Cultivos como el maíz, el algodón y la soya son ya referentes en México al tratar el tema de los organismos genéticamente modificados; otros como los pimientos, jitomates, remolachas, alfalfa, canola, papaya y calabaza se han ido incorporando a la lista de plantaciones que han adoptado la biotecnología. Sin embargo, aún no puede hablarse de que en el país exista una gran presencia de transgénicos, pero ¿nos estamos encaminando a ello?
Ciudad de México.- La empresa Agrobio, aglutinante de los corporativos Monsanto, Dow AgroSciences, Pioneer y DuPont, reveló cifras que afirman que en 2011 16.7 millones de productores sembraron el 29 países 160 millones de hectáreas con cultivos genéticamente modificados –o transgénicos-, y que la producción fue consumida en 60 países. Para 2012, la cifra de agricultores subió a 17.3 millones que trabajaron 170.3 millones de hectáreas.
De 1996 a 2011, los beneficios económicos acumulados de estas cosechas han sido superiores en países en desarrollo respecto a los industrializados (49,600 mdd contra 48,600 mdd, respectivamente).
En México, el uso de semillas genéticamente modificadas o transgénicas está establecido en la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados (LBOGM), que fue aprobada en 2005, y en documentos como el Régimen de Protección Especial del Maíz (2009) y otros de alcance internacional como el Protocolo de Cartagena, que establecen el marco regulatorio para el desarrollo y la aplicación de la biotecnología en el campo mexicano.
De acuerdo a estas regulaciones, existen tres etapas en la liberación para los cultivos genéticamente modificados: la experimental, al ambiente en programa piloto y la comercial.
Durante 2009 y 2010, las secretarías de Agricultura y de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Sagarpa y Semarnat) aprobaron 29 permisos de liberación al ambiente en etapa experimental de maíz genéticamente modificado en los estados de Sonora, Sinaloa, Tamaulipas y Chihuahua.
Sin embargo, la ley establece restricciones para este tipo de cultivos en lugares donde se encuentre alguna de las 57 variedades criollas: Oaxaca, Jalisco, Estado de México, Puebla y Guanajuato.
Los defensores de la utilización de la biotecnología agrícola, o cualquier técnica que implique el mejoramiento en plantas para usos específicos, argumentan que este tipo de cultivos representa una opción viable para impulsar el desarrollo y la competitividad del campo mexicano.
Por el contrario, activistas como los miembros del portal de internet “La neta de tu planeta” exponen que actualmente se invierten 2,700 mdd al año en la importación de granos de maíz genéticamente modificados, gasto que podría invertirse en el mejoramiento de los sistemas de producción agrícola y en impulsar los cultivos criollos.
Así mismo, grupos ambientalistas afirman que el maíz de diversas regiones del país está en riesgo de sufrir contaminación genética, al argumentar que es imposible la coexistencia de variedades transgénicas y nativas por el flujo del polen y el intercambio de semillas, práctica común en la agricultura mexicana.
Aunado a ello, “las medidas de bioseguridad para los cultivos transgénicos son débiles, ya que no contamos con un sistema de biomonitoreo, inspección y vigilancia para las importaciones”, de acuerdo con Greenpeace.
Por ello, en octubre pasado el Juzgado Federal Décimo Segundo de Distrito en Materia Civil, en el DF, ordenó a Sagarpa y a Semarnat la suspensión de actos tendientes a emitir permisos para la siembra de maíz transgénico en México, impulsado por asociaciones como Fundación Semillas y la Asociación Civil Colectivas, entre otras.
Sin embargo, las presiones del extranjero, sobre todo en el marco del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), hacen probable que, por lo menos en el norte del país, este tipo de cultivos siga cobrando auge, aún con los riesgos que conlleva –y que se han visto comprobados- en países como India, en donde el campo ha sufrido fuertes embates provocados por la utilización de este tipo de semillas, que vuelven estéril la tierra y no generan nueva simiente.
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