La imaginación de la necesidad

La armonía es reactiva al caos, la buscamos para vencer a la persistente adversidad. El arte se construye de manifestaciones que iniciaron por una tremenda necesidad. En las naturalezas muertas la imaginación inventa lo perdido, el realismo de las frutas, los panes, las flores, las copas de vino, la composición que trae a la mesa la pantagruélica ausencia, un grito que exigía al destino que se materializara por encima de la privación impuesta. Las Guerras Religiosas reclamaban los bienes católicos expropiados por calvinistas y luteranos, la obcecación y la avaricia se defendieron como virtudes divinas.

La exposición de Pintores Holandeses, del Metropolitan Museum de Nueva York, reúne retratos, paisajes y naturalezas muertas que se realizaron ante la mirada cadavérica del hambre. La belleza de una langosta recién atrapada, las naranjas con la espiral de piel colgando, los melones abiertos, eran inalcanzables para la mayoría del pueblo, encargos de algunos privilegiados. Las copas con agua limpia y transparente, en la maestría de recrear la fragilidad del cristal y la deformación de las dimensiones y los volúmenes, contienen la imposibilidad de encontrar agua limpia para beber y asearse, la comida se preparaba con aguas corruptas porque las guerras dejaron tras de sí la bendición de una miseria que añoraba la recompensa de la muerte. Las flores, las piezas de caza, la mesa es un altar a lo efímero, el proceso de descomposición, somos materia que ingiere materia, ese proceso, lo que comemos y lo que somos, conlleva degradación y extinción.

En las pinturas hay historia y filosofía, en la reconstrucción de la desesperación humana se manifiesta belleza. La contemporaneidad asimiló a la naturaleza muerta como “decoración”, el arte VIP para hablar de miseria o muerte es de obviedad panfletaria, forran habitaciones con rebanas de pan, y claro, lo desperdician, o platos rotos, es decir, lo más inmediato y fácil de hacer. Es un portento crear belleza, pintar una obra que muestre el paralelismo inseparable de nuestras necesidades orgánicas y nuestras necesidades espirituales, decir que somos proveedores de nuestro propio cuerpo, trabajamos para mantenerlo vivo y, en esa fatalidad, la degradación de la materia es inevitable, no lograr la misión de alimentarnos es una tragedia y el poder en sus arbitrarias decisiones impide a los seres humanos la subsistencia digna. La obra de Willem Claesz Heda, Naturaleza muerta con ostras y un frutero de plata, tiene al centro una copa con agua, en los platos los restos de la fruta, los pliegues del mantel son luz y sombra, la mesa reúne el desorden de la comida terminada, una copa y el frutero caen vacíos. Heda habla de la saciedad, tanto que han dejado una naranja a la mitad. Es el colmo de la opulencia, tirar la comida cuando hay hambruna. Heda profundizó en pintar la satisfacción, sus obras son finales, no invitaciones, son el banquete consumido, la soledad de la mesa abandonada.

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