Amigos queridos:
No soy grinch, pero hay algo que no me acaba de encantar en estas fechas; varias cosas me molestan. Por un lado, que toda la gente se sienta buena, por otro, que se aviven las nostalgias y que “amigos” que no te vieron durante todo el año ahora entren en la urgencia de darte “el abrazo”. Tal vez va más allá, quizás sea una memoria atávica que simplemente se despierta.
Desde que el hombre es hombre y quizás antes de serlo, como cualquier habitante de este planeta, ha sido influenciado por los astros. ¿Se pueden imaginar lo que representaba observar la relación entre los mismos y los fenómenos meteorológicos, los cambios de estación, las mareas? Debe haber sido realmente abrumador. Quizás se sentían un tanto cuánto impotentes….pequeños. Quizás se despertara de ello el profundo deseo de agradarles, quizás de ahí empezaron a venerarles.
Miles de años después, cuándo se erigieron como tribus sedentarias, la influencia de un calendario agrícola imperó. No es de extrañar que el solsticio de invierno, el día más corto del año, cuando el sol se encuentra más alejado, se convirtiera en un día muy importante. Marcaba el principio del invierno, el principio de la hambruna, de los fríos, de las oscuras noches largas a las que muchos no sobrevivirían; amén del exceso de melatonina y reducción de serotonina provocada por la falta de luz solar, que hoy en día sabemos provocan estados depresivos en el sistema nervioso central.
Así que imaginen a estos hombres primitivos que han observado los ciclos, conscientes de lo que les depara el destino, antes de ponerse tristones, somnolientos y hambrientos; pues se la arman en grande, se agasajan con fiestas orgiásticas y rituales por unos cuantos días hasta que el cuerpo aguante. Alaban a sus dioses, preñan a sus hembras y en lo que leo como un orgulloso desafío, se colman de esperanza, de la esperanza de ver un nuevo renacer en la primavera.
No es de extrañar que todas las culturas antiguas celebraran el solsticio. Conforme nos fuimos sofisticando como especie, también lo hicieron nuestros ritos. De alguna forma simplemente vamos yuxtaponiendo significados, adaptando representaciones hasta que lentamente va permeando el cambio en un sincretismo que tiende a borrar su origen, aunque lo conserve a través de los pequeños símbolos, que pierden su razón de ser con el paso del tiempo.
En el mundo occidental quizás las festividades más famosas para estas fechas son las documentadas en el Imperio Romano desde el siglo II A.C., pero existen antecedentes más antiguos. Las Saturnalia, que empezaba el 17 de diciembre duraba una semana, seguida por el nacimiento del dios-sol Mitra, (el sol no conquistado) el día 25 y culminaba con el Calán (año nuevo), eran fiestas populares en las que hasta los esclavos tenían cabida, llenaban las casas de verde para resguardar la vida, se obsequiaba con regalos a familiares y amigos, comían, bebían y hasta algo de sexo había. Era la festividad más popular de todo el imperio.
Obviamente la nueva religión no lo hizo nada mal, tomó las fiestas conocidas e instauro la Navidad, el nacimiento de Jesús; cuya fecha nunca es mencionada en los evangelios como tal, pero decidieron ir por el mercado ofreciendo algo similar, que al cabo de los siglos se ha modificado para llegar a la fiesta actual. Curiosamente, otras grandes religiones tienen festividades importantes por estos mismos días, pero se ha movido la fecha por los diferentes calendarios, los judíos celebraron recientemente Janucá, Fiesta de las Luces (por cierto muy hermosa).
Afortunadamente ya no somos neandertal, pero sí somos un ser más de la naturaleza, aunque nos creamos dueños de la misma, aunque hayamos diseñado una civilización capaz de acabar al mundo con una bomba o de embelesarlo con un Van-Gogh; aunque hayamos creado religiones asombrosas, que me da igual sí profesas o no, somos un miembro más de este planeta y como tal, los ciclos nos afectan. Ciertamente todo invita a resguardarse en la intimidad para reflexionar, para reconciliarse con el pasado, para replantear un nuevo inicio durante el cual, les invito a no ser buenos y considerados solamente por la Navidad.
No me refiero a grandes empresas de servicio a los demás (si lo haces, bien por ti), me refiero a ser considerado y no pararte en Insurgentes, aunque sea sólo por un minuto; sonreírle al del otro auto, está igual que tú varado en el tráfico; a ceder el paso, seguro no llegarás a tiempo de cualquier modo. No sólo no tirar basura en la calle, si vez algo bien puedes recogerlo; dejar de sonar el claxon (salvo para alertar), acéptalo nadie te hace caso; si no puedes frecuentar a los que amas, al menos llámalos o escribe un mail (no una cadena) de vez en cuando, ofrécete a ayudar si está en tu mano a quién sea, como sea. Ahora mismo recordé a Vallejo “…quiero ser bueno conmigo en todo” Sí tras tanta evolución no podemos simplemente ser más humanos ¿para qué tanta cultura, para qué tanta civilización?
Les deseo felices fiestas de lo que sea que celebren. Les deseo un hermoso cierre de ciclo y los espero en el 2014 con más de mis locuras.
Les mando un fuerte y apretado abrazo,
Claudia