El momento del miedo

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“El momento de más miedo es justamente antes de comenzar a escribir, después de eso las cosas sólo pueden mejorar”, nos dice con optimismo Stephen King, porque muchas veces las cosas empeoran, ese miedo continúa y paraliza, no hay una línea que se atreva a ahuyentarlo, una palabra que acabe con el terror.

King es experto en escribir historias en donde los escritores padecen su mediocridad, se burla de ellos, los encierra con locas que les rompen las piernas por escribir novelas rosas de supermercado, los hace asesinos, su diversión morbosa es la incapacidad ajena. En su novela The Shining el personaje Jack Torrance pretende escribir una obra de teatro, copia miles de veces, maniacamente la misma frase, “all work and no play makes Jack a dull boy”, se lo dice a él mismo, memoriza su impotencia. El escritor que se siente mecanógrafo, escribe sin límite, no corrige y deja todo lo que su cabeza expulsó, sin la distancia para apreciar si eso tiene o no calidad, es tan mediocre como uno que no puede sacar una línea. Dura realidad.

La película francesa Un Homme ideal, del director Yan Gonzlan, el personaje es un escritor joven, envía su primera novela a una editorial y le dicen que no les interesa, obviamente por mala. En su trabajo en una mudanza encuentra el manuscrito del diario de un soldado de la guerra de Argel, y su esterilidad creativa lo empuja a plagiarlo. Este texto le regala éxito, fama y premios. La historia es un homenaje a King, lo citan varias veces y hacen el mismo escarnio con la falta de oficio. Al entrar en el vértigo de la fama se da cuenta de algo terrible: se puede plagiar un texto, pero no se puede plagiar a un escritor. No se puede fingir que se escribe, así que ensaya respuestas de escritores reales, se documenta para responder en las entrevistas. El fáustico regalo implica como condición ser un escritor de verdad, el editor le llama para exigirle que cumpla su contrato, escriba un nuevo libro o que regrese el adelanto. El joven escritor prefiere plagiar, asesinar, mentir, robar, y además, fingir su propio suicidio antes que sentarse a escribir. En el momento que se atreve a plasmar su texto ya la mentira lo tiene asfixiado, así que, como en una novela, decide matar al personaje, al escritor que nunca fue.

Estas historias significan algo en países con un compromiso serio con la literatura, que no es nuestro caso. Aquí premian escritores plagiadores, las demandas no diezman en lo más mínimo su prestigio. Si el joven de la película toma el manuscrito rechazado, lo postula para la beca de Jóvenes Creadores se la otorgan y además si se le tapa la vertiente creativa, se la vuelven a dar para desatorarlo.

En la película el joven trabaja en una mudanza, algo inimaginable en nuestra realidad, ¿cómo un escritor va a trabajar si necesita el tiempo para crear sus joyas en twitter? La comprometedora gestión que muchos escritores hacen para que les den becas y premios es preferible que sentarse a escribir y hacerlo de forma decorosa. El aparato de favores produce la enorme cantidad de libros ilegibles pagados con becas y la pléyade de escritores con mala fama de ser talentosos. Siguiendo al escritor paradigmático que es Jack Torrance, deberían encerrar en un aislado hotel a los escritores, y como parte de la beca y del premio obligarlos a leer las novelas, ensayos, palíndromos y twitters de todos ellos. Antes es recomendable que retiren las hachas para que no acaben como en el final de Shining, poseídos por su falta de talento.

Jack Nicholson
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