¿Dejas galletas debajo del arbolito de Navidad?

Vibrando con el espíritu navideño ‒que esperaríamos imperara en muchos países del mundo en esta temporada‒ nuestro tema de hoy es el árbol de Navidad. Alrededor de este emblemático arbolito se han reunido, desde hace décadas, familias enteras, católicas o cristianas, disfrutando de las fiestas o en advocación por el nacimiento del niño Jesús. Finalmente, si no perdemos de vista el origen de esta celebración, éste es el motivo real para la reunión.

Como el tema lo permite y la narrativa navideña lo hace casi obligatorio, vamos a empezar el recorrido guiados por los espíritus de la Navidad del pasado, el presente y el futuro que visitan a Ebenezer Scrooge en el Cuento de Navidad escrito por Charles Dickens.

El Espíritu del Pasado: Ayer

Los germanos, convencidos de que la tierra y los astros pendían del gigantesco Árbol del Universo: el Divino Idrasil. Ellos decoraban un roble con antorchas y bailaban a su alrededor en la celebración del solsticio de invierno. Este árbol cuyas raíces estaban en el infierno y su copa en el cielo, lo vinculaba todo.

Posteriormente, cuando San Bonifacio evangelizaba Alemania e Inglaterra por ahí del año 740, hizo lo que casi todos los adoctrinadores en el mundo, al tomar un símbolo de la religión pagana para adoptarlo y resignificarlo en la religión que llegaba a imponerse. Así se da la primera transformación del árbol de Navidad. Gracias al buen San Bonifacio se reemplaza el roble que representaba a Odín, por el pino decorado que simboliza el amor eterno de Dios. La decoración del árbol se hace entonces con dos elementos cuyo significado tenía sentido en la religión cristiana: las manzanas (representación de las tentaciones) y las velas (representación de la luz del mundo y la gracia divina). Adicionalmente, al ser una conífera ‒especie perenne‒ el pino es el símbolo de la vida eterna y, su forma triangular representa a la Santísima Trinidad.

Idrasil
Ilustración del Árbol del Universo (Imagen: WP Entre Sinalefas).

En la Edad Media esta costumbre se expandió en todo el viejo mundo. Decorado, tal y como lo conocemos actualmente, el primer árbol de Navidad se vio inicialmente en 1605 en Alemania y se utilizó para ambientar la festividad en una época que es extremadamente fría en la región. A partir de ese momento, la decoración del árbol de Navidad comienza su difusión. Hay registros de Finlandia en el 1800 y en el Castillo de Windsor en Inglaterra cuando el esposo de la Reina Victoria, el Príncipe Alberto lo lleva por primera vez en 1847. En España lo vemos en 1870 y, a partir de ahí, el salto a América fue sólo una expansión natural.

Para tener una mejor comprensión de este simbolismo es necesario saber que cada uno de los elementos decorativos que se fueron incorporando al árbol (en sustitución de las manzanas y las velas), tenía su propio significado. Ese “mensaje” de los elementos del árbol se ha ido perdiendo a lo largo de su evolución por la centuria de los 1900 y aún más a partir del inicio del siglo XXI, sin embargo, en su origen, las tradicionales esferas y las guirnaldas con luces de colores representaban algún don que se “materializaba” en el árbol de Navidad. Fíjate bien, si quieres retomar este contenido emblemático de los adornos en tu árbol, esto es lo que no puede faltar.

  • Las esferas representan los dones que Dios da a los hombres. Las azules son símbolo del arrepentimiento, las rojas de las peticiones, las doradas de alabanzas y las plateadas de agradecimiento.
  • La estrella que habitualmente se coloca en la punta del árbol representa la fe que nos guía en la vida.
  • Las cintas y moños representan la unión familiar y la presencia de nuestros seres queridos.
  • Los angelitos, que no pueden faltar en el árbol, son los mensajeros entre los seres humanos y el cielo; son los encargados de protegernos.
  • Las luces, independientemente de su color o de su intermitencia, iluminan el camino de nuestra fe.
esferas, listones y estrellas
Imagen: Diario AS.

El Espíritu del Presente: Hoy

El árbol de Navidad en el presente es un objeto de ornato que puede llegar a ser lienzo del arte y de la artesanía de cada región. Incluso, expresión personal de cada familia que lo pone en su casa. Es también representación en centros comerciales para “celebrar” y promover el consumo. Encuentras en tiendas desde arbolitos diminutos hasta árboles gigantescos de muchos metros de altura para las plazas públicas y patios comerciales. Un tradicional evento en la Ciudad de México y muchas otras grandes ciudades de la República consisten en la reunión de los celebrantes para encender el árbol de Navidad igual que se hace en el Rockefeller Center en Nueva York.

Nuevamente, la evolución de la tecnología y de la industria ha posibilitado la incorporación de materiales, colores y formas para la representación de este símbolo de la Navidad. Árboles cultivados, de madera, de plástico, de fibra de vidrio, de colores que van desde el verde tradicional hasta el color negro, luces led integradas para simplificar la instalación, incluso sin árbol para los poseedores de mascotas como gatitos que son especialistas en jugar con las esferas y adornos para acabar tirando los árboles. Las posturas frente al aparentemente inofensivo arbolito de Navidad son variadas y cruzan por las creencias y hábitos de cada sujeto. Por ejemplo, con relación al grado de conciencia ecológica encontramos los siguientes comportamientos:

1) Los “inconscientes fans de la Navidad” muestran cero preocupación por el origen del arbolito que decorará su hogar. Lo que quieren es que el olor a pino remueva esas emociones que el aroma evoca y que los lleva a recordar su infancia y los momentos compartidos en ocasiones anteriores con lo seres queridos. La memoria olfativa los reubica en esas experiencias que gustan de recuperar, por lo tanto, privilegian los árboles naturales, retroalimentando con esta experiencia sensorial la tradición. Para protegernos a todos de estos inconscientes, los concientes del cuidado de la naturaleza y del planeta han conseguido que los vendedores de pinos navideños se surtan con viveros especializados que tienen ciclos planeados de cultivo y que se harán cargo de la posterior reforestación y conservación del medio ambiente.

celebración navideña
Imagen: Gobierno de la CdMx.

2) Los “sólo conscientes, no tan fans, de la Navidad” prefieren utilizar una y otra vez el mismo árbol de plástico que llegó a sus vidas hace 20 años o más y del que no van a desprenderse porque implica contaminar con una pieza sintética y totalmente artificial que tardará siglos en degradarse. Además, consideran que no es necesario cambiarlo porque el arbolito navideño está en casa y cumple con la función simbólica de la celebración. Así, ni generan basura ni utilizan un árbol que estaba vivo y fue talado para fungir como objeto decorativo de temporada. Entre estos “conscientes no fans” encontramos algunos que además utilizan aromatizantes para generar el efecto del olor a Navidad en casa.

3) Los “conscientes fans de la Navidad”. Estos prefieren el árbol natural, sin embargo, les concierne el deterioro del planeta y la ecología así que utilizan árboles sembrados que después pueden volver a replantarse o verifican el origen del vivero en el que se ha cultivado el árbol para asegurarse de que se seguirá un ciclo de reforestación y reutilización de los árboles de desecho. A estos les gusta la idea de tener el aroma natural como si estuvieran en el bosque, pero sin el cargo de conciencia de estar deforestando las zonas boscosas en nuestra desagradable y aborrecida función humana de ser los mayores depredadores del planeta.

4) Hemos identificado adicionalmente otro grupo que se manifiesta abundantemente en las redes sociales. Estos con los “cat lovers”. Su postura de origen puede ser cualquiera de las 3 anteriores, sin embargo, estos no son los criterios más relevantes para decidir por formas alternativas de árbol de Navidad o, de plano, no poner árbol en casa. En el caso de este perfil, el respeto al espacio y expresión de sus adoradas mascotas es más importante. Saben que sus criaturas felinas, generalmente adoptadas, son veleidosas y disfrutan de los árboles, las luces y los adornos navideños. Los videos e imágenes de árboles “habitados” por un gato que se quedó atorado entre las series y ramas o de un árbol abatido por los simpáticos y juguetones animalitos, se suben por cientos a Internet para compartir el “chistecito” del gato. En este caso algunos desarrollan alternativas para seguir la tradición como utilizar materiales de esferas plásticas irrompibles, fijar el árbol a un muro o mueble para que no lo puedan tirar o hacer de los muebles para gato o de árboles de madera la representación para tratar de satisfacer su humano deseo de espíritu navideño.

árboles navideños a prueba de gatos
Imagen: Bigotes de Gato.

El mayor reto del Espíritu de la Navidad del Presente es que no se olvide el motivo de celebración, de conmemoración del amor y unión de los católicos y cristianos en torno al pesebre por el nacimiento del niño Jesús.

El Espíritu del Futuro: el Mañana

¿Cuál es el planteamiento del árbol de Navidad del futuro? Puede ser uno hecho con puras luces, un holograma o una percepción alterada del cerebro que haga que cada uno de nosotros podamos ver en un punto predeterminado el árbol de Navidad que más nos guste. Lo que debemos reflexionar es que este símbolo de la Navidad tiene como trasfondo una celebración religiosa que no se conmemora en todo el mundo. Es así que, por lo menos en teoría, el símbolo “árbol de Navidad” varía o carece totalmente de significado dependiendo de los diferentes países y regiones. Judíos, budistas y musulmanes no celebran la Navidad. Quizá en algunos casos participan de las fiestas por cuestiones de orden social o por el mero gusto de disfrutar de la comida y el baile. Sin embargo, el motivo de base no tiene que ver con la conmemoración del nacimiento de Jesús en la tierra. Es así como en un acto de total identificación de estas diferencias y con el ánimo de ampliar el evento que puede reunirnos reconociéndonos en nuestras diferencias convocamos a poner un gran árbol de Navidad en nuestro corazón. Un árbol de Navidad que nos recuerde que, a pesar de nuestras diferencias, todos somos seres humanos producto del amor. Idealmente, así debería ser. Todos hermanados por el amor y no separados por las creencias.

Esta reflexión en torno al árbol de Navidad es un pretexto para hablar de la profundidad de nuestras similitudes y discrepancias. Los amores y las familias, independientemente de sus creencias, pueden tener un pretexto para mirarse profundamente y comprender que el dolor de uno es el dolor de todos y que la felicidad de uno es la felicidad de todos. No hace falta esperar a otra guerra o a pérdidas posteriores sin poder decir, de todo corazón: ¡Felicidades a todos!

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