro transporte colectivo metro está secuestrado por un puñado de ladrones que sólo les importa lo redituable del negocio informal.
Ciudad de México.- Seis de la tarde: una multitud de trabajadores y estudiantes se suben al metro. El andén se encontraba abarrotado y pareciera que un alma ya no tenía más cabida en la estación. Y mientras recorría las entrañas de esta megalópolis me dije a mí mismo: “es increíble el reto que representa alcanzar en hora pico un pequeño espacio en la limousine naranja“.
Darse un baño de pueblo es toda una experiencia en la Ciudad de México, es la realidad de muchos de los que tomamos diariamente el “eficiente” transporte público capitalino y a pesar de que tenemos uno de los sistemas de metro más baratos y grandes del mundo, resulta totalmente ineficaz para los millones de ciudadanos que a diario circulamos en la red de transporte colectivo.
A pesar de lo malo de nuestro subterráneo, el mayor de los problemas no es ni por error la cantidad de personas que a diario nos transportamos bajo tierra -y también sobre ella- o los escándalos de corrupción de la “novedosa” línea dorada, sino otro que se fue haciendo cada vez más grande y que ha pasado de noche para nuestros gobernantes: el ambulantaje.
Mientras pensaba en ese particular problema, casualmente un sonido se hacía cada vez más presente, entonces se abrieron las puertas del tren y uno de los mayores dolores de cabeza de los usuarios del metro apareció: un vagonero con un equipo de sonido en la espalda que evocaba a un pipila moderno. El ruido de aquella mórbida bocina surgió a la par de un: “señores usuarios, en esta ocasión les traigo a la venta…” y la molestia colectiva no se hizo esperar. Con una valentía sacada de no sé dónde me paré de mi asiento, miré al vendedor y le dije molesto:
– ¿No tienes respeto por la gente? ¡bájale a tu ruidero!
– ¿Qué güey, te vas a poner sabroso?
– ¡Respeta nomás, entiendo que es tu chamba pero no por eso tenemos que aguantar el ruidero que haces!
Sentí la mirada de la gente, sorprendida y a la vez un tanto indiferente, en eso una señora me tomó del brazo y me dijo:
– No le haga caso joven, luego se ponen bien agresivos.
– Lo sé señora, pero no porque nos amedrenten vamos a tener que dejarnos.
De repente llegamos a la siguiente estación, se abrieron las puertas del metro y mientras unas personas salían a lo lejos yo divisaba a un oficial de policía y grité:
-¡Oficial, aquí hay un vagonero que anda muy agresivo!
Mientras detenía la puerta para impedir que se cerrara y el metro avanzara, dos policías se acercaron, me jalaron del brazo y al unísono me dijeron: “¡Avance!” y eso no fue todo, porque al vagonero que se supone no tiene permitido vender, simplemente lo ignoraron y dejaron que se fuera mientras me veía y con señas obscenas se burlaba de mí.
Así nuestra policía capitalina y así, nuestro metro secuestrado por un puñado de ladrones que sólo les importa lo redituable del negocio informal.
Dejando de comprar lo que ofrecen se acabará el problema. La policía no hará nada.
Muchos de los elementos de la policía que cuida el metro, son pagados y amedrentados por los líderes de estos grupos de comerciantes, nuestras autoridades realizan operativos para justificar puestos y presupuestos, sin que eliminen de raíz el problema.
Operativos como el que realizan ayer y hoy en la estación Constitución de 1917 de la línea 8, en donde se revisan todas las mochilas y bolsas que los verdaderos usuarios del servicio traemos, con actitud prepotente y voz de mando te indican “Muestre su mochila o no pasa”, y en caso que te niegues en tono de burla te indican que tomes un taxi para no ser molestado.
Lo cómico-trágico de estos operativos, es que cerrando las puertas del vagón y avanzando, sales los vagoneros ofreciendo tazos, chicles, libros, etc.
Es necesario capacitar y eliminar la corrupción en la policía, para que actué con inteligencia y no con prepotencia para detener a estos vendedores.
Totalmente de acuerdo con Simón, Dejemos de consumirles, en Indios Verdes parece la merced, es intransitable, venden de todo. La solución la tenemos en las manos: no venden… se van.
si venden aunque sea pirata malo, si roban malo, y si no les dan empleo formal? q se llevaran a la boca??? no todos son viciosos, al menos eso creo. y de alguna u otra manera tienen que comer