A mediados de mayo de 1942, México se declaró en estado de guerra contra Alemania, Italia y Japón. La declaración hizo que nuestro país quedara bien con el vecino del norte, aunque la opinión pública, junto con nuestra ancestral irritación contra los güeros, se inclinaba hacia los alemanes y opinaba que el entonces presidente Manuel Ávila Camacho, el último presidente militar en nuestra historia, era un “vende patrias”.
Sin embargo, entrar a la Segunda Guerra Mundial hizo que la industria nacional creciera como nunca. Como en esos años no hubo importación nos vimos obligados a fabricar los productos, así como también a exportar materias primas bajo gran demanda. Se firmó un acuerdo para que miles de trabajadores mexicanos (braceros) pudieran trabajar del otro lado y así “pelear la batalla del surco”, como dijo Ávila Camacho. Por otro lado, la participación en la trifulca produjo un milagro: las clases políticas olvidaron sus intereses y todos se unieron leales al presidente: el bienestar de la patria estaba por arriba de cualquier enemistad. En un hecho sin precedente, Ávila Camacho convenció a los ex presidentes todavía vivos para reunirse con él, inmortalizando el momento con fotos conmemorativas frente a Palacio Nacional. Y ahí estaban a cuadro los archienemigos por excelencia, Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas, dándose un apretón de manos con sonrisas Colgate.
Al final del día la participación de México en la guerra costó, hablando fríamente, aproximadamente tres millones de dólares y sesenta y ocho vidas (cinco en acciones militares en el Pacífico y sesenta y tres entre los seis buques mercantes hundidos por submarinos alemanes: el Potrero del llano, el Faja de oro, Tuxpan, Las Choapas, el Oaxaca y el Amatlán). Además, no tuvimos las infernales consecuencias que padecieron otros países.
Una de las industrias más florecientes de ese momento fue el cine. Esto porque Estados Unidos y Europa decidieron emplear su producción de celulosa, materia prima para la elaboración del filme (la película de acetato se usó en el cine hasta 1950) en productos bélicos, como explosivos, paracaídas y lo relacionado con el algodón. Así se dio en México la famosa Época de Oro del cine, con sus grandes ídolos rancheros y el pueblo viviendo a través de ellos. Sin embargo, la industria demostró ser un súper negocio y una importante fuente de empleos para los mexicanos, y mientras la capital mexicana se convertía en un relevante centro cosmopolita, nos llenábamos de directores, fotógrafos, actores y actrices norteamericanos, argentinos, cubanos y españoles.
Ese año marca el debut en el cine de la diosa de hielo, María Félix, con la película El Peñón de las Ánimas, dirigida por Miguel Zacarías, quien tuvo que ensayar durante más de tres meses diariamente con la Félix para quitarle, primero, lo alzada, después su tartamudeo y, por último, enseñarle a pronunciar bien las palabras. La esplendorosa actriz tenía veinticuatro años y recién acababa de abandonar a su esposo y único hijo en Guadalajara para seguir su hambre de fama y riqueza.
Muchos otros artistas debutaron ese año, por ejemplo, el inigualable Carnal Marcelo (Marcelo Chávez), el comparsa inseparable de TinTan, en la película Maravillas del toreo, de Raphael J. Sevilla, un director importante por ser de los pioneros del cine sonoro nacional e iniciador, en 1938, con la película Perjura (Jorge Negrete y Marina Tamayo), de ese género de películas donde se inventó una belle époque mexicana en la que todos los personajes, de clase media y alta, eran felices bajo el paternalista amparo de papá Porfirio Díaz.
Debe señalarse que el cine no sólo fue un modo de entretenimiento, también fue uno de los más eficaces vehículos de propaganda para convencer a los mexicanos que ser aliado de los norteamericanos era lo mejor, y también para venderles el boyante american way of life, ese estilo de vida clasemediero aspiracional repleto de electrodomésticos que hacían de la vida un paraíso terrenal con tan sólo apretar un botón y que te endeudaban para el resto de tus días.
Regresando al cañonazo: el presidente Manuel Ávila Camacho, apodado el General Caballero ‒por su carácter bueno y juicioso y porque cuando estuvo en el ejército tenía la habilidad de convencer a los enemigos de rendirse sin pelear‒, quiso aprovechar la disputa mundial para industrializar lo más posible el país, “de esa manera no sólo dejaría felices a los empresarios, sino que México ya no sería un país atrasado, (…) ni surtidor de materias primas sin procesar”, apunta el escritor José Agustín en su recomendable Tragicomedia Mexicana (1991). No en balde se destinó hasta un 60% de los gastos del gobierno para apoyar la empresa privada, algo insólito.
En ese tiempo México abastecía de petróleo a buques tanque norteamericanos que navegaban en el Golfo. Esto se convirtió en un asunto delicado, pues Alemania lo tomó como afrenta y advirtió a México sobre las consecuencias: debía decidir su bando.
La chispa detonante sucedió con el controvertido hundimiento del buque Potrero del Llano, frente a las costas de Florida, en mayo de 1942. Ahí murieron cinco mexicanos. Controvertido porque durante décadas se tuvo la opinión de que en realidad habían sido los norteamericanos los responsables del hundimiento, con tal de presionar a México para ingresar a la guerra. Hoy se sabe, por archivos alemanes, que el barco sí fue torpedeado por uno de los famosos U-Boots alemanes, submarinos chiquitos pero picosos (de sesenta y cuatro metros de largo) de gran agilidad.
Tras el hundimiento del Potrero el gobierno mexicano envió una furiosa protesta al travieso del terror, Adolf Hitler. Unos dicen que Hitler expresó que la declaración era “comparable a la de un gorrión que pretende intervenir en una pelea entre un elefante y un tigre”; otros que el Führer ni se enteró de nuestra reclama, pues tenía cosas más importantes que hacer y el horno no estaba para bollitos aztecas.
Para finales de mayo del mismo año nos hundieron un segundo barco, el Faja de Oro, donde murieron nueve hombres. La indignación no se hizo esperar y el estado de guerra fue aprobado por el Congreso de la Unión en fast track.
Por supuesto los mexicanos se dejaron llevar por la agitación bélica: se hicieron simulacros de bombarderos con apagones y toda la cosa; a los alemanes y japoneses que vivían en el país se les metió en campos de concentración (por ejemplo, en Perote, Ver.); entró en vigor en el país lo que para muchos de nosotros fue una pesadilla: la enfadosa Ley del Servicio Militar Obligatorio para mayores de dieciocho años (ley aún vigente); se les dejó a los norteamericanos poner torres de comunicación en suelo nacional y, en algo que fue bastante controvertido, el presidente firmó un tratado permitiendo el reclutamiento de doscientos cincuenta mil paisanos residentes en Estados Unidos para ser usados como carne de cañón: “Mándenme a esos morenitos de ojos rojos”, decía el General MacArthur.
Cuando la disputa armada ya estaba ganada por los aliados, el gobierno mexicano decidió que era buen momento para participar activamente en la guerra. Para esto se capacitó un escuadrón aéreo profesional, integrado por trescientos hombres. Así, en diciembre de 1944, el llamado y glorioso Escuadrón 201 partió al frente hasta con la bendición del compositor Agustín Lara, quien rápidamente compuso para la ocasión su Cantar del Regimiento:
…Cantar del regimiento,
mil vidas se apartarán.
Que lo cuida la Virgen morena,
que los cuide y los deje pelear…
Desgraciadamente, desde el inicio la participación del Escuadrón 201 estuvo plagada de problemas, desde enfrentar el constante mal clima del Pacífico, pasando por la dificultad de pilotear aviones como el P-47 Thunderbolt, hasta la mala comprensión de órdenes y señales, pues más del sesenta por ciento del equipo mexicano no hablaba inglés, desatinos que en más de una ocasión terminaron en tragedia.
Fuera de la participación del Escuadrón 201, México no tuvo otra acción bélica contra los alemanes, con la excepción de una muy especial, digna de celebración.
En aquel tiempo, en la capital de México uno de los cafés más concurridos por artistas, intelectuales, torerillos, burócratas, periodistas y golfemios en general era el Café París, en la calle 5 de Mayo. Pues a este parnaso cafetero llegó un perro callejero que se convirtió en la mascota del grupo de escritores y artistas, que más que ir al café, no salían de él pues pasaban las horas culiatornillados.
Primero al perro lo llamaron el Güero, después el Güero Literato y finalmente Literato a secas, esto porque se decía que el can “era inédito”. Lo cierto es que al perro se le trataba mejor que a muchos parroquianos, quizás porque él sí era agradecido y convertía cualquier sobra de comida en un verdadero banquete.
Pues nada, el escritor Marco Antonio Campos comenta que “el gran momento en la vida del perro Literato (corrían los años de la Guerra Mundial), fue sin duda el merecido homenaje que le brindaron los clientes del café por su proeza de haber mordido a un alemán.”
La heroica acción le valió al perro una presea y una celebración “a todo hueso”. Entre los organizadores estaban los poetas León Felipe y Andrés Henestrosa, los escritores Juan de la Cabada y Emilio Abreu Gómez y el músico y compositor Gerónimo Baqueiro Fóster.
Después de estrujar los bolsillos de los compañeros y otros piruetistas sableadores, se procedió a la fiesta con el siguiente programa:
“I.- Barbacoa con todos sus complicados accesorios: guacamole, salsa borracha y dos cervezas, coronas extras.
II.- Dimensión pluridimensional del perro en las artes y las ciencias (discurso).
III.- La Bamba –sólo de chirimía–, por Baqueiro Fóster.
IV.- Relaciones morfológicas entre los perros estetas a secas (conferencia).
V.- El Aria del Perro ‒romanza por el tenor José Pulido.
VI.- Nosotros, los perros ‒confesiones y ensayo por el Perro Lomelí.
VII.- Espontáneos.”
Queda una pregunta fundamental: ¿en qué parte del cuerpo habrá mordido al alemán el chucho Literato? Esto porque la verdad no es lo mismo que te muerdan la pantorrilla que la entrepierna, pues son, digamos, venganzas de distinto sabor…misterio por resolver.
La realidad de ese cuento, NO OLVIDADO. OMITEN LA VERDAD Y REALIDAD es que.
La expropiación petrolera fue una farsa, porqué significo que el pueblo MEXICANO pago UN VALOR SUPERIOR , cuando sus susodichas empresas NO VALIAN NADA .a ese miserable JUDIO Franklin D. Roosevelt. por aquel entonces presidente de la nación gringa. Les urgía que les pagaran a ellos PRIMERO. pues mañosamente sus hermanos DRUIDAS, los británicos les pagaran después. Y vaya ¿ QUE ? los mexicanos caímos en CHANTAJE INTERNACIONAL DE LA LUCHA POR LA DEMOCRACIA Y LA LIBERTAD DE LOS PUEBLOS. ¡ Cuando la realidad era otra ! En la lucha por colonialismo internacional, siempre ha existido la manipulación del bueno, el héroe y el villano, malo y feo.
Y de ganar la guerra la gran Alemania, pues significaba, EL FIN DEL DOMINIO MUNDIAL.
Pero esa es otra historia. Y omitieron por aquello de los héroes gringos hablando de los ya generales Douglas Mcarthur
y George Smith Patton, Jr. Por allá de 1914 eran oficiales y ostentaban en grado de tenientes. Andaban correteando a Francisco Villa y sus huestes. Pero vale la pena recordar la clase de ratas que son los güeros. Se menciona que el joven teniente George Smith Patton, Jr. Tuvo la grandiosa idea de montar una ametralladoras en el famoso Ford T. y corretear a los mexicanos. Por aquel entonces. ” LOS GRINGOS ” después de su invasión a México, lo dejaron en paz, porqué su madre DRUIDA ( doña inglaterra ) entro en guerra con la gran Alemania. simple esos terroristas y criminales naciones no han, querido perder su DOMINIO MUNDIAL. ja ja ja los nazis malos ? uuuuhhh. y los pobrecitos judíos. con eso de la banca es propiedad y de estos y su dominio mundial, pero NO quiero quiero, que me acusen de antisemita y antitortas o tacos.
Lamento, que siempre qué se recuerda el pasado nostálgico, nunca falta la basura y el excremento, que son los extranjeros.
en verdad lamento. Pero se tiene que recordar las historias NO CONTADAS, para NO repetir los mismos errores.
Sobre todo hoy, qué los ” GRINGOS ” sienten la amenaza de perder su dominio ante CHINA Y RUSIA. Ahora esos perros, pretenden quitarnos, nuestra península de baja California sur y el mar de Cortés. ¿ Y la SOBERANIA MEXICANA ?
¿ Hoy nuevamente, apoyaremos a nuestros exploradores ?
P.D. Fue una bonita época del mambo y el cha chá. Y la estación de radio del vetarrografo musica, para viejechitos. snif que tiempos.
Interesntísimo su gran comentario, don Andrés, y mil gracias por compartir y leernos. Siempre es fresco aprender nuevas cosas a través de gente como usted, que se toma el tiempo de participarnos.
Le agradezco muchísimo.