Mata perteneció a ese honroso linaje de músicos que logran hacer que una partitura proyecte los sonidos encerrados en ella, para cobrar vida de manera prodigiosa”, Mario Lavista.
Ciudad de México.- El legado de Eduardo Mata, director de orquesta y compositor mexicano, reconocido internacionalmente por su talento y generosidad, continúa viviendo en la memoria de la sociedad por su labor cultural, a partir de la cual formó a varias generaciones de artistas y construyó sólidas instituciones musicales.
Bajo la premisa de que la música no existe hasta que suena, el compositor mexicano, de quien se conmemorará mañana su 19 aniversario luctuoso, hizo del intérprete un verdadero amo del tiempo ya que depositó en él la tarea de hacer posible que la música transcurra en el elemento que le es propio.
Eduardo Mata Asiaín nació el 5 de septiembre de 1942 en la Ciudad de México. Creció al lado de sus padres Federico Mata y Ana María Asiaín, con quienes viajó constantemente a la ciudad de Oaxaca.
Su interés por la música surgió a temprana edad; a los cuatro años ya había tomado clases de solfeo y a los 11 ingresó al Conservatorio Nacional de Música, donde estudió composición con maestros como Carlos Chávez (1899-1978), quien se convertiría en la figura decisiva en su formación musical.
También recibió cátedra de personalidades como Juan Diego Tercer (1896-1987), Carlos Jiménez Mabarak (1916-1994), Abel Eisenberg (1916-1996), Hernández Moncada (1899?1995), Rodolfo Halffter (1900-1987), José Pablo Moncayo (1912-1958) y Julián Orbón (1925- 1991).
A los 16 años dirigió la banda de música de Oaxaca en un concierto dominical; además, compuso su primera obra, una pieza que le encargó la Secretaría de Educación Pública (SEP) para el aniversario luctuoso de Manuel Ponce (1882-1948).
De 1965 a 1972 laboró como titular del Departamento de Música, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y como asesor artístico y director de Ópera del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), entre 1972 y 1985.
Director residente en el Festival del Berkshire Music Center durante 1964 y de la Sinfónica de Phoenix, de 1974 a 1978, así como director permanente de la Sinfónica de Guadalajara, director artístico de la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México (OFUNAM), y director musical de la Sinfónica de Dallas.
Dirigió la Filarmónica de Berlín; la Orquesta de Estocolmo, tras la muerte de Paul Klepsky (1900-1973); temporalmente la Sinfónica de Londres en giras por Bulgaria, Austria y México, y como invitado la Orquesta Juvenil Italiana. Además, fue invitado en numerosas ocasiones a participar como director huésped en orquestas de Japón, Dinamarca, Italia, España, Holanda, Estados Unidos, Argentina, Perú, Venezuela, Brasil y El Salvador.
En 1993 se convirtió en miembro de la asociación civil Pro-Oaxaca; un año después dirigió a diversos los solistas en un recital a beneficio de la restauración del Teatro Macedonio Alcalá, de Oaxaca.
Un legado musical y humanístico
Desde 1989, el también miembro de El Colegio Nacional, al que ingresó el 9 de agosto de 1984, propuso la creación de orquestas y coros juveniles en México. Propuesta que se ha desarrollado y fortalecido a lo largo de los años.
A partir de 1993, el compositor tuvo en mente múltiples proyectos, entre ellos, impartir seminarios de dirección orquestal, componer nuevas piezas, formar a músicos mexicanos y dirigir obras de nuevos compositores. Además de realizar giras internacionales con solistas nacionales y grabar una serie integral de música Iberoamericana.
No obstante, uno de los proyectos que más lo entusiasmó fue la fundación de una escuela de música y una fonoteca, antecedente de la Fonoteca “Eduardo Mata”, fundada en 1997 como parte del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO).
A lo largo de su trayectoria recibió diversos galardones, como la Lira de Oro 1973 y el Premio “Elías Sourasky” 1975. Fue, también, acreedor de distinciones como el nombramiento de Ciudadano Distinguido en Dallas, Estados Unidos, donde dirigió la Orquesta Filarmónica de Dallas.
En palabras del compositor Mario Lavista, “Mata perteneció a ese honroso linaje de músicos que logran hacer que una partitura proyecte los sonidos encerrados en ella, para cobrar vida de manera prodigiosa”, reseña el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).
Lavista comentó, también, que Mata unió sus conocimientos musicales con una amplia cultura humanística, que le permitía saber cuáles eran las convenciones que imperaban en la época, qué relación guardaba la obra con la historia de la música y el arte, y qué significaban estilísticamente los signos musicales de la partitura.
Eduardo Mata falleció el 4 de enero de 1995, a causa de un accidente aéreo. Ese mismo año, en homenaje al reconocido compositor, se celebró el primer Festival de Otoño “Eduardo Mata“, cuya 19 edición tuvo lugar del 26 de noviembre al 1 de diciembre de 2013.
De su trabajo como compositor destacan las obras “Sonata para piano” (1960), “Improvisaciones para clarinete y piano” (1961), “Sinfonía N° 1, Clásica” (1962), “Sinfonía N° 2, Romántica” (1963), “Aires” (1964) y “Sinfonía N° 3 para alientos y como obligado” (1966), entre otras obras.