La longevidad de Ponce

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Ponce es una enciclopedia taurina, en la que figuran algunas de las más bellas páginas de un artista clásico.

 

Ciudad de México.- Entendiendo que el concepto de la tauromaquia de Enrique Ponce para algunos es poco apreciado, escribo después de verle por televisión en las faenas brillantes que ejecutó en una de las plazas en el mundo taurino que más lo han visto triunfar, hasta 5 veces ha salido en hombros de Bilbao de la plaza Vista Alegre, con el dato que para lograrlo, es necesario obtener al menos 2 orejas en un toro o bien 3 en caso de un mano a mano o en solitario de acuerdo al Reglamento Taurino Vasco.

La torería de Ponce es inmensa, figura fraguada en 25 años de vida activa de matador, tal vez en toda la historia del toreo es quién a un mayor número de astados le extrae lo bueno que en el fondo de su instinto tienen y que muchas veces, para los que estamos de testigos, es poco o nada visible.

De memoria recuerdo aquella gran faena del 1 de mayo de 2005, a un toro de Fernando de la Mora en Aguascalientes en la Feria de San Marcos al que desde que salió al ruedo lo fue lidiando con el capote para después con la muleta enloquecernos a los que fuimos testigos de la magia de su muñeca que va encauzando a la muleta, para hacer que los toros en su arcano vayan componiendo su estilo y al final se entreguen al toreo del valenciano.

Ponce es una enciclopedia taurina, en la que figuran algunas de las más bellas páginas de un artista clásico, contradictorio y fiel a sus circunstancias, reconocido y venerado por los amantes más exigentes de la tauromaquia, sin dejar de lado a sus detractores.

Ha quedado para la historia aquella faena a Lironcito, un toro de Valdefresno, con el que se fundió en una sinfonía de arte en aquel inolvidable el 27 de mayo de 1996 en la plaza de Las Ventas.

El de Valdefresno en Madrid al principio por el lado derecho no tragaba los cites e iba por el izquierdo a regañadientes, pero hacia el final era un dúctil por ambos lados y si no le cortó los máximos trofeos Enrique (como tampoco lo pudo conseguir con el de Fernando de la Mora en Aguascalientes) fue por sus fallas con el alfanje que es su única debilidad, pues si no fuera por ello, la cantidad de trofeos, de por si espectacular, sería aún más rotunda.

En Bilbao éstos días a un toro de Garcigrande, por dar una idea clara de lo que estoy afirmando, dejó para la retina un instante en el que con la muleta en la mano izquierda, dio un pequeño toque hacia la derecha para atraer la atención del toro y una vez fijo, le ejecutó un precioso natural en el que se fue embebido a los vuelos de la muleta un animal hipnotizado ¿O qué me dice de la conjunción del molinete, el afarolado y el de pecho a ese mismo astado, o del día de su presentación con uno de Juan Pedro Domecq?

El celo que tiene Enrique por seguir ocupando un lugar de privilegio 25 años después de su alternativa, llama la atención, lo vemos destilando plasticidad, estética con la presencia de la motivación de aquel que va labrando su vida momento a momento y no quiere apearse de figura del toreo.

Enrique Ponce en la plaza de Santander
Enrique Ponce en la plaza de Santander

Enrique es uno de los toreros con mayor cerebro privilegiado para lidiar astados en la historia y de esos muy pero muy pocos. Si a eso le aunamos que está motivado a seguir en las alturas, me parece que habría verlo tardes futuras, en general cada una lección de lo que constituye entender las embestidas de un toro y canalizarlas a favor.

Fácil que se escribe muy pocos como él tienen la técnica y el toque mágico para aprovecharlas, será uno de los nombres con mayor expectativa para los carteles del 70 aniversario de la inauguración de la Plaza México.

En Bilbao resaltar también las brillantes actuaciones de El Juli y la de Diego Urdiales, éste último con un extraordinario toro de Alcurrucén de nombre Favorito, en la que demostró que el toreo así como quita da a raudales para quién está preparado y generar instantes de arrebato, como lo hizo Diego en una faena de no más de 25 pases, inolvidable.

Allá vimos en los tendidos a muchos ganaderos mexicanos, entre otros a los Pérez Salazar de Arroyo Zarco que seguro disfrutaron de un viaje a una feria emblemática del norte español que cerró con un encierro de Victorino Martín con el sello de acometividad y codicia de la casa.

En La México, el 30 de agosto, la novillada de Antonio Guzmán y uno de Villa Carmela fue interesante; Javier Castro de Aguascalientes apunta el cante; tuvieron detalles Sergio Garza, Arturo Soto, José Rodrigo, Paco Miramontes y Ramón Fernández quienes merecen más oportunidades para regresar a Insurgentes, más experimentados.

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