Amigos queridos:
Es curioso cómo en estos días todo mundo está muy al pendiente de ver las películas nominadas a los Oscar®. Mi amiga Carmen, una verdadera cinéfila, me habló para comentarme que estaban por estrenar Los Miserables, cuando le dije que moría por verla, pues adoro los musicales, se decepcionó muchísimo, ella no tenía idea.
Sin importar el género o la preferencia sexual, hay que estar dotado de lo que denomino “un gen gay” para apreciar los musicales… y no todo mundo lo tiene. A mí es un género que siempre me ha entusiasmado. Los primeros recuerdos que tengo al respecto son: Mi Bella Dama y La Novicia Rebelde, me parecía mágico que rompieran con toda lógica al detener el diálogo y de la nada se pusieran a cantar. Actualmente se han dado a la tarea de llevar al cine las obras de Broadway tal cual, como Chicago o Mamma Mia.
Para mi gusto esta versión de Los Miserables rompe con todo los parámetros preestablecidos. Es cien por ciento un musical, en el sentido de que carece de diálogo, toda la trama es narrada a través de la letra de las canciones y como en la ópera, la proyección de los actores depende tanto de su capacidad histriónica como de su voz; pero es una película con todo el apoyo visual de una súper producción. No me gustó mucho Russel Crowe (quién interpreta al antagónico Javert), los demás cumplen bastante bien destacando por mucho Anne Hathaway y Amanda Seyfried.
Pese a todo lo que se pierde de la novela original y lo pícaros que son representados los malvados Thénardier, esta versión conserva el sentido original de la obra. Logró conmoverme con el retrato de la naturaleza humana. Amén del mérito de los escritores, compositores y director, creo que el verdadero héroe sigue siendo Víctor Hugo.
La primera vez que leí Los Miserables tendría unos veinte añitos. Devoré la novela y se convirtió en una de mis predilectas. Hará unos cinco, la releí y descubrí otro libro. Ya no importaba tanto la trama (por todos conocida) como la belleza narrativa y me di cuenta que no debía leerla antes de los treinta. Y ahora, pasando los cuarenta, descubro la profundidad en cada frase, de hecho tardé seis meses en degustarla de a poquito, subrayando aquello que hacía vibrar mi alma.
Contadas experiencias he vivido así con un libro, la capacidad del Maestrísimo Víctor Hugo para plasmar la complejidad de la naturaleza humana, es única. Logra personajes redondos salpicados de matices, nos muestra que somos capaces de las peores bajezas y el máximo altruismo. A través de la redención de Valjean brota en mí no sólo la esperanza, sino la certeza de la naturaleza bondadosa del hombre. Una de esas historias que te reconcilian con la vida.
Tal vez por eso ha atraído a tantos que la han adaptado, readaptado, modernizado y hasta musicalizado. Contamos con versiones para televisión (recuerdo una muy buena con Sergio Bustamante), al menos tres películas (entre las que me quedo con la de Belmondo), el musical de Broadway y ahora ¿por qué no? La película del musical. Como les decía, Víctor Hugo nos sigue dando tela de donde cortar.
Les mando un fuerte y apretado abrazo.
Claudia