La globalización y el lado equivocado de la historia

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No todos los países en desarrollo supieron aprovechar el potencial positivo que el proceso de globalización brindó.  Países como México asumieron una actitud pasiva frente a la globalización y enfatizaron alguna de sus ventajas comparativas ante el comercio internacional. 

La última década del siglo pasado fue doctrinariamente dominada por la idea de la globalización económica.  Bajo este mantra fue suscrito por México el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (NAFTA), que entró en funciones en 1994, y que anteriormente había estado operando entre Estados Unidos y Canadá.  Por lo que este año México celebra el vigésimo aniversario del Tratado después de haber signado tratados comerciales con un sin número de países y en medio de la expectativa de un nuevo tratado denominado Trans-Pacific Partnership (TPP).

Veinte años después de la globalización económica y en un ambiente de crisis económica y financiera internacional, no parecen existir extensivamente las condiciones doctas y factuales para un nuevo tratado regional multilateral.  Obviamente, por la paranoia de suscripción de tratados comerciales en la que ha vivido el país, las autoridades simulan no percatarse del cambio de la realidad internacional ni acaban por aceptar que los fines formales del NAFTA para México escasamente han sido alcanzados.  En este tema, como en otros más, todo deja indicar que seguimos anclados en el lado equivocado de la historia.

A partir del escaso compromiso político del Presidente Obama para alentar el TPP y de diversas voces que le restan mayor trascendencia y pertinencia económica, ha sido contextualizada la suscripción del NAFTA.  Así, se recuerda que en el debate de noviembre de 1993 entre el candidato a vicepresidente Al Gore y H. Ross Perot, candidato independiente a la presidencia, Gore dijo que el Tratado “vendría a ser un motor para la prosperidad americana”, más que una extracción de empleos hacia México (EDUARDO PORTER, The NYT, ECONOMIC SCENE, A Global Boom, but Only for Some, March 18, 2014).

Dice Porter que después de veinte años, lo que sorprende es como nuestro entendimiento de la globalización ha cambiado y que los empleos norteamericanos se fueron a China en lugar de a México.  Aún más, puntualiza el autor, que hoy la globalización se percibe como un vehículo que llevó a Estados Unidos a una “rampante inequidad y a una falta de progreso salarial”.  En contraste, Porter reconoce que la globalización ayudó a sacar a millones de personas de la pobreza en China y otros países del Asia.

 

Baste recordar que en el año 2000 el precio del petróleo era prácticamente la décima parte que el actual.  De igual modo, hoy el costo de la mano de obra China es mayor que el de México, hecho que evidencia la contracción secular de los salarios reales nacionales

 

Frente a la sorpresa manifestada de los resultados contrastantes de la globalización, aparentemente desfavorables a Estados Unidos y favorables a países en desarrollo, uno como economista podría decir que los resultados obtenidos son plenamente explicables.  Los frutos de la globalización pasada son acordes a la teoría económica convencional del comercio internacional, pero también a los resultados de las políticas económicas y a las condiciones económicas estructurales entonces vigentes.  Esto sin dejar de lado las consecuencias de la denominada economía política internacional. La globalización era de esperarse que permitiera la relocalización geográfica de la producción.  Bajo el principio de las ventajas comparativas, la producción relativamente intensiva en mano de obra se localizaría en los países en desarrollo y aquella que requiriera más capital en los países desarrollados.  De igual forma, el rendimiento del capital debería ser más alto en aquellos países en donde fuera escaso y más bajo en los lugares donde abundara.  Tales suposiciones parecen haberse cumplido plenamente, siendo emblemático el resultado obtenido por China.

Al haber dispuesto inicialmente Estados Unidos de productos más baratos para su fuerza de trabajo, esto permitió contener los salarios y extraer localmente una mayor retribución al capital local, especialmente financiera.  Hecho, este último, que se fortaleció por el aumento del rendimiento de la inversión de Estados Unidos relocalizada en China y en los países asiáticos.

Obviamente las políticas económicas específicas de los países en desarrollo y de Estados Unidos alentaron la globalización.  Las facilidades para el asentamiento de nuevas empresas; los tratamientos impositivos que permitieron la localización fiscal de las empresas a nivel internacional; hasta la posibilidad del pricing transfer, para las operaciones económicas y financieras inter-plantas, más allá de los fronteras geográficas de un país; estimularon la globalización favorable para los países en desarrollo.  En este proceso no dejaron de ser importantes las políticas de formación de recursos humanos y un marco legal y regulatorio proclive a los negocios y a la eficiencia económica.  En esencia los países en desarrollo que siguieron inicialmente políticas de fomento económico e industrial, con una actitud activa frente a las oportunidades económicas de la globalización, en veinte años cambiaron el perfil de su economía y pudieron sacar a millones de gentes de la pobreza vía el empleo para la exportación.

En una suerte de políticas económicas de segunda generación, estos países ampliaron y fortalecieron su mercado interno, con lo que pusieron en marcha un segundo motor de crecimiento, además de las exportaciones.  Dicho de otra manera, el consumo y la producción interna fortaleciendo la inversión nacional y la demanda agregada.  En esta segunda etapa de políticas económicas, las políticas públicas de carácter social fueron ampliamente desarrolladas, a fin de mejorar la salud, la alimentación y la educación.  Servicios sociales que no necesariamente se han proporcionado de manera gratuita o como paliativos a las condiciones económicas familiares o individuales adversas.

 

El consumo y la producción interna fortaleciendo la inversión nacional y la demanda agregada.  En esta segunda etapa de políticas económicas, las políticas públicas de carácter social fueron ampliamente desarrolladas, a fin de mejorar la salud, la alimentación y la educación.

 

Obviamente no todos los países en desarrollo supieron aprovechar el potencial positivo que el proceso de globalización brindó.  Países como México asumieron una actitud pasiva frente a la globalización y enfatizaron alguna de sus ventajas comparativas ante el comercio internacional.  El garantizar un bajo costo de la mano de obra terminó por generar un volumen reducido de empleos y un escaso valor agregado a sus exportaciones.  Más grave aún, ante la pasividad de las políticas públicas frente a la globalización, se ancló la política económica en garantizar la ventaja comparativa de bajos salarios, emprendiendo acciones sistemáticas de devaluación interna.  Lo que terminó por desalentar la productividad interna y estrechar permanentemente el mercado interno.

En el recuento de lo acontecido, las condiciones económicas estructurales originalmente prevalecientes, como el precio de la energía, el costo de la mano de obra y el tipo de cambio, indujeron a una nueva localización de la producción internacional.  En este sentido, baste recordar que en el año 2000 el precio del petróleo era prácticamente la décima parte que el actual.  De igual modo, hoy el costo de la mano de obra China es mayor que el de México, hecho que evidencia la contracción secular de los salarios reales nacionales.  Por otra parte, durante años se insistió que la divisa china, el yuan, estaba subvaluada, hecho que sólo hasta recientemente se comenzó a revertir.

Finalmente, pero no menos importante, en la mayoría de los países en desarrollo favorecidos con la globalización la economía política internacional impuesta por Estados Unidos y los organismos internacionales no fue asumida a pie juntillas.  Durante la crisis financiera de 1997-1998 del Sudeste asiático, países como Corea y Tailandia no asumieron acríticamente el recetario instrumental que recomendaba el Fondo Monetario Internacional (FMI).  Inclusive algunos países fortalecieron el control de la cuenta de capitales, para evitar la especulación y los capitales golondrinos.  Hasta la fecha, China e India siguen teniendo un control en su cuenta de capitales y de inversiones extranjeras, aún sobre las presiones que Estados Unidos ha ejercido.

Es obvio que con la globalización ha habido ganadores y perdedores.  Se estima que, por ejemplo, a fines de los 1980’s los “trabajadores en la mitad de la distribución del ingreso urbano de China completaron el 56% de la mediana (el ingreso más frecuente) del ingreso de los americanos” y que para 2008, ese porcentaje subió a 71%.  Progreso que contrasta con el aumento en la concentración del ingreso del 1% de la población en USA, a costa de la reducción en la participación de la población de menores ingresos.

Por los resultados en materia de la distribución del ingreso a escala mundial y los bajísimos aranceles vigentes producto de tratados y acuerdos comerciales hoy se manifiesta un relativo “pesimismo” sobre la nueva globalización.  Así, en tanto en 1997 como Vicepresidente y Economista en Jefe del Banco Mundial, Joseph Stiglitz se declaró a favor de la globalización, en términos de la compensación entre lo que se perdía y ganaba (The Region, September 1997 issue, http://www.minneapolisfed.org/img/global_header.gif), recientemente ha manifestado estar en contra del TPP.

 

En 1997 como Vicepresidente y Economista en Jefe del Banco Mundial, Joseph Stiglitz se declaró a favor de la globalización, en términos de la compensación entre lo que se perdía y ganaba.

 

Stiglitz, Nobel de Economía 2001, ha escrito que la vieja idea de compensación de la globalización entre ganadores y perdedores, basada en muchos supuestos, está equivocada, por lo que la mayoría de los americanos se encuentran “en el lado equivocado de la globalización” (JOSEPH E. STIGLITZ, The NYT, On the Wrong Side of Globalization, March 15, 2014).  El Nobel indica que los tratados  comerciales a partir de la segunda guerra mundial buscaron bajar tarifas o impuestos para alentar el comercio internacional.  Pero actualmente lo que se busca es quitar las barreras no arancelarias para abatir las regulaciones nacionales, que normalmente protegen a los trabajadores y a los consumidores.  Por tal motivo está en contra del TPP, que terminaría beneficiando a las grandes corporaciones internacionales y afectando a los trabajadores de Estados Unidos y agudizando la mala distribución del ingreso a escala global.

Originalmente Paul Krugman, Nobel de Economía 2008, señaló que el TPP no era relevante por involucrar sólo 12 países de no gran tamaño económico y con varios de los cuales Estados Unidos ya tiene acuerdos comerciales, por lo que es difícil alcanzar grandes efectos reduciendo más las tarifas arancelarias y cuotas (Jueves, Diciembre 26, 2013, http://tppabierto.net/post/71197420585/premio-nobel-desdena-la-relevancia-economica-del-tpp).  Además, rápidamente Krugman mudó de opinión señalando que el TPP no es realmente sobre libre comercio, sino que busca el control monopólico para algunas industrias sobre derechos intelectuales, lo que le parece pésimo objetivo (Viernes, Febrero 28, 2014. http://tppabierto.net/post/78130750445/premio-nobel-en-economia-paul-krugman-ataca-al-tpp).  Esta opinión va totalmente en concordancia con la posición de Stiglitz.

La posición de los Nobel de Economía refleja claramente el cambio de la realidad económica que se ha experimentado con la pasada globalización.  Hoy se pretende otros fines con los acuerdos y tratados comerciales, que van más allá del simple comercio y la inversión extranjera.  Además, el cambio de los precios relativos de la energía, la revaluación del yuan y el encarecimiento de la mano de obra china inducen a una nueva localización de la producción, como lo está asumiendo la reindustrialización de Estados Unidos.

La aceptación de tales hechos parece estar negada por nuestras autoridades.  Los resultados económicos adversos de la caterva de tratados y acuerdos comerciales que México ha suscrito han sido ampliamente documentados por Arnulfo R. Gómez.  Bien harían nuestros gobernantes en asomarse a la realidad, para que comprendan que nos hemos quedado una vez más en el lado equivocado de la historia y que la globalización que visualizamos hace veinte años está hoy agotada.  Sin duda, ello nos haría menos monotemáticos en materia del comercio internacional y dejar de suscribir tratados y acuerdos para los que no hemos contamos con políticas industriales y económicas pertinentes.  Estas serían realmente parte de los cambios estructurales que el país demanda.

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