La vigencia de “Nuestras vidas son los ríos” de Elena Garro a 20 años de su fallecimiento

Un día como hoy pero de hace 20 años, Elena Garro abandonó el mundo de los mortales no sin antes dejar un amplio legado a las letras mexicanas.

México.- Fue el 22 de agosto de 1982 en Cuernava, Morelos, donde Elena Garro falleció tras una insuficiencia cardiaca y respiratoria. Para algunos expertos, su legado literario la coloca como una de las mujeres más importantes en la literatura mexicana, a la par de sor Juana Inés de la Cruz.

Hoy se cumplen 20 años del fallecimiento de la autora de Semana de colores y por ello, vale la pena traer a colación uno de los cuentos que compone este libro, “Nuestras vidas son los ríos. En el ensayo “La magia innovadora en la obra de Elena Garro”, Patricia Rosas Lopátegui describe el trabajo de Elena Garro de la siguiente manera:

Una de las cosas que llama la atención en los cuentos de La semana de colores es la manera en que Elena Garro ve la realidad mexicana, que gracias a su persistente poder imaginativo, aparece siempre renovada. En su obra la vida cotidiana alcanza otros derroteros porque está vista por los ojos implacables de la creación, y toda creación es ante todo crítica y desmitificadora.

Nuestra imaginación se expande en medida que dialogamos con la realidad y los imaginarios que nos rodean. En esta colección de cuentos, los personajes de Elena Garro fungen como imaginarios e imaginantes. Leli, personaje del cuento “Nuestras vidas son los ríos”, es un buen ejemplo de cómo la imaginación posibilita una lectura más amplia de un mismo hecho.

En este cuento “la institucionalización de la Revolución Mexicana y los resabios del caudillismo cobran vida en la realidad infantil de Leli con el fusilamiento del general Rueda Quijano a manos del gobierno dictatorial de Plutarco Elías Calles”, apunta Lopátegui. Desde el momento en que la niña ve al general en el periódico, ella resignifica la muerte de dos formas: el gobierno mata mexicanos y “todos los ríos van al mismo mar”.

“Había días como ése, en que la muerte tocaba con sus dedos delgaditos a las calles y los árboles, para hacernos sentir que nada de lo que encerraba este mundo era nuestro”, escribe Garro en su cuento. Aunque el libro fue publicado en 1964, bien puede tener hoy día una vigencia casi obvia pues no es difícil imaginar la fotografía de un cadáver en la portada de un periódico; basta con ir a un puesto de revistas cualquier día para saber que, en palabras de uno de los personajes de Elena Garro, Rutilo, “el cabrón gobierno es muy matón”.

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¿Qué se genera en nosotros cuando nos encontramos ante la fotografía de una muerte violenta? ¿Indignación? ¿Y si no? Leli, personaje imaginario, puede imaginar más eso. De acuerdo a Lopátegui, la niña observa que “inmersa en una sociedad que silencia las voces rebeldes y libertarias, no puede escapar a una muerte sangrienta”, pero también percibe que el general mexicano hizo más que elegir un bando, eligió un mar azul bañado de soles amarillos.

“El desconsuelo del periódico se disolvió en sus palabras, y Leli supo que allí en el mar todos éramos el mismo, y que nunca más el general Rueda Quijano iría solo, andando desdeñoso al paredón, mirando por los ojos serios de los soldados y las cámaras absurdas de los fotógrafos de prensa”, escribe Garro porque para la escritora, la muerte, por más terrible que sea, no necesariamente cancela las posibilidades de seguir imaginando.

Ser consciente de la realidad violenta en la que estamos insertos no implica abandonar la capacidad de imaginar más allá de esa realidad; ni lo opuesto, imaginar más allá de la realidad no necesariamente significa ser indiferentes a la conflictos avasallantes del día a día. La imaginación es nuestra última trinchera, si dejamos de imaginar secamos nuestro propio río sin que el “el gobierno matón” dispare una sola bala. El proceso creativo de leer y escribir es un acto de resistencia. “Como los campesinos, la autora resuelve los problemas del tiempo, el amor, el conocimiento y la muerte en la suprarealdiad, o en la esfera de la imaginación, porque sólo ahí tiene cabida la felicidad”, destaca Rosas Lopátegui de la obra de Elena Garro.

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