Poco a poco, con un crecimiento sostenido, la industria aeronáutica ha ido avanzando en nuestro país, empujada por las buenas perspectivas que le abren dos factores: el cambio tecnológico en el sector aunado al incremento de ventas en el mundo y a que nuestro país tiene una vocación especial, que parecía olvidada, por el desarrollo aeronáutico.
El cambio tecnológico en el sector aéreo ha logrado que en los últimos años se haya potenciado el crecimiento de nuevos proveedores en diversas áreas de especialización, lo que incluye desde motores más eficientes, menos ruidosos y que sueltan menos emisiones de CO2, hasta equipos muy sofisticados de detección de clima, telecomunicaciones, baterías y un sinfín de aditamentos que suelen utilizarse en los aviones y en los equipos de gestión del tránsito aéreo.
Este cambio tecnológico ha suscitado renovación de equipos en la industria en la infraestructura ya existente, pero además, el crecimiento de las operaciones en el mundo, con diversas modalidades como aviación regional, aerolíneas de bajo costo, jets privados, deportivos y los nuevos modelos de pasajeros que incorporan mejoras en muy distintos órdenes, implica un incremento de flotas.
De ahí que la industria esté requiriendo nuevas áreas donde crecer, que incorporen no sólo capacidad de producción, sino personal técnico de alta calificación, sinergias y otras ventajas competitivas, entre las que se encuentran las garantías de confidencialidad para guardar los secretos industriales, por ejemplo, y la capacidad para contar con opciones de especialización del personal contratado.
Pero si todo ello implica una mayor demanda de servicios, la decisión de ubicar las nuevas plantas proveedoras también requiere de elementos un poco subjetivos. Y con ello nos referimos a encontrar lugares donde la industria se encuentre a sus anchas.
Y es que México no sólo se formó en la fila para atraer esas inversiones tomando como base su cercanía con Estados Unidos, o la facilidad de instalar plantas, también hizo falta esa vocación por el sector aeronáutico que es peculiar en el caso de nuestro país.
No todo el mundo sabe, por ejemplo, que desde principios de siglo, mientras en Estados Unidos empezaba a diseminarse la noticia del primer vuelo de los hermanos Wright y en Europa los primeros constructores aeronáuticos –como Clément Aider- hacían sus pininos, ya empezaba a despuntar el primer ingeniero aeronáutico mexicano, Juan Guillermo Villasana, diseñador de motores y de hélices de alto rendimiento que fueron la admiración de sus colegas en los países mencionados.
Un poco más tarde se uniría a él don Angel Lascurain y otros pioneros que –de no haber sido por los acuerdos de Bucareli que frenaron el desarrollo de la industria de bienes de capital en nuestro territorio, habrían competido con toda seguridad y sin exagerar, con la naciente Mc Donald Douglas, De Havilland, la Loockhed Martin e incluso la Boeing.
Empieza el despegue
Aunque hace ya varios lustros que se instalaron las primeras plantas proveedoras, no ha sido sino hasta los años más recientes que el número de “closters” se ha multiplicado. Y es que, como en toda industria especializada, la masa crítica es muy importante y una empresa atrae a otra.
En este momento ya existen 260 empresas en 17 estados de la República que dan empleo a más de 31,000 personas, según datos de la Federación Mexicana de la Industria Aeroespacial (FEMIA). Aunque las plantas se encuentran diseminadas por todo el territorio, la mayor parte se concentra en Baja California (55); Chihuahua (37) Querétaro y Sonora (35, cada uno).
Lo más interesante, sin embargo, no es el número de empresas –que es un buen número-, ni la cantidad de dólares que se exportan anualmente -4,500 millones de dólares- y ni siquiera la tasa de crecimiento de estas ventas externas que es muy impresionante, 25%.
Lo que realmente es muy importante es que el contenido nacional de las partes que se exportan es creciente y que éstas cada día son de mayor valor agregado.
Así, aunque el porcentaje de las plantas es mayor en rubros como la manufactura ( 79 %) y mantenimiento ( 11 %), el renglón de diseño e ingeniería es creciente (10 %). Así, de reparar y construir arneses para tolvas de motores en los primeros años, hemos pasado a tener cada día procesos de más alta tecnología, como diseño de motores y avionics (componentes electrónicos avanzados).
Se estima que la inversión directa (tanto nacional como extranjera) es superior a los 14,000 millones de dólares y se presume que en este mismo año se estarían invirtiendo 1,300 millones de dólares más, con lo cual México ya es el décimo proveedor del mercado estadounidense en esta industria –lo que no es cosa menor ya que es la más importante a nivel global y nuestros competidores son desde alemanes y franceses hasta chinos y rusos-.
Y no sólo hablamos de la industria de Estados Unidos sino de todas las armadoras de aviones, señaladamente la Boeing pero también Airbus, Bombardier y Embraer.
En fin, que estamos hablando de buenas noticias para este sector y para nuestro país. Seguiremos analizando este tema.