Au revoir Paris

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La vida es también la alternancia y después de trece años de declarar Paris mi casa, cambio de domicilio principal para instalarme en México. Tengo 50 años de relación con esa ciudad. Conozco cientos de sus cafés, restaurantes, bares, museos, librerías y tiendas de toda naturaleza, su clima y los cambios de colores en el Sena  que van del perfecto y joyciano verde-moco, reflejado perfectamente por el poeta Woody Allen, al gris-ropa-sucia de los días sin luz, con sus ratas de cuatro y de dos, con sus clochards de otro tiempo y sus estudiantes eternos, parisinos (que no franceses) buscando lo impersonal de los quais, y turistas muchos,  buquinistas sicólogos e informantes, ofertando títulos y nombres que siempre recuerdan algo, especializados en seducir gustos de quien deambula, una asignatura, un interés un ring-a-bell,  un pendiente.

Mueve a reflexión el poner un paréntesis sus embelesos, su solemnidad puesta en escena, su formalismo a ultranza, sus servicios que si funcionan, su transporte público eficaz. Paris es referencia de todos, su vocación teórica hace que la sintamos un poco como propia arrebatándosela incluso a los parisinos de cepa, que la pretenden vanamente suya y que permanecen vidas enteras recluidos de sus barrios.

Desde 1971 que visité la ciudad por primera vez y me apropié de ella al punto de decidirla mi casa, hasta hoy julio del 2016, han pasado 45 años,  cinco décadas de invertir en ella mi energía, mi gusto, mis placeres, mis tristezas, mis sueños, mis amores, la formación de mis hijos, mi matrimonio, amistades, el trato con una decena de embajadores mexicanos, mis lecturas, mis noches perfectas y mis días cortísimos, mis viajes tramados desde el periscopio francés.

Los barrios parisinos me han, en este tiempo, revelado poco a poco, secretos de sus orígenes. Ocasionalmente habría que visitar sólo la Paris romana, la Lutecia -que probablemente significa Ciénega de los castores-, por sus raíces  celtas y bretonas,  buscarla en la isla de los Parisii y evocar los afanes de Vercingétorix para defenderla. El circo romano, en las arenas del barrio latino, las termas de Cluny.. O pensar en el siglo quinto, la conversión de Clotilde y Clodoveo, las primeras iglesias, como la de Santa Ana, o la de la Santa Madre de Dios, cuyas paredes junto a los de algún templo celta y una sinagoga, componen el conjunto que se resuelve hoy en la imponente Nôtre Dame de Paris.

En varias jornadas parisinas rendí culto a sus Cementerios, Père Lachaise, Montparnasse, Montmartre e hice devoto el recuento de los epitafios y veneraciones que se asocian y vinculan con cientos de las lozas.. de don Porfirio a Chopin y de allí a Wilde y a Jim Morrison.

Recorrer el Paris de las Galerías, gastadas de siglos de usos y cambios y que hicieron de Paris una referencia del lujo desde finales del 18. La gallerie Vivienne, les galleries du Palais Royal, Opera, Passage Jouffroy o el Passage des Panoramas…

Hay un París de la inteligencia, La Sorbonne, El College de France, la mítica calle de Ulm, en la montagne Sainte Genviève.  Visitar las casas de los estudiantes extranjeros como la de Suesse, que desde el Siglo XIII se instaló muy cerca de la hoy facultad de Medicine. El Instituto Curie, sobarle el pie a Montaigne, Los liceos, Louis Le Grand, Henri IV, la Escuela Politécnica, Normal Sup y hoy Sciences Po, que roba cámara y edificios en buena parta de los barrios VI y VII.

Me motivará a volver al Paris con los amigos, mis salidas con L du P, el mas parisino de entre ellos y con quien seguiré seguramente descubriendo rincones, restaurantes, cafés, bares y especialistas de toda naturaleza en esta ciudad infinita,  J..P… con quien tejí una complicidad extraordinaria fraterna y musical, con nuestras tertulias de epicúreos melómanos. Elisabeth, mi Marianne, mi absoluta referencia de amistad, de generosidad, de complicidad, de transparencia de discreción, de inteligencia y elegancia. Las  cenas extravagantes en casa de S.R en el XIX, A.M y su pasión por África, Laura, mi esposa que seguirá alternándose entre Paris y México, cinéfila referencial, y sensible a todas las artes me sigue dando la preselección de mil motivaciones estéticas.

