¿Las casas del futuro se repararán a sí mismas?
La vivienda, su “aparición” y evolución son parte de una necesidad básica de sobrevivencia humana. A lo largo de los siglos, los seres vivos hemos tenido que protegernos de las inclemencias del tiempo, de los depredadores, de los cambios del clima. Independientemente de la época, nómadas o sedentarios, la necesidad de tener una guarida, un refugio es inminente. Sin importar la latitud y sus condiciones nuestra especie, en su maravillosa capacidad adaptativa, ha encontrado la manera de construir espacios habitacionales para permanecer en el mundo. De hecho, prácticamente todas las especies animales tienen alguna manera de cuidar su supervivencia de forma totalmente instintiva. Las abejas, hormigas y otro tipo de insectos hacen elaboradísimas obras para habitar, procrearse y almacenar alimento, otros animales, por ejemplo, mamíferos, reptiles, crustáceos, se adaptan a vivir arriba o abajo de los árboles, en cuevas, en ríos, sobre las estepas, enterrados en la arena, etc. Son muchísimas formas de resolver, todas vinculadas a una respuesta biológica, instintiva de conservación de la vida. También nuestra necesidad de guarida proviene de las mismas bases biológicas, sólo que, complejos como solemos ser, hemos atribuido a nuestras casas otra serie de valores de clase, emocionales, económicos, estéticos que sofistican la expresión y culmina en la generación de una forma de arte funcional, la arquitectura.

Desde esta perspectiva de revisión y análisis encontramos que los materiales, diseños, alturas, tamaños y estilos de residencias ha variado en función de la geografía y tipo de materiales disponibles: la piedra, el barro, la madera y la paja han sido básicos para la construcción de las casas más humildes y pequeñas hasta los grandes edificios, palacios, mansiones, etcétera.
En un principio, de manera muy elemental, los seres humanos buscaron espacios utilizables en la naturaleza que sirvieran para albergarse y, a partir de ahí, las tendencias son increíbles. Desde las cuevas que han sido el hogar de los hombres cavernícolas –y que siguen siendo opción para grupos humanos en distintas situaciones extremas– hasta las que muy pronto podrán ser realidad y serán producto de una impresión en 3D. Adicionalmente, las distintas técnicas y tipos de construcción se han desarrollado para dar cobijo y buscando “la casa perfecta” para las necesidades y aspiraciones de sus moradores porque nosotros depositamos en nuestras residencias la historia de los seres que las habitamos, la carga afectiva provoca que nuestra casa sea mucho más que una pura edificación, la expectativa última y más trascendente es que sea “el hogar” que de contexto identitario a la historia de las personas, de las familias y así, de los pueblos y sociedades en cada época y momento histórico.

En este devenir intentamos comprender desde el pasado hasta nuestros días e incluso en el futuro, cómo será el hábitat humano. Como mencioné antes, las peculiaridades de la construcción han dependido siempre del tipo de superficie, de los materiales disponibles, de las técnicas desarrolladas en el período específico en que se realiza la obra y de montones de factores simbólicos que fusionamos culturalmente.
En un principio se privilegiaron las zonas habitables, es decir, tener un lugar seguro para dormir fue fundamental. Posteriormente se agregaron espacios para compartir (sala de estar), convidar (comedor), almacenar (despensas, bodegas, garages), para entretener (salones de juegos, alberca, canchas de tenis, etc.), incluso áreas de servicio (cuartos para la servidumbre, caballerizas, cuartos del lavado, etc). Por supuesto que los espacios que se fueron haciendo necesarios para la vida diaria varían diametralmente si uno es un rey, una estrella de Hollywood, una familia mexicana de clase media o una familia de nivel bajo que habita en una zona rural o en la playa.

Bien, vamos a poner ahora el foco en los materiales. Los primeros materiales fueron los autóctonos que dieron lugar a lo que hoy se identifica como arquitectura vernácula. Por ejemplo, en zonas cálidas o tibias se utiliza la tierra cruda que se manipula para darle forma de adobe o que, cocida, forma ladrillos. En cambio, para zonas de tierras areniscas se encontró la necesidad de apisonar para que la construcción se mantuviera en pie, por lo tanto, se desarrollaron los tapiales que se trabajan aglutinando tierra entre dos tablas para edificar un muro sólido. Otro material de uso común en este tipo de arquitectura es la cal que funciona como un recubrimiento impermeable que coadyuva en la mejor conservación de la vivienda. Si llevamos este ejemplo de materiales autóctonos a una de sus expresiones más sencillas de comprender y quizá más extremas en términos de la capacidad de adaptación de los hombres, ahí están los iglus, desarrollados por los grupos de esquimales que han sobrevivido a las tremendas temperaturas congelantes construyendo con bloques de hielo y recubriendo el interior con pieles de animales para conservar, en principio, el calor generado por los seres humanos que los habitan.
El devenir de las viviendas es un larguísimo proceso a lo largo de la historia, vamos a dejar hasta aquí esta primera aproximación para que, en la siguiente entrega, hagamos un recorrido por regiones y épocas que nos permitan valorar y reconocer el gran esfuerzo y logro que el hombre ha tenido en todos estos siglos de evolución.