La historia fue impactante y conmocionó a la ciudad. En un artículo publicado en el periódico Excélsior, el 31 de julio de 1958, leemos que el día anterior la vida capitalina se vio testereada por la inusual noticia del asesinato en plena calle de una gran elefanta. La occisa respondía, a veces, al nombre de Judy.
Resulta que la elefanta Judy fue estrella del afamado circo norteamericano Ringling Bros. and Barnum & Bailey, circo de mucha tradición que, en el 2017, después de ciento cuarenta y seis años, cerró sus puertas curiosamente, entre otras cosas (como la de tener en nómica a más de cuatrocientas personas en gira permanente), por falta de elefantes. El elefante siempre fue un ícono glorioso del circo Ringling, desde que los comenzaron a utilizar en sus funciones en 1882.
Pues bien. Resulta que entonces con el fin de promover y enriquecer el zoológico de la Ciudad de México, el gobierno al mando de Ernesto Uruchurtu, quien regenteó con mano de hierro por catorce años (creador de los ejes viales), compró cuatro jóvenes elefantas a una institución de Florida, E.U. En un gesto de cortesía y apreciación los güeros pusieron en la canasta a Judy, una hermosa criatura de treinta y cinco primaveras.
Nuestras amigas de tenis redondos y orejas de milanesa viajaron en tren bajo la supervisión del domador de fieras y amigo de muchos años de Judy, el norteamericano Charles Butler.
Llegaron a México sin problema. Pero en la madrugada del miércoles Judy, Yamina, Seeta, Rommi y Terra decidieron escaparse de la estación Balbuena, donde aguardaban, quiero imaginar, sus visas de trabajo.
Algunos testigos dijeron que de pronto los paquidermos rompieron el vagón donde estaban, destrozaron sus cadenas y se echaron a andar por los andenes ante el asombro y griterío del respetable, quienes corrían aterrorizados. La causa de que los animales se hayan espantado e irritado al parecer fue el fuerte y chocante silbido de las máquinas que partían a sus destinos: “Arrastrando sus cadenas y caminando pausadamente, los animales enfilaron rumbo a la calle de Salvador Díaz Mirón, y se inició una de las más extraordinarias aventuras que han vivido los capitalinos”, narra el artículo periodístico.
Ya en marcha por las calles las elefantas se separaron. Judy, la más grande y con humor de suegra sin almorzar, agarró rumbo a Santa María la Ribera, mientras las otras se fueron hacia la Escuela Normal Superior. Cuestión de imaginarse la cara de la gente al cruzarse de pronto con tremendas damas. Un borrachito al verlas de cerca comentó: “Ay, compadrito, ahora sí dejo de tomar, pues hasta elefantes veo.”
Si la gente estaba asustada, los animales más, pues inmediatamente comenzaron a arremeter contra todo lo que se les ponía enfrente, puestos ambulantes, automóviles y uno que otro despistado. Rápidamente se dio parte a las autoridades, pero como el D.E.D. (Departamento de Elefantas Desmadrosas) todavía no existía no supieron el proceder técnico del asunto, más que seguir con lupa las huellotas de las forajidas.
Ya en la colonia Santa María, Judy se veía intranquila. Cerca de ella estaba su domador que gritaba sin cesar: “¡Stop Judy….Stop Judy!”. La elefanta, al ver a la gente arremolinada, alborotada y hasta colgada de los postes, junto con el estruendo de las sirenas policíacas, hizo lo contrario al mentado stop: se arrancó a toda máquina por la calle de Carpio destrozándolo todo.
Entonces, como siempre, cayó el pelo en la sopa: de la nada le salió a Judy un macho mexicano, de los que sólo vemos en las tarjetas de la lotería a la hora de ponerle el frijol encima, un temerario azteca que decidió poner en su lugar a la descarriada trompuda, enfrentándola a golpes y jalándole la cola. Pues nada, el periódico narra: “Carlos Cruz García, de 54 años de edad, fue aplastado en las calles de Carpio (…) El occiso se atravesó al paso del enloquecido animal y, al jalarle imprudentemente la cola fue pateado por el paquidermo que se paró encima de él, dejándolo aplastado en el pavimento.” A continuación, se cuenta cómo la esposa de Carlitos “el temerario”, abalanzada sobre el cadáver, maldecía y gritaba: “¡Maten a ese animal…mátenlo!”.
Las horas de angustia continuaron y el ambiente se tornó más tenso. Calles arriba Judy se reencontró con sus jóvenes amigas. Todas comenzaron a dar fuertes resoplidos y bramidos que “pusieron la carne de gallina a los que estaban cerca”. Sin embargo, los encargados del zoológico y el personal norteamericano lograron separar a las pequeñas de Judy, poniéndolas a salvo.
Butler y compañía regresaron por Judy, que se encontraba todavía confundida pero calmada. Sin embargo, al momento de tratar de subirla al camión se volvió a escapar, corriendo sin detenerse hasta el humilde Callejón de la Luz, donde se tumbó totalmente agotada. Judy trató de salir del callejón aventándose sobre una patrulla y forcejeando con sus cansadas fuerzas, pero el domador Butler logró detenerla con su desgañitado “Stop Judy!”.
Entonces, mientras el contingente policial deliberaba sobre qué se iba a hacer, de pronto se escuchó una detonación… Butler le había disparado a Judy: “Después se escucharon ráfagas. Los policías y granaderos todos apuntaban hacia el cuerpo de la elefanta. Pasaron unos instantes. Nadie se movió de su sitio. Había recibido 26 balazos en la cabeza. Butler fue el primero en acercarse al animal. El cuerpo de Judy palpitaba aún.”
“En unos segundos se fueron apagando en Judy los ruidos de la existencia. La enorme mole de carne, que trajo en jaque a miles de habitantes, policías, granaderos, motociclistas, patrulleros, ambulantes y domadores durante siete horas, quedó en silencio.”
Charles Butler abrazando a la elefanta le dijo quedamente: “Ya no había lugar para ti en México. No me hiciste caso. No te calmaste, Judy. Eras un peligro. Mira cuántos niños y niñas. Pobrecitos de ellos, si aún estuvieras viva.”
El cuerpo de Judy fue llevado al zoológico, destazado y dado a los leones. Alguien se quedó con la cabeza.
Ah Gerardo!! me han pasado un montón de reflexiones y sensaciones al leerle hoy, es usted genial!!! y con razón entre su trabajo esta el que se dedica a los niños! por momentos su relato es taan vívido como solo lo puede hacer, el que tiene la agudeza de contarle a un niño y realmente atraparlo, por otra parte deseaba no seguir leyendo o mejor aun! poder leer en la comodidad de mi sillón con al menos, unas palomitas o los cacahuates que no disfrutaba Judy en su carrera!! su relato era como ver una película del gran Tin Tan!! sabroso y ligero, sencillo y genial, divertido. Seguro no fue nada divertido vivirlo, pero la forma en que nos lo presenta es deliciosa, lamentablemente el final no se puede disfrazar ni disimular y usted no lo hace, lo cual también se agradece.
Reciba un abrazo y siempre gracias por regalarnos la belleza de su redacción y su estilo!!
¡¡Ah, doña Angelé!, cómo aprecio, de veras, sus comentarios…
En serio le agradezco mucho sus atenciones, pero sobre todo le mando un gran abrazo y que tenga un bonito fin de semana
ahhh si alguna vez se presenta en Gandhi o el Sótano para dar de viva voz y presencia alguno de sus relatos, por favor INVITE! que yo quiero estar en primera fila!
¡Qué gran idea!!…será la primera en saberlo
Brillante como siempre mi querido tocayo lleno de motivos de reflexión como: que carajo hacen unos elefantes en la Ciudad de México? La crueldad humana sobre el mundo animal se muestra crudamente. Lamentable saber hoy que estos magníficos ejemplares de la evolución se encuentran hoy en grave peligro de extinción, junto a un gran número de especies agredidas a través de la historia del ser humano. Solo recordemos que Juan Carlos el anterior rey de España, quedó, gracias a Dios, ( que por El sucede todo) cojo en su fallida cacería de elefantes. En fin, gracias por ell histórico tema.
Toda la razón, don Gerardo. Y sí, el reyecito caprichoso mata leones le salió el tiro al revés!
Muchísimas gracias por leer, don Gerardo y reciba un abrazo
Vaya! Siempre divertida la peculiar narración, en este caso a una muy triste aventura.
Los sentimientos a favor de Judy, surgen sin pensar.
Pobre… quizá decidió así su destino, para calmar un poco su ansiedad y tristeza.
Creo que los humanos no le hacemos nada bien a la madre y hermosa naturaleza!
Un gran abrazo Gerry!!
Muchas gracias por leer don Alfonso, reciba un gran abrazo!
Toda una montaña rusa de emociones en este relato, lo divertido, lo político, lo histórico, el flocklore citadino de los 50’s, el el descontrol, la crueldad. Toda una ráfaga, de pensamientos, sentimientos y reflexiones. Gracias Gerard.
Muchas gracias a ti, querido Luis Enrique, por leer y sí, nuestra historia es una montaña rusa, jijiji…Un gran abrazo
Singular relato, como siempre divertido y ameno. Una vez más, me siento atrapado entre la historia y la fantasía de la imaginación generada en cada línea. Reí mucho hasta que el final, me condujo al vértice donde la risa se encuentra con la tristeza de la desgracia humana, que pierde el control y cree que encuentra la.solución en la muerte. Esta historia no se me va a olvidar y de esta forma gracias a este relato, rindo homenaje a Judy.
Ah!, mil gracias por leer Luis Enrique, y sí en efecto, el ser humano no parece tener arreglo en su trato con los animales, que como siempre lo jala su prepotencia antropológica!…¡Viva Judy!..
Un gran abrazo
Felicidades Gerardo.
Mi mama vivio su infancia en la colonia sta Maria la rivera.
Calle Manuel Carpio. Por lo.que ya habia escuchado la historia de Judy la elefanta. Mas no a tal detalle. Muy.interesante
Hoy dia la casa de Carpio es el negocio que mNejo mi papa y hoy lo lleva mi hermano que fundo mi abuelo. Laboratorios Estrella
Qué interesante. La verdad es una colonia de mucha historia y muy bonita..Felicidades y mil gracias por leer, Enrique!…