El París culinario provoca otro itinerario. Desde las grandes y permisivas ingestas en los restaurantes “estrellados” (étoilés) donde una cena no cuesta menos de 350 Euros por persona, a riesgo de dejar con con hambre  o sed al prudente comensal,  hasta los locales mas modestos donde en los barrios se cocina para el vecindario. He visto desaparecer con tristeza, las Crèmeries Chaudes, recuperadas algunas para gastronomías extranjeras que precedieron a los actuales bistrós, pero quedan algunas cocinas amables y selectas que siguen la tradición y cuyas referencias se conservan en discreción. La ventaja de los restaurantes parisinos, de muchos de ellos por lo menos, es que se esta en contacto con los dueños, con los cocineros, con los meseros asociados al negocio y que buscan la satisfacción de los clientes y se invierten en ella de manera afanosa a sabiendas que en el fondo hacen una inversión.

El lujo en Paris, no es sólo una industria, es una forma de ser. A menudo he comentado que es Francia el país donde las cosas no existen. Donde no existe el        queso, el vino la miel, sino tal tipo de queso de tal región con ciertas características de afinamiento, o el vino, no señora, señor, el vino tiene su carga de connotaciones y hay que saber lo que se quiere mas allá del precio. Vinos de verano como Saint Amour, Chinon, el Gigondas, o algún rosado si la noche es tórrida… Vinos blancos afrutados como los alsacianos o dulces y consistentes como el Sauternes, el  mítico Yquem o el Gewurtztraminer,  el bourgogne, el bordeaux el Cahors o Graves,  los del país del Loira, que se descubren a través de un ejercicio personal de toma de riesgos y practicas de la memoria gustativa, ligeros o intensos. Miel? Ah si de naranjos en flor de florida con parte del panal si o de acacia o floral,… pero miel, así, miel, no no tenemos…- diría , orgulloso el propietario, apicultor o gerente del establecimiento.

Las telas, el algodón, el lino, el terciopelo, la piel, la gamuza,  todas especializadas y variadas, Seda, no, solo en Shantu o en crepé, en tafeta, sus caídas, sus elasticidades, sus volúmenes sus estampados, bordados… la moda en Francia es una religión. Si, mucho tiene que ver con la belleza pero también y sobre todo con la vinculación entre la climatología, el tipo de cuerpo, los materiales, la comodidad, la función para que será utilizada la prenda. Estar a la moda no es ponerse cualquier cosa, es saber leer la vinculación de esta con los elementos naturales. Por eso las grandes casas que invierten tanto en el análisis de materiales como en el de tendencias  y son inmediatamente copiadas por los pequeños artesanos.

Ciertamente que la gran relojería es Suiza, pero en ningún lugar se ven mas relojes que en Paris: Patek, Rolex, Vaceherone, Piaget, o los mas vulgares como Cartier o Bulgari, Van Cleef, Chopard, , pero también la relojería de pared, los Cartel, los de péndulo y tantas otras insospechadas complejidades que mi amigo JP me enseñó a apreciar.

Paris bien vale  una visita a los salones de los anticuarios (el próximo en Paris la segunda semana de septiembre en el puente Alejandro III)  los mercados de pulgas, Vanves, Clignacourt, con la obligada escala en las subastas del hotel Druot. Viajes a la cultura de la ebanistería, del estilo y la función, del bruñido y el tallado, del vaciado. Los grandes ebanistas del siglo XVIII viven cotidianamente en las referencias de los anticuarios parisinos..- signé Jacob, dicen para un sillón Luis XV que parece gustarle a un cliente y para reforzar su venta. Los diseñadores de relojes, los grabadores, todos los grande maestros siguen viviendo en el cotidiano parisino como si sus fantasmas estuviesen al acecho de su buen nombre.

Soy católico y vale Paris desde luego una misa, elegante y musical con el gran órgano de Santa Clotilde, que hizo hablar mas de 30 años César Frank, discreta con los jesuitas de Sèvres, familiar y burguesa en François Xavier, Con 40 sacerdotes y seminaristas, bien cantada, en Misiones Extranjeras, devota e internacional en la medalla milagrosa, íntima y de rito oriental en Saint Dominique et Saint Matthieu, monumental en Nôtre Dame, en español en Saint Germain… en latín, en griego, en polonés.. Las homilías en Paris, son bien estudiadas y las escuelas exegéticas se reflejan en los análisis de los textos que inspiran ilustrados sermones.

Los museos de Paris son motivo de todos los viajes y habría que conocer todos con los que uno se topa en el deambular cotidiano. Mas allá de las referencias y obligadas visitas al Louvre, que recomendamos hacer siempre con itinerario preciso y enorme vocación de discriminar en cada ocasión un 80 por ciento de los salones  para disfrutar  de una jornada en donde ya el 20 o 15 por ciento restante puede resultar imposible a la digestión, El d’Orsay con sus colecciones magníficas y sus exposiciones temporales provocativas, del Rodin siempre apacible y provocador, Picasso, recientemente renovado, del Pompidou a la vanguardia desde su inauguración en 1976, del Jeu de Paume y de l´Organgerie con propuestas siempre interesantes y su selección de artistas a penas off de las grandes corrientes, del Quai Branly, que no termina de definir su museografía, mas allá de estas vacas sagradas, están el de Historia Natural en el jardín de Plantes, con sus colecciones magníficas de taxidermia, mineralogía y entomología el de la Ciudad de Paris, el pequeñito y seductor Mayol, que esta cerrado por algún tiempo, el de las artes Orientales, el del Palacio de Tokio, el fabuloso de la marina, el del Hombre, el Marmottan, con sus Monets gigantescos, las maravillosas exhibiciones en el Grand Palais, el museo de la cerrajería y decenas de otros que una vida no alcanza para conocer, todos una aventura de especialistas.

