Ser vegano implica disciplina, sin duda, no solo se trata de un régimen dietario o una moda ¿te sientes preparado para llevar a tu especie al siguiente nivel y ser un homovegetus?
Ciudad de México.- Te autodenominas amante de los animales y ayudas a cuanto gatito o perro desamparado se cruza por tu camino, firmas para apoyar las campañas que PETA promueve e incluso tienes más de cinco mascotas en casa a las que adoras con toda tu alma; crees que todo el asunto relacionado al maltrato animal no tiene nada que ver contigo… pues piénsalo dos veces.

¿Somos todos victimas del especismo? Aquella idea que sostiene que la división irremediable de nuestras especies es motivo suficiente para considerar a algunas por encima de otras y las dota por lo tanto de un poder supremo.

Algunos podrían explicar que, en el deseo por separarnos de nuestra parte constitutiva animal, logramos diferenciarnos por completo de todo lo que es natural y lo confinamos al lugar sin sensaciones; determinamos entonces que los únicos seres sintientes -y por lo tanto dignos de empatía, alivio o socorro- son los seres humanos y se forma una serie de discriminaciones arbitrarias que justifican los actos de extremo maltrato al medio ambiente y a los animales incluidos.

El veganismo no se trata de una decisión dietaria o nutricional y a diferencia del vegetarianismo, los veganos, no solo han decidido abandonar su consumo de carne. Incluyéndose a la renuncia de la carne animal -de cualquier tipo-, nos encontramos con que los veganos no ingieren miel, huevo, leche, queso, yogurt, pieles, cuero… bueno, en realidad ningún producto que provenga de la imposición de los intereses humanos sobre los intereses de otros seres sintientes.

No es una alternativa de consumo para ellos cualquier producto que requiera del dolor de otro ser para su creación, claro que esto lucha contra un universo de ideas, emociones y apegos que constituyen la visión del mundo de la mayoría de las personas y es que al final ¿a quien le importa la huella de contaminación y destrucción que dejamos los humanos a nuestro paso? ¿cierto?

Muchos pueden estar en contra del veganismo -‘esos odiosos hippies’- y argumentar justificaciones del tipo: “necesitas todos los nutrientes para vivir”, “la carne sabe deliciosa”, “es parte de nuestra naturaleza” y puede que exista algo de razón en todo ello pero por otro lado… ¿cuando se ha visto a un león mantener a cientos de gacelas en jaulas que rebasan su capacidad, alimentándolas con productos químicamente diseñados para su engorda, sin la opción de recibir la luz del sol o sentir el pasto en sus patas y obligándolas a crecer en proporciones sumamente insanas?

Mitos y Realidades del veganismo
Mito: “Los veganos no pueden comer prácticamente nada”

Realidad: Los veganos pueden comer de todo, siempre y cuando sus productos hayan sido conseguidos bajo una alternativa no hiriente para otro ser vivo… y es ahí donde se encuentra el truco. Viviendo en una sociedad de consumo sumamente industrializada es bastante difícil encontrar alternativas que mantengan un criterio de cero crueldad -es decir, granjas que respeten el tiempo de crecimiento de sus vegetales y animales y que no transgredan sus derechos innatos de libertad-.
Mito: “Los veganos no obtienen todos los nutrientes necesarios para ser fuertes y sanos.”

Realidad: La mayoría de los veganos llevan una dieta mucho más saludable que la dieta popular de frituras empaquetadas y refrescos de cola que muchas personas mantienen. Consumir productos animales no es sinónimo de llevar una dieta regulada, de hecho, las indicaciones medicas sugieren que son estos productos los que más enfermedades asociadas mantienen -la carne roja, las grasas y lácteos en particular-.
La dieta vegana es una de las más reguladas pues sus usuarios deben de prestar especial atención en la forma en que los nutrientes se combinan entre si para lograr desarrollar cadenas completas de proteínas, hierro o carbohidratos; lo que vuelve a su cuerpo en una magistral vasija de salud, fuerza y bienestar orgánico. Se ha encontrado que llevar una dieta libre de químicos -contenidos en muchos productos para aumentar su tamaño o grosor- y de ciertas enzimas que contiene la carne logra limpiar el cerebro, lo hace más funcional, rápido y promueve la sinapsis.
Mito: “Cuando eres vegano tienes que abandonar tus platillos favoritos y además la comida vegana no tiene sabor”

Realidad: Cualquier platillo puede ser realizado en su forma vegana -no debes ceder tu amor a la pizza solo por tu amor a los animales- los productos para la elaboración de las recetas comunes son sustituidos de alguna u otra forma -en un pastel por ejemplo, en lugar de usar huevo se emplea plátano- pero el sabor no se pierde en todo el proceso. Conocer nuevas formas, texturas y sabores es parte de un crecimiento más profundo, como quiera, las variaciones en su sabor son, en muchas ocasiones, prácticamente imperceptibles y en la actualidad existe una amplia gama de productos de origen vegetal que buscan aparentar ser productos animales -como las hamburguesas de soya o de lentejas- y han tenido gran éxito.
Mito: “Ser vegano es fácil”

Realidad: No solo existen pocas opciones de comida de este tipo fuera de las escuelas, oficinas de trabajo o en supermercados y centros de consumo; además, el veganismo lucha contra toda una serie de ideologías bien instauradas en la sociedad por lo que, aún cuando responde a un estado mucho más amable del ser -para con él mismo y para con otros-, el veganismo es difícil de mantener en medio de una sociedad de consumo indiscriminado.
El trabajo que una persona vegana realiza es de tiempo completo, pues al ser parte de un estilo de vida, se luchan contra las propias instauraciones internas, los antojos, los esquemas de construcción que tenemos desde pequeños y, sobre todo, se lucha siempre contra la posible perdida de ideales a manos de un mundo delimitante que te dice cómo deben de ser las cosas sin permitirte cuestionar realmente el por qué.
