Recién regreso de un viaje relámpago por Londres y París, y en ese viaje les he de confesar que no pude dejar de llevarme a México en mi mente y en mi corazón.
Encontré en Londres una ciudad impecable, muy bien organizada, limpia y con un excelente sistema de transporte multimodal. Eso sí, costoso en contraste con nuestras subsidiadas opciones; pero especialmente notable fue la calidad de la infraestructura, misma que refleja la convicción de haberla hecho para que durara por siempre. Para muestra, sólo un botón: los escalones de las escaleras del transporte subterráneo (Underground) están rematadas con un perfil en bronce para evitar el desgaste que notamos, por ejemplo, en el Metro de la Ciudad de México. En Londres conviven armoniosamente los taxis de autoempleados (el típico taxi negro londinense), con las opciones proporcionadas por las aplicaciones como Uber, Cabify o Didi.
En París el deterioro económico se nota: restaurantes en los Campos Elíseos cerrados; el sistema de transporte deteriorado; los estafadores rondando al turista; el ambiente social se respira crispado. Hay una sensación de inseguridad generalizada. Parece que sostenerse en la Unión Europea ha resultado una pesada cruz para Francia.
Al llegar a nuestro México me queda claro que no hay opción perfecta; tenemos nuestras fortalezas y debilidades. Extraño de Londres la sensación de seguridad de su sistema de transporte subterráneo; sus impecables banquetas perfectamente transitables, pero también extraño la dignidad y la elocuencia de su alcalde Sadiq Aman Khan. Un tipo brillante, abogado del partido laborista, que ha apostado por la inclusión y la tolerancia. Y que no perdió la oportunidad de poner en su sitio a Donald Trump, quien antes de aterrizar ya lo estaba atacando. Una muestra de que la política prudente no está peleada con la legitima defensa de los valores que uno sostiene. Una lección política a escala global para lidiar con el anciano malcriado de la Casa Blanca.
Ambas ciudades me dejan una profunda nostalgia por la plena vigencia del Estado de Derecho; y por como los compromisos del Estado no deben exceder sus capacidades. Back to basics, dirían en inglés. Regresemos a lo fundamental, cumplamos la ley, paguemos impuestos, respetémonos los unos a los otros, parece ser que eso funciona. Nada perdemos por tratar de aprender en cabeza ajena ¿No lo cree usted así?