Al participar en el ciclo “México ante sí mismo. Escenarios y encrucijadas” organizado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, el politólogo expresó diversas declaraciones en tema de democracia mexicana.
México, D.F.– En un contexto marcado por la pobreza, la democracia mexicana enfrenta una “profunda fractura social” y padece la desigualdad, la indiferencia y la defensa de privilegios entre las élites políticas y económicas, aseguró el ex consejero del Instituto Federal Electoral, José Woldenberg Karakowsky.
Al participar el día de ayer en el ciclo “México ante sí mismo. Escenarios y encrucijadas” organizado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, sede México, Woldenberg expresó que las instituciones, los partidos y la correlación de fuerzas que sostienen a la democracia “son una relativa novedad en el país, pues la democracia entre nosotros no tiene más de 20 años”.
Aclaró que “no se trata del arribo a la tierra prometida, sino apenas a un sistema de gobierno que permite la convivencia y la competencia institucional y pacífica de la diversidad política del marco en el que los relevos de gobierno pueden hacerse sin el devastador y costoso expediente de la violencia”.
Para el politólogo existen dos grandes retos que tiene que afrontar la “incipiente” democracia mexicana: la gobernabilidad, y un entorno social de desencanto, marcado por profundas desigualdades económicas y sociales.
En el ámbito de la gobernabilidad, Woldenberg habló de la existencia de un pluralismo equilibrado en los órganos representativos, pero advirtió que con la inexistencia de mayorías absolutas en el Congreso se hace “tortuoso el funcionamiento y difíciles los acuerdos”, aunado a la preocupación por construir una representación tan diversa como la sociedad misma.
Sin embargo, el investigador advirtió que no debe caerse en formulismos para construir mayorías artificiales. Destacó el caso del Pacto por México, que logró una mayoría formulada “a través de la negociación y el acuerdo inherentes a la política y no a la magia o a los exorcismos. Eso representa el pacto, un pacto que además es inclusivo de los tres principales partidos del país y eso no es poca cosa”.
Aunque para Woldenberg la sociedad mexicana ha creado y robustecido la “cara expresiva” de la democracia a través de luchas, proclamas, manifestaciones y propuestas, los déficits democráticos nacionales se manifiestan en las deudas y los retos alrededor de los derechos individuales y sociales.
“Tenemos, como país, un reto de esos que se dicen de época: establecer un equilibrio entre libertades y respeto a los derechos de terceros. Creo que a eso se le llama orden democrático. Es sencillo decirlo, está más que complicado construirlo”, aseguró el profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Con más de la mitad de la población mexicana en situación de pobreza, José Woldenberg, enfatizó en que, en el contexto democrático, existen tres agravantes que concretan una pobreza más ofensiva: la desigualdad, la indiferencia y la defensa de privilegios.
“El problema para la reproducción de la democracia es que esos 53,3 millones de personas tendencialmente no sólo guardan una distancia crítica en relación a la democracia, sino que difícilmente pueden convertirse en ciudadanos dignos de ese nombre, porque la ciudadanía no es aquella que permanece excluida. Una profunda fractura social marca nuestra convivencia: extrema riqueza y extrema pobreza coexisten en el territorio nacional”, afirmó.
Para concluir la conferencia Los desencantos de la democracia José Woldenberg hizo alusión a la falta de aprecio que la sociedad mexicana tiene por el sistema democrático. Destacó que en la última entrega de Latinobarómetro hay una muy escasa satisfacción con la democracia. Sólo el 21% de los encuestados está satisfecho con la democracia en el período entre 1995 y 2013.
“Quizá la profunda insatisfacción se deba a que el proceso democratizador ha coincidido con una larga etapa de mini crecimiento o estancamiento económico. Las condiciones materiales de vida de grandes franjas de mexicanos se han deteriorado.” Además, “solo el 10% de los mexicanos dice que la economía es buena. La expectativa es que los hijos van a vivir peor que los padres y ese es el disolvente más fuerte para la democracia.”, afirmó.
En su réplica a la conferencia, Irma Méndez de Hoyos, investigadora de Flacso México y coordinadora nacional de la Red de investigaciones sobre la calidad de la democracia en México, se concentró en el desempeño democrático y en las reformas democratizadoras.
Del primer aspecto refirió que es necesario evaluar la eficiencia de las instituciones y de los actores políticos: “el desencanto con la democracia en México va aparejado con la percepción negativa del desempeño de los gobiernos municipales, estatales y el federal, con mucha corrupción, y poca transparencia y rendición de cuentas. Más allá de ganar elecciones exitosamente, la sociedad exige que los partidos formen gobiernos eficientes, no sólo democráticos”.
Con respecto a las reformas electorales, Méndez de Hoyos destacó que es necesario mejorar la calidad de los procesos electorales en todos sus niveles. Al referirse a la creación del Instituto Nacional de Elecciones (INE) sostuvo que se trata de “una oportunidad para colocar estándares cualitativos más altos en las elecciones, alcanzar elecciones con integridad y castigar las malas prácticas electorales”.
Al concluir, José Woldenberg respondió que el nuevo instituto electoral “rompe con una idea que está en la columna vertebral de la arquitectura electoral: la certeza”, ya que la reforma constitucional en sus términos actuales es ambigua respecto a las competencias de órganos locales y del INE y abre la puerta para la impugnación de los comicios y la destitución de consejeros locales. Esto no daría certidumbre sobre los resultados.
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