Los libros en Paris constituyen una de sus vocaciones principales. Las librerías de viejo, claro, pero las modernas también, la Procure, l’Ecume des pages, la Hune, Bouligner, Jean Gibert, Hartmann, quizá las mas conocidas, pero son miles las que ofrecen obras por especialidad. Las cartas de los poetas, de los filósofos, de los políticos, de los músicos, constituyen un culto a parte y se venden bien.

Los grandes chaussuriers o zapateros de Paris, no rivalizan ciertamente a los ingleses pero tienen su culto. John Lobb, el botier de Hermes se va independizando, Fenestrier ha perdido un poco de su encanto y lo ha cedido al alsaciano Heschung y los zapatos a la medida de Aubercy en la rue de Luynes, Siguen siendo los favoritos de los políticos y embajadores de Francia, e n la rue du bourg tibourg, en Anatómica,  compré hace poco unos zapatos históricos hechos para los marinos estadounidenses que  desembarcaron en Normandía hace mas de 70 años.

La arquitectura francesa es una coquetería y ninguna ciudad le rivaliza en armonía y perspectivas. El mantenimiento en los barrios del triangulo de oro, VI, VII, VIII, XVI es si no exagerada si muy vigiladas, las iglesias, los palacios, los hoteles particulares, las restauraciones de los jeques árabes son hoy impresionantes. Siempre hay alguien que invierta en los tesoros de Paris y uno de los mas recientes es el Cheik de Barein, Hamad bin Issa Al Khalifa, quien hace menos de un año termino la larguísima y costosísima restauración del hotel de Bourbon Condé, en la rue Monsieur, 5 mil metros de jardín en el centro de Paris y una residencia de mas de 1500, se dice fácil, pero el precio de esa propiedad a la venta 78 millones de euros y no menos de esa cantidad en su reparación, mas otro tanto en obra, tiene usted allí querido lector una residencia de mas de 300 millones de euros, unos 7 mil millones de pesos. Otra propiedad en reconstrucción es el Hotel de Chanaleilles  pertenece a la familia de los armadores griegos, Niarchos,  cuya restauración esta en obra desde hace un año y por lo menos por dos mas, es otra magnífica representación de la arquitectura manierista del XVIII.  Bona aedificatio tres habet conditiones, Firmitatem, comoditatem et delectationem dice el friso de un bello y relativamente pequeño, unos 500 metros cuadrados hotel particular del número 14 da la calle Vaneau, muy cerca de allí, también en el VII ème, en la calle de Grenelle esta el Hotel de Maillebois del S.XVII y que fue propiedad en el XIX de Madame de Recamier y donde se conocieron Simón Bolívar y Alexander Von Humboldt, poco antes de haber asistido juntos a la coronación de Napoleón I. Estos por nombrar sólo los de esa zona que fue el pueblo de Grenelle.

De entre las fiestas populares hay dos con las que buscaré sin duda continuar coincidiendo, la jornadas del patrimonio, que abren las puertas de todos los edificios púbicos para ser visitadas por los ciudadanos,  y la fiesta de la Música, que pone a bailar a todo Paris el 21 de junio de cada año, en coincidencia con el solsticio de verano.

Dejamos así el tiempo de los abonos a la opera, las invitaciones al Rollan Garros, las fiestas en el Interalliés, los eventuales brunches en el Saint James, los partidos de futbol en el Stade de France, los premios hípicos, el rugby, la cinematografía francesa y su selección de filmes du monde que nos parece la mas amplia del mundo. El teatro, que aunque mas modesto que el inglés o el norteamericano tiene una escena profesional extraordinaria y espacios de sueño como les Bouffes du Nord del que Peter Brook  hizo un santuario o el Dejazet, por un tiempo apadrinado por Leo Ferré, donde disfruté hace 22 años a Ana Prucnal.  Los cafés teatro del Marais y su oferta libertina.

Y podría escribir como lo hizo Constanza Mirre, con Buenos Aires, un tratado de los bares de Paris, de sus boîtes, las tradicionales, las  de moda y las transgresoras, pero eso, eso, será materia de otra glosa…n

Por Gastón T. Melo Medina

 

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Antonieta Riestra

Antonieta Riestra

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