¿Qué es la cultura? ¿Puede la corrupción ser “un tema de orden cultural”?

“La cultura no es algo que nosotros podamos ejercer sobre nosotros mismos. También puede ser algo que se puede ejercer sobre nosotros, especialmente a través del Estado político”,  refiere el académico Terry Eagleton. 

Ciudad de México.- Escuelas mal equipadas, falsificación de medicinas y elecciones compradas son sólo algunas de las consecuencias de la corrupción en el sector público, refiere Transparencia Internacional. En México, la desaparición forzada es otra de ellas.

Esta organización internacional ubicó a México en la posición número 103 de 177 países en su reporte de este año sobre la percepción de la corrupción en el sector público, igualado por Bolivia, Moldavia y Nigeria. Los primeros dos lugares los obtuvieron Dinamarca y Nueva Zelanda.

Según otro estudio de la misma organización, México, junto con Nepal y Grecia, obtuvieron los peores resultados sobre la corrupción percibida en los partidos políticos.

El discurso del gobierno federal

En México, el problema de la corrupción viene arrastrándose desde muchos años atrás, incluso concibiéndose como un fenómeno interiorizado y arraigado en el subconsciente colectivo de los mexicanos, incluso por el presidente de la República.

“A ver, no puedes pensar tú que (una sola institución) sea la que nos asegure que tengamos o no corrupción el día de mañana. Yo creo que mucho de esto tiene que ver con un cambio cultural, tiene que ver con ajustes y con un marco legal que sancione no sólo conductas de corrupción dentro del servicio público, sino también del sector privado”, dijo Enrique Peña Nieto durante una entrevista organizada por el gobierno federal en el marco de los 80 años del Fondo de Cultura Económica donde participaron seis periodistas de distintos medios de comunicación.

Luego de su exposición, uno de los periodistas, Enrique Krauze le cuestionó su planteamiento argumentando que los más de 11 millones de mexicanos que viven en Estados Unidos sí respetan las leyes. “Yo creo que el problema es un asunto de sistema que viene francamente del partido que nos gobernó durante años en este país, y es un asunto de Estado de Derecho”, puntualizó.

El presidente reiteró su postura:

“Tú has señalado un responsable, a un partido político que es justamente el que yo represento. Creo que va más allá de eso, creo que es un tema que está en el orden social y que para que realmente logremos cambiar esta condición cultural, debe haber un espacio de participación de todos, tanto de las entidades públicas responsables de combatir la corrupción, como de los propios agentes sociales de toda la sociedad en su conjunto a partir de la denuncia, del señalamiento, de asumir conductas cercanas, más apegadas a la legalidad y no provoquen actos de corrupción.”

Después de esa declaración, múltiples críticas surgieron en redes sociales y medios de comunicación reclamando que parecía que Peña Nieto estuviera justificando el problema en el país, mientras que el presidente continuó reafirmando su lectura sobre dicha cuestión en discursos públicos, y fue cada vez más frecuente escucharla en distintos miembros de su gabinete.

Recientemente, el Embajador Juan Manuel Gómez Robledo volvió a utilizar esta lógica al señalar durante el 153 Periodo de Sesiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) realizado en Washington del 23 de octubre al 7 de noviembre, que “hoy el clamor por la verdad y la exigencia de justicia que se ha manifestado a raíz de los acontecimientos en Iguala refleja el cambio cultural que ha tenido lugar en México y la mayor conciencia que hay de que sin Estado de derecho lo demás simplemente no tiene ningún sentido.” Agregó que “esto ha permitido fortalecer el marco jurídico e institucional de forma tal que hoy y junto con los diagnósticos que hemos recibido, estamos en mejores condiciones para provenir y sancionar las violaciones a los derechos humanos.”

Al respecto, una de las peticionarias le contestó:

“Yo difiero en que hay un cambio de cultura. No hay un cambio de cultura cuando agentes estatales se atreven a desaparecer a 43 estudiantes, o se atreven a ejecutar a 22 personas miembros del Ejército. Para afirmar que hay un cambio de cultura pasa por que los funcionarios del Estado y sobre todo las personas responsables de la seguridad entiendan que su función es la protección de la vida humana.”

¿Qué es la cultura? El discurso académico

La palabra cultura está ligada a la palabra "cultivo", o cultivarse, y también es entendida como aquello que se opone a la naturaleza / Imagen: Flickr (manel pons)
La palabra cultura está ligada a la palabra “cultivo”, o cultivarse, y también es entendida como aquello que se opone a la naturaleza / Imagen: Flickr (manel pons)

El concepto de cultura parece usarse para explicar aquello que es difícil de cambiar, o que es un fenómeno tan abstracto que se encuentra alejado de los poderes institucionales. ¿Qué es aquello que llamamos cultura?

Terry Eagleton, un crítico literario y de la cultura, señala que “cultura” es una de las pocas palabras más complicadas para explicar. Lo más común es entenderla oponiéndola al concepto de “naturaleza”. Otras acepciones la relacionan con la palabra “cultivo” y otros, por el contrario, la relacionan con una cuestión espiritual.

Eagleton sugiere que con el concepto de cultura aparecen controversias filosóficas como ¿la cultura nos determina o nos libera? ¿está dada o la creamos? En resumen, “la cultura sugiere una dialéctica entre lo artificial y lo natural, entre lo que hacemos del mundo y lo que el mundo hace de nosotros”, es decir, la cultura es algo que está más allá de nosotros mismos, pero al mismo tiempo es algo que nosotros construimos, donde el Estado tiene un papel inevitable.

En palabras de Eagleton, “la cultura no es algo que nosotros podamos ejercer sobre nosotros mismos. También puede ser algo que se puede ejercer sobre nosotros, especialmente a través del Estado político.”

En este sentido, el Estado debe reunir las características de la “cultura ideal” que desea encontrar en sus ciudadanos. “El Estado, pues, encarna la cultura que, a su vez, es la plasmación de nuestra común condición humana”, refiere el académico.

Decir que lo cultural está por encima de lo político, como argumenta el presidente, es olvidar la tarea máxima del Estado, mediar los conflictos inherentes a la convivencia humana, pues, como dice Eagleton, “son los intereses políticos los que normalmente gobiernan a los culturales, y, al hacerlo, definen un modelo particular de la humanidad.”

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