ÉRASE UNA VEZ, en México, cuando el abuelo Renato estaba descansando en su mecedora y escuchaba el noticiero vespertino en su estación de radio favorita. Era un momento apropiado para ponerse al día de los acontecimientos de México y el mundo. Esta mañana ya se había levantado a hacer su rutina de ejercicios que le había prescrito el médico para mantenerse en forma, sin excederse, y en lo que él bien sabía era la recta final de su vida. Había checado su inventario de alimentos, acudió al supermercado por lo necesario, y visitado el banco para pagar servicios y checar el estado de sus ahorros. Todo parecía estar bien, y bien sabía que, en su rutina, después de comer, era el momento de descansar. Una rutina que estableció desde que se jubiló y a la cual ya estaba adaptado.
Por la tarde, como a las cinco, iniciaba el noticiero y escuchaba con atención, “el presidente Andrés Manuel López Obrador decretó la suspensión del apoyo económico a guarderías”. A partir de ese momento, los recursos se distribuirán directamente a los padres de familia, quienes decidirán el destino del dinero. Las opciones parecen ser únicamente dos: entregar ese dinero a familiares, vecinos o amigos desempleados para que se ocupe de la tarea o pagar una estancia infantil privada. El argumento de la decisión presidencial fue la existencia de irregularidades en el manejo de los recursos por parte de las estancias infantiles, mismas que son operadas por organizaciones privadas en la modalidad llamada ”subrogación”. Es decir, empresarios que prestan complementariamente los servicios que las instituciones de seguridad social no tienen capacidad de brindar; pero que, sin embargo, son parte de las prestaciones sociales a las que tienen derecho los trabajadores formales.
El asunto no es menor, estamos hablando de más de 160.000 niños al cuidado de 10.000 guarderías financiados por este esquema en números redondos, mismas que probablemente generaban al menos 100 mil empleos formales.
De pronto irrumpió precipitadamente en la habitación Juanito, uno de sus nietos favoritos con quien siempre había sentido una afinidad natural.
―Abuelito, abuelito… ¿qué estás haciendo?
―Escucho las noticias, como siempre, ¿no lo ves Juanito?, contestó el abuelo Renato.
―Pero te veo preocupado abuelito, ¿pasa algo mal?
―Sí Juanito, quizá estés un poco joven para comprender o interesarte en estos temas, pero veo con preocupación cómo nuestro nuevo presidente ha tomado una decisión más en las rodillas; esto es, sin haberlo pensado bien o haberse hecho asesorar con suficiencia. ¿Cómo es posible que de un plumazo deje a 160.000 niños como tú o más pequeños sin personas que los cuiden? Dice que las personas que operaban esos lugares se robaban el dinero. ¿Habría sido más sensato identificar a esas personas, aclarar las cuentas y, si fuera el caso, quitarles la concesión de la guardería y hacerles pagar con la ley por el dinero que se hayan robado?
“Y sí Juanito, estoy preocupado. Porque sabemos que el presidente Andrés Manuel López Obrador es padre de varios hijos, ¿cómo pudo plantearse la idea de que estas familias que se quedarán sin ese servicio encontrarán fácilmente quien cuide adecuadamente de sus hijos? Si cuidar de unos pequeños es mucho más que darles de comer, cambiar los pañales y mantenerlos vivos. En general, los primeros años de la vida de un ser humano, como tú lo sabes Juanito, son fundamentales en su desarrollo mental, moral y cívico. Y eso es algo que no todos, o más bien muy pocos, estamos en posibilidad de brindar con calidad y suficiencia a esos pequeños mexicanitos”.
“Y ese dinero, Juanito, que servía para dar empleos formales a personas especializadas o con experiencia en la atención de niños, llevaban a sus familias no sólo unos pesos para su sustento, sino las posibilidades que un empleo formal da. Es decir, les permitía tener servicios de salud, acceso a créditos de vivienda, pensión en caso de accidente e, incluso, como en mi caso, hasta una jubilación. Ahora ese dinero no rendirá lo que antes. Y si están pensando en que nosotros los viejos jubilados nos hagamos cargo de la tarea, pues ya pueden irse olvidando de ello; pues si bien sé que muchos de mis contemporáneos lo hacen. Deben de entender que nosotros los viejos ya nos hemos ganado el derecho a descansar, y que tampoco tenemos la agilidad necesaria ni la formación para hacernos cargo nuevamente de criar a otros hijos. Y eso, con todo el cariño que te tengo, mi querido Juanito”.
EN PERSPECTIVA, sí estoy preocupado. Y no sólo porque esta decisión del presidente sobre las guarderías pueda ser errada o imperfecta, sino porque estoy empezando a encontrar un patrón de comportamiento en López Obrador, un modelo de toma de decisiones impulsivo, irreflexivo y errático. Quiera Dios que me equivoque.
Opino exactamente igual que nuestro muy querido Renato. Punto por punto. Un abrazo Roberto. Te felicito por este artículo.
Gracias Señora María Elena. En ocasiones, quedarse cayado es complicidad.
Por eso ahora, que me sitúo en entre el “pueblo bueno y sabio”, me es imperioso darle salida a una crítica constructiva, que al menos oriente a los interesados y alerte a los que no lo están.
Esa libertad de expresarnos hay que usarla, mientras la tengamos.
Gracias por su tiempo.
Es incoherente que quieran quitar un espacio en donde los niños pueden convivir, tener apoyo, disfrutar de juegos lúdico y sobretodo seguridad.
Es correcto Patricia. Quizá se debió pensar mejor esa decisión… Veamos en que acaba.
¡Gracias por su tiempo!