Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Esta idea, aunada a la capacidad que nos da la tecnología para crear o adquirir imágenes e insertarlas en nuestros documentos, ha llevado a que los elementos gráficos proliferen en presentaciones, instructivos, informes, páginas web, tutoriales y otras formas de contenido. Si el dicho fuera cierto, nuestra comunicación debería ser ahora miles de veces más valiosa. ¿Será?
Es cierto que nuestra mente cuenta con una gran capacidad para el procesamiento visual, que se “desperdicia” cuando un contenido carece de elementos gráficos. Sin embargo, la realidad es que muchos de estos elementos no sólo no agregan valor a los documentos donde se integran, sino que, de hecho, pueden tener un efecto negativo. La investigación ha mostrado cómo la presencia de elementos atractivos pero no relacionados con el propósito o con el asunto de un documento distrae nuestra atención, sobrecargan nuestra memoria y, así, nos impiden enfocarnos en lo importante y entenderlo.[1]
Hace poco, alguien me mostró una “infografía” que había elaborado para sustituir un procedimiento que sus usuarios consideraban poco amigable. Para hacerlo más accesible, su autor colocó cada uno de los párrafos del documento original en cajas con fondos de colores y puso una imagen (clipart) junto a cada caja. Algunas imágenes se relacionaban con el contenido de la caja y otras no, pero ninguna de ellas aportaba algo que no estuviera en el texto; si querías entender el contenido, tenías que leer todos los textos que estaban en el procedimiento original. Los elementos gráficos no ayudaban a encontrar ni a entender la información, si acaso sólo la adornaban.

Este tipo de contenido, tristemente frecuente, muestra la diferencia entre la visualización de información y el texto con monitos. Entiendo por visualización de información el uso de recursos visuales, como imágenes, gráficos, formas o colores para comunicar visualmente ideas o relaciones entre ideas. El texto con monitos, en cambio, consiste en comunicar el 100% del mensaje con texto y, luego, agregar imágenes que sólo repiten o decoran el contenido del texto.
He escuchado un argumento a favor de integrar esta clase de gráficos decorativos: “así me ‘retwitean’ más”. No dudo que sea cierto. También lo es que en México consumimos muchas bebidas azucaradas, pero esto no implica que éstas sean saludables. Nos hemos acostumbrado a esta azúcar visual y la consumimos sin valorar su efecto en nuestra capacidad para entender y usar la información.
Si queremos comunicarnos visualmente, debemos integrar elementos gráficos que ayuden a encontrar, entender y recordar. Ruth Clark y Chopeta Lyons identifican seis funciones que los elementos gráficos pueden tener en nuestro proceso para asimilar la información:[2]
La próxima vez que vayas a dar clic en “Insertar imagen”, asegúrate de que ésta ayudará a tu audiencia a encontrar y entender la información. Muchas veces, el texto funciona muy bien por sí solo; otras, únicamente necesita acomodarse en formatos como listas, cuadros o diagramas, que muestran las relaciones entre las ideas. Una combinación adecuada de palabras y elementos gráficos vale, tal vez, más que mil palabras y más que mil imágenes.