VIH y ¿el Virus de la indiferencia?

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Aproximadamente 180 mil personas en el país viven con VIH y aunque existen tratamientos efectivos que pueden ayudar al paciente a tener una vida digna y de calidad, hace falta un tratamiento de otro tipo; otro para quien no es portador del virus, pero sí de prejuicios.

Ciudad de México (elsemanario.com).- Según Luis Enrique Soto Ramírez, jefe del Departamento de Infectología del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, se estima que en el país hay aproximadamente 180 mil personas que viven con el Virus de Inmunodeficiencia Humana, VIH, de los cuales, solamente 122 mil están diagnosticadas.

El 68 por ciento de la población estimada lo sabe y solamente 54 por ciento recibe tratamiento, es decir, 94 mil pacientes. De ese total, 59 mil tienen las células del virus indetectable en la sangre.

El experto en el tema refiere que el VIH-Sida también afecta a las mujeres, contrario a la creencia que aún permanece en el imaginario colectivo que dicta que sólo los hombres que tienen relaciones con otros hombres son proclives al contagio; por lo que de las 35 millones de personas infectadas mundialmente, 16 millones son mujeres.

A su vez, Enrique Soto señaló que el año pasado se presentaron 9 mil 573 nuevos casos, cifra menor a la del 2013, y aún así murieron cuatro mil 974 personas.

Es importante destacar que todo esto se da en la presentación de un nuevo medicamento antirretrovial que impide que actúe la enzima del VIH y se integre al ADN de las células sanas, con lo que, junto a otras sustancias, puede suprimir al virus en una persona, lo que ayuda a disminuir la transmisión.

Pero, ¿de qué nos sirve saber todos estos datos si sólo se contemplan como estadística?

En efecto. La importancia de este tipo de conocimiento adquirido debe reflejarse en las acciones que se tomen desde el sector salud y desde nosotros mismos. Por ello es importante reforzar la tarea de prevención, el diagnóstico a tiempo y finalmente, el tratamiento efectivo, elementos fundamentales para luchar contra el virus y contra la enfermedad.

Y es que el VIH y el Sida no son la misma cosa; si bien es cierto, una conlleva a la otra; sólo si no se detecta a tiempo y si no se tiene un tratamiento eficaz. Seguro muchos de los que leen infieren lo mismo, pero el dato cobra relevancia cuando mayormente se sigue confundiendo la diferencia de virus y la enfermedad.

Y aunque no tendría por qué ser así, el desconocimiento del tema puede producir estigmatización en primer lugar y después, discriminación.

Según datos de Conapred, las personas portadoras del virus o enfermas de Sida:

“son fuertemente discriminadas por el miedo al contagio y porque cargan con una serie de prejuicios asociados a su actividad sexual, lo que les causa una alta marginación que les impide desempeñarse plenamente en el trabajo, tener acceso a los servicios de salud y vincularse libremente con amigos y familiares”.

Y es que el estigma que envuelve al virus y a la enfermedad permea principalmente a todas aquellas personas con preferencias sexuales distintas a la heterosexual; de igual forma, el rechazo producto de la desinformación recae en aquellas trabajadoras y trabajadores sexuales, pues se les cataloga como los principales focos de una epidemia, que más allá de la salud, recae en una serie de prenociones y prejuicios sobre lo que muchos desconocen, alimentados por machismo, homofobia y misoginia.

El estigma se reproduce de tal manera que las personas portadoras y/o las enfermas pueden caer en abandono que sumado a la negación de derechos, desemboca en un deterioro pronto de la salud, deterioro que finalmente culminará con la muerte del paciente, cuando bien, este tipo de conductas y un desenlace de este tipo pueden mitigarse con información oportuna para la población general. Es decir, debe buscarse una detección temprana y un tratamiento eficaz para el virus; pero también, deben detectarse todos aquellos prejuicios que se convertirán en estigma y en discriminación. Debe detectarse el virus de la indeferencia; y para ese, no hay preservativo más eficaz que el de la información y la conciencia.

Por Alberto Cedeño.